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el ingeniero de la casta porteña
Se dice de él que maneja los hilos de los dos PJ de la Ciudad de Buenos Aires: el Partido Justicialista y el Poder Judicial. Que su mayor aspiración es encontrar la fórmula para recuperar la Capital. Que su pulso no tiembla si hay que garantizar negocios de otros a cambio de acumular poder. Que es un hombre de palabra. Un perfil de Juan Manuel Olmos, el arquetipo de la realpolitik.
Ilustraciones: Nicolás Daniluk
10 de Mayo de 2025
crisis #67

 

La maquinaria de la política nunca se detiene, ni siquiera por la muerte del Papa Francisco. El lunes 21 de abril, Juan Manuel Olmos se enteró muy temprano de que falleció su amigo, el que los bautizó a él y a su hija Rosario, con el que hablaba de política local más de lo que siempre dejó trascender, y a quien iba a ir a ver en una audiencia a comienzos de este año, que finalmente se suspendió por el mal estado de salud de Jorge Bergoglio. La noticia que sobresaltó a casi toda la dirigencia no lo sorprendió. Ese día dio de baja todas las actividades proselitistas del partido, pero mantuvo en pie las reuniones que tenía pautadas, casi todas. La rosca es sagrada pase lo que pase —algo que también aprendió del sacerdote jesuita—; si se descuida, algún otro puede sentarse en tu silla. 

El presidente de la Auditoría General de la Nación (AGN) se vanagloria ante sus más cercanos de haber conseguido lo que ningún otro referente peronista pudo hasta ahora después de la derrota electoral de 2023 y, encima, en un partido que está acéfalo. “Unificó” al peronismo para los comicios porteños del 18 de mayo. Pero siempre quedan heridos en el camino, aunque él se esfuerce para que sean los menos posibles.

Son varios los que todavía mascullan por lo bajo sus broncas, disconformes con que Olmos acumule cada vez más poder y obture la posibilidad de un PJ más kirchnerizado o progre. Los más enojados lo acusan de querer ordenar a la tropa a fuerza de repartija de contratos en organismos estatales. Un carguito por acá, un carguito por allá. Aun así  la mayoría va a militar, aunque sea a regañadientes, la boleta verde de Es Ahora Buenos Aires que encabeza Leandro Santoro. No será la primera vez que lo hagan.

Les guste más o menos, todos admiten que el líder del Nuevo Espacio de Participación (NEP) es el dueño indiscutido del peronismo en la Ciudad. Por temor, respeto, resignación o una mezcla de todo, casi nadie se anima a disputarle ese rol. Hábil para la rosca, cultor del toma y daca y cumplidor de los acuerdos, el operador político que cuenta con el apoyo de Cristina Kirchner decidió salir del detrás de escena y asomar la cabeza en esta campaña electoral. Esta vez optó por postularse él mismo —en el lugar decimoprimero— para ponerle su firma a un eventual triunfo del partido que integra hace más de treinta años.

 

lo posible siempre tarda un poco menos
 

Olmos empezó a militar en la secundaria a los 14 años y luego en el PJ de Mataderos, barrio en el que nació en 1973 y donde estableció un fuerte vínculo con referentes como Hernán Miguens y Miguel Mope, que falleció el año pasado. Sus padres y sus cuatro abuelos eran peronistas pero solo su papá se dedicó a la política, siempre en el partido bonaerense de La Matanza. En los años noventa se incorporó a la agrupación Foro Peronista que lideraba Claudia Bello, exsecretaria de la Función Pública del gobierno de Carlos Menem. Era igual de movedizo que ahora y con el mismo afán por sentarse a negociar con quien haga falta para acomodarse en un mejor lugar. En 1999, cuando se realizó la interna del PJ Capital, dio el salto y quedó del lado del entonces ministro del Interior Carlos Corach, que era precandidato a senador nacional y competía con la funcionaria menemista. Se pegó sin dudarlo a Miguel Ángel Toma, uno de los fundadores de Renovación en los ochenta que devino en secretario del Interior en los noventa. También a Guillermo Olivieri, que luego se transformó en secretario de Culto de Néstor y Cristina Kirchner.

Los que conocen a Olmos de esos tiempos aseguran que siempre quiso ser el heredero de Juan Carlos “El Chueco” Mazzón, el histórico operador del peronismo. Su principal corset para alcanzar ese objetivo es estar encerrado en la Ciudad, aunque hizo el intento por extender sus redes a otros pagos cuando fue vicejefe de Gabinete de Alberto Fernández. “Tiene un poco de El Chueco y otro poco de El Coti (Nosiglia), pero le falta para ocupar esos lugares”, señala un exdirigente peronista, que hace mucho decidió dejar la política para dedicarse a los negocios.

 

Les guste más o menos, todos admiten que el líder del Nuevo Espacio de Participación (NEP) es el dueño indiscutido del peronismo en la Ciudad. Por temor, respeto, resignación o una mezcla de todo, casi nadie se anima a disputarle ese rol.

 

Cuando el menemismo se desinflaba se acercó a Cristian Ritondo y Diego Santilli, de quienes llegó a ser muy amigo (hasta hoy), incluso después de que ambos —junto a Toma— decidieran romper el PJ porteño en mil pedazos, en 2003, para irse con Mauricio Macri. Según recuerdan algunos protagonistas del momento, Olmos fue el encargado de hacer el acta de aquella ruptura, a pesar de que no estaba de acuerdo con la decisión de cerrar una alianza de centroderecha (Compromiso por el Cambio) para llevar al empresario de SOCMA como candidato a jefe de Gobierno. 

Ese año puso todas sus fichas en Néstor Kirchner, que se postulaba a la presidencia de la Nación. Alberto Fernández estaba al frente del PJ porteño y él quedó como vice. A ese tejido se sumó su amigo y compadre Víctor Santa María, el titular del SUTERH, y sellaron una sociedad que duró casi veinte años. Hace un tiempo que el vínculo no es el mismo. En el peronismo aseguran que están distanciados, aunque algunos sostienen que ellos mismos echaron a correr esas versiones como una estrategia para dejarle menos espacio en el armado electoral a La Cámpora, a la que Olmos siempre vio como la responsable de los viejos encontronazos que tuvo con Cristina Kirchner.

Jamás ocultó que el cristinismo no es lo suyo. Entre sus compañeros de espacio están quienes aseguran que el alejamiento con el titular del sindicato de los encargados obedece a la devoción que este último profesa por la exmandataria, que se acrecentó durante el gobierno de Cambiemos. En cambio, el abogado y exdirector de la Corporación Puerto Madero siempre se sintió más cómodo con la figura del “Pingüino”, a quien reconoce como su único referente político, después de Juan Domingo Perón. 

Con más inteligencia para los armados electorales que militancia territorial, Olmos supo moverse dentro de un partido que hace mucho quedó a la deriva y que en suelo porteño se caracterizó por ser poco disruptivo, incluso al punto de quedar escindido de lo que el PJ encarnó a nivel nacional entre 2003 y 2015. En su rol de artífice de lo posible, equilibró la balanza para un lado o para el otro al son de su conveniencia, con el fin de concentrar el máximo poder en un distrito que siempre fue esquivo a los seguidores del General.

Del kirchnerismo que encarnó la dos veces presidenta se sintió ajeno, recién con la reconciliación entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández volvió a tomar contacto más asiduo con los dirigentes de esa corriente. Se encargó de seguir a sol y a sombra al candidato presidencial en 2019 y de acercarle el apoyo económico que necesitaba. Sus contactos con el círculo rojo valían (y valen) oro en una fuerza política que tiene algunos enemigos más que sus adversarios. El peronismo necesitaba destronar a Mauricio Macri para demostrar que podía volver. El dirigente porteño también se ocupó de ser el recaudador para la campaña de Sergio Massa en 2023. Entre los que ayudaron al tigrense está el exministro del Interior menemista y actual empresario José Luis Manzano, uno de los hombres que más admira Olmos por estos días y con quien dialoga cada tanto.

Con Alberto Fernández en la presidencia, se convirtió en un operador político con cartel. El título de jefe de asesores le sirvió para extender sus contactos y levantar el teléfono sin pruritos cuando fuese necesario, siempre para “cuidar al gobierno del Frente de Todos”, según cuentan los que lo rodeaban. Se encargó de ser el costurero de un triángulo que venía deshilachado casi desde el comienzo. Él está convencido de que haberse metido a resolver la fallida expropiación de Vicentin le sirvió para ganarse el respeto de Cristina Kirchner, que siempre lo miró con desdén hasta hace dos años.

 

Lo que más le molesta es que lo señalen como el arquitecto de un cogobierno con el macrismo. Más de una vez se encargó de remarcarles a quienes machacan con esa idea de que el peronismo jamás tuvo un ministerio en sus manos, ni puso funcionarios en el Ejecutivo nacional durante los 17 años de gestión amarilla.

 

Quienes compartieron horas y horas de trabajo con Olmos señalan que su desvelo siempre fue “controlar la información y estar en la mesa chica”. Algo de eso consiguió cuando lo nombraron vicejefe de Gabinete. Aunque el tucumano Juan Manzur estaba al frente de la Jefatura, era él quien realmente ejercía ese rol. Pero no fue suficiente.

 

campo magnético
 

¿A qué juega Olmos y para quién? ¿Es el garante de un pacto en las sombras con el PRO, o un hábil negociador político que logra encontrarle un lugar al peronismo en un distrito hostil? ¿Es realmente el jefe de la mesa del PJ en la que también históricamente se sentaron Santa María, Andrés Rodríguez y Alejandro Amor, o hace tiempo que construye para sí mismo?

“Lleva soluciones a los decisores”, asevera un militante que lo conoce desde hace dos décadas. A Olmos lo que más le molesta es que lo señalen como el arquitecto de un cogobierno con el macrismo. Más de una vez se encargó de remarcarles a quienes machacan con esa idea de que el peronismo jamás tuvo un ministerio en sus manos, ni puso funcionarios en el Ejecutivo nacional durante los 17 años de gestión amarilla. “El PJ es una agencia de colocación, que se haga cargo de eso”, remarca una dirigente que lo tiene entre ceja y ceja, y asevera que “él no quiere que lo llamen para resolver cosas, sino que aspira a ser él mismo quien tome las decisiones”.

“Juan Manuel siempre entendió que es mejor que le deban favores a que le deban plata”, dice un dirigente que lo conoce muy de cerca.

A Olmos nada se le escapa, pero no se detiene en chiquitajes de la política. En gran medida, eso fue lo que le permitió subsistir en medio de la disputa entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández durante el gobierno del Frente de Todos; y también ahora en plena puja entre la expresidenta y Axel Kicillof. Está siempre disponible, más aún cuando se trata de desactivar problemas, propios y ajenos. “Es un imán que se lleva todo”, apuntan desde el PJ.

En la Ciudad, le garantizó al peronismo mantenerse a flote. Se transformó en el interlocutor preferido de aquellos sectores políticos, empresariales y judiciales que son reacios a negociar directo con el kirchnerismo. La exmandataria —con quien habla seguido— supo reconocerle esos atributos y le dejó tener la lapicera en este distrito. “Siempre cumple con los acuerdos”, apunta un referente del PRO, con varios años encima en la Legislatura local. Los que lo quieren y los que no concuerdan con esa caracterización. En el macrismo, la UCR y el PJ lo definen como un político del sistema. En La Libertad Avanza directamente lo catalogan como “un político hecho y derecho de la casta”.

En marzo, Olmos le concedió una entrevista a Carlos Pagni (la segunda en el lapso de un año), en la que en dos párrafos dejó a la vista sin eufemismos cómo concibe el ejercicio del poder. “Le dije a (Javier) Milei que si se quería comparar en el espejo de Menem pensara en que él tuvo una alianza con la CGT, tuvo mayoría en ambas Cámaras, tuvo al Partido Justicialista y mayoría en la Corte Suprema”, contó el jefe del NEP, en referencia a una charla que mantuvo con el presidente de ultraderecha en la Quinta de Olivos durante la transición de gobierno. Y agregó: “Menem triunfa porque primero hace un pacto con (Antonio) Cafiero para resolver la interna; después, las herramientas económicas que tuvo para hacer la transformación neoliberal que hizo fueron a partir de dos herramientas jurídicas: la ley de emergencia económica y la de reforma del Estado. Las dos tuvieron un amplio consenso porque las negoció con (Raúl) Alfonsín para tomar el gobierno antes de tiempo, incluso su reelección fue producto de otro pacto, que es el Pacto de Olivos”.

 

win win
 

Daniel Angelici es clave en su vida. Sin él, Olmos no habría podido llevar adelante el proceso de acumulación política de estos últimos 15 años. Para su consagración en el Consejo de la Magistratura, le vino como anillo al dedo la interna de la “mesa judicial” del PRO. De un lado estaba Germán Garavano y Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, del otro el empresario del juego, que le pidió sellar una alianza para derrotar a sus oponentes internos. Cuando el dirigente peronista llegó en 2011 a la presidencia del organismo —el mismo año en que su amigo Diego Molea fue electo rector de la Universidad de Lomas de Zamora— profundizó al máximo su relación con el “Tano”. “El miti y miti” se instaló entre los dos abogados sin que eso le generara incomodidad a ninguno, mucho menos dificultades al interior de sus propios armados políticos. Por el contrario, aceitó las conversaciones con el Gobierno porteño; y al macrismo le garantizó una oposición apacible.

La cercanía que Olmos tiene con muchos jueces, sobre todo en territorio porteño, lo convirtió en uno de los pocos operadores judiciales de peso dentro del peronismo. Lo reconocen hasta los que quisieran no tener que acudir a él cuando las papas queman. También fue lo que le generó cortocircuitos con Cristina Kirchner, que lo miró con desconfianza por su vínculo estrecho con Angelici, al que la expresidenta acusa de ser uno de los que están detrás de las causas en las que ella está involucrada. El titular de la AGN igual no se hace cargo, tiene en claro que su mayor poder no está en Comodoro Py; por el contrario, se jacta del funcionamiento de la Justicia en la Ciudad.

En el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta se terminó de asentar en el terreno judicial. Siempre se llevó mejor con el “Pelado” que con Macri. Fue en la gestión del primero donde mostró mayor sintonía con el oficialismo, al punto de que los legisladores peronistas que le respondían apoyaron sin tapujos el Presupuesto y la venta del Tiro Federal, entre otras cuestiones. De a poco, su figura no solo se acrecentó dentro del peronismo, sino que resultó imprescindible para el funcionamiento de la administración porteña.

 

Una campaña en la que pueda deskirchnerizar al peronismo, incluso desperonizar al principal candidato. Todo en pos de un movimiento más amplio que le permita ganar la Ciudad dentro de dos años, en uno que confluyan el larretismo, la UCR y el PJ porteño.

 

“Olmos siempre se articuló al poder de turno. Él era el pasa o no pasa de los Presupuesto en la Ciudad”, señala un dirigente del PRO, que se alejó de la gestión en 2019.

Su esposa, María Rosa Muiños, quedó al frente de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad desde 2021, después de haber sido ocho años legisladora porteña. Quienes conocen a ambos sostienen que ese cambio ayudó a Olmos a moverse con más soltura al momento de negociar con los diferentes sectores que integran el peronismo, sobre todo con La Cámpora.

 

la tierra prometida
 

“La Ciudad de Buenos Aires es la Coca-Cola de México”, dice en la intimidad Olmos cada vez que quiere explicar por qué el PJ puede gobernar en todo el país menos en territorio porteño, en referencia a que la fórmula de la gaseosa yanqui es igual en todo el mundo, excepto en tierras mexicanas.

El abogado peronista está hace rato en búsqueda de una gaseosa alternativa para 2027. Con o sin Santoro como eventual candidato a jefe de Gobierno, tiene por delante un desafío que no resulta nada fácil. Si algo fallara en estos comicios, recurrirá a su comodín, Matías Lammens, que este año podría encabezar la lista de diputados nacionales o secundar a Ofelia Fernández. A falta de una, tiene dos opciones, que lo empoderan aún más ante el resto de los dirigentes peronistas.

En la decisión de Jorge Macri de desdoblar estas elecciones porteñas de las nacionales, Olmos encontró el momento justo para poner en práctica lo que tantas veces imaginó: una campaña en la que pueda deskirchnerizar al máximo al peronismo, incluso desperonizar al principal candidato, lo que no es tan difícil, ya que Santoro se sigue sintiendo un dirigente radical. Todo en pos de un movimiento más amplio que le permita ganar la Ciudad dentro de dos años, en uno que confluyan el larretismo, la UCR y el PJ porteño.

Al dirigente todoterreno, el lugar que ocupó hasta ahora le empezó a quedar chico. La discusión por quién conduce el partido a nivel bonaerense y nacional lo envalentonó para seguir sumando poder y empezar a pergeñar una estrategia que le permita construir mayores consensos y avanzar un casillero más.

Está convencido de que el peronismo está en un momento crítico, en el que la lógica kirchnerismo-antikirchnerismo está demodé. Se enoja cuando lo señalan por haber fortalecido el status quo dentro del PJ porteño. Quienes hablan a diario con él sostienen que su proyecto es romper las fronteras del PJ para alguna vez ser gobierno.

El primer paso será conseguir lo que en el PRO y La Libertad Avanza ya auguran, muy a su pesar: que el peronismo quede primero en las elecciones locales. A las ocho bancas que pone en juego esa fuerza en la Legislatura, podría sumar dos más. Pero Olmos está en el puesto número 11. Si entrase, él mismo considera que sería un “batacazo”. Su presencia en la lista obedece a dos razones principales: imprimirle su sello personal para asegurarse de que todos militen la boleta verde en los diferentes distritos, pero también demostrar que, si entra, es gracias a su ingeniería electoral.

En el peronisno porteño están los que sostienen que va por un premio mayor: ser el vicepresidente primero de la Legislatura. Para eso, antes deberá quedar adentro. Dependerá de cuánto le resten las otras dos listas peronistas: la que preside Juan Manuel Abal Medina —a quien Olmos desprecia sin disimulo— y la que apadrina Guillermo Moreno, con Alejandro Kim a la cabeza. 

Con el ingenio de un ajedrecista, mueve las fichas a su antojo. Pobló la lista de referentes universitarios, sindicales, de organizaciones sociales y La Cámpora. La agrupación que emergió como la vanguardia de la juventud kirchnerista no fue la más favorecida, pero Mariano Recalde tiene asegurada la cabeza de la boleta de senadores nacionales. Para eso igual falta mucho y estará atado también a cómo se resuelva la interna entre Cristina Kirchner y Kicillof, donde Olmos prefiere no meterse. Al menos por ahora. Tiene en claro que la batalla por el liderazgo del partido será descarnada; sabe, por experiencia propia, que nadie entrega el poder.

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