cinco obstrucciones para una escritura crítica | Revista Crisis
15 años de crisis / formalismo contemporáneo / investigar es político
cinco obstrucciones para una escritura crítica
Como parte de la conmemoración de los primeros 15 años del colectivo editorial crisis, realizamos el taller Cómo hacer una revista política hoy, que nos permitió sistematizar los caminos por los cuales un punto de vista se convierte en un objeto. Con esta nota, inauguramos una saga de artículos sobre nuestro modo de hacer.
Ilustraciones: Panchopepe
03 de Octubre de 2025
crisis #69

 

La revista crisis está determinada por dos anacronismos: se imprime y se publica con una periodicidad bimensual. Las notas son decididas con un mes o, en ciertas oportunidades, hasta con dos meses de anticipación respecto de su salida de imprenta. Esta condición temporal nos impone el desafío de la perdurabilidad en tiempos en los que las informaciones nacen y mueren en simultáneo.

Nunca elaboramos normas de estilo. No tenemos fórmulas ni recetas preexistentes ni definitivas. Lo que sí proliferan, desde que surgió el colectivo en 2010, es una maraña de intercambios y discusiones sobre los desafíos que impone una época en la que las escrituras públicas se extienden de manera compulsiva. Del mismo modo, cineastas y fotógrafos se preguntan cuál es la singularidad de su tarea cuando todas las personas (o directamente las máquinas) crean y publican frenéticamente imágenes en las redes sociales. De ese maremágnum de conversaciones, desplegado al compás de la praxis, fue emergiendo un estilo, un método, un punto de vista propio sobre los momentos históricos y sobre nuestra forma de hacer las cosas.

Al cumplir quince años de existencia colectiva, nos parecio oportuno compartir algunas hipótesis que sustentan nuestro punto de vista sobre de qué se trata la escritura y la investigación política. Se nos ocurrió hacerlo a partir de cinco obstrucciones (tomando libremente aquella idea del cineasta Lars Von Trier) que suelen estar implícitas y que ahora sistematizamos y ponemos por escrito.

 

obstrucción 1: la opinología
 

No queremos opinar ni que otros opinen sobre temas. De allí que no publiquemos —salvo excepciones mínimas— columnas de opinión. Solo nos interesan las notas de investigación.

La opinión es el modo enunciativo propio de los medios de comunicación y las redes sociales. Su principal condición —dicho sintéticamente— es la superficialidad. Se puede ser un erudito o una especialista renombrada y, aun así, quedar presos del modo opinativo. La superficialidad no se opone al pensamiento profundo: está dada por la externalidad respecto de la situación de la que se opina. Por eso, dice el historiador Ignacio Lewkowicz, el opinólogo convierte los problemas concretos en temas mediáticos.

Pero sumemos una obstrucción derivada: no solo evitamos opinar, también bloqueamos la utilización de opiniones externas para resolver las notas. Cuando surge una propuesta de investigación, lo primero que sugerimos es que no se incluyan opiniones de especialistas. “Los de afuera son de palo” es una consigna infantil que nos resulta gráfica y efectiva. No tenemos nada en contra de profesionales y especialistas, mucho menos contra lxs intelectuales. Pero si no forman parte, de alguna manera, de la situación investigada, entonces preferimos que no formen parte del texto. Nuestro propósito es no incluir voces que pretendan explicar y resolver un conflicto específico del que no participan. Priorizamos testimonios y análisis de quienes están lidiando concretamente con los problemas que motivaron la investigación. Si se produjo un grave conflicto escolar —una alumna que llevó un arma—, no queremos que la nota se sostenga a partir de la opinión de una experimentada psicopedagoga, un psicólogo especialista en infancias, una socióloga del Conicet que escribió su tesis sobre violencia escolar, ni tampoco un fiscal de menores. Salvo que cualquiera de estas figuras esté efectivamente implicada en ese caso específico.

Nuestro desafío es que esta obstrucción fuerce un pasaje: de la opinión a la hipótesis política. Esta última solo puede emerger de la confluencia entre los testimonios y los datos que registramos en cada situación. Las hipótesis las puede formular quien escribe la nota y, desde luego, también puede emanar de los protagonistas del conflicto. Ellxs no son solo fuentes de información sino de análisis.

 

obstrucción 2: la victimización
 

En crisis evitamos textos que victimicen a los sujetos. Nunca consideramos que existen puras víctimas, aun cuando estén padeciendo situaciones extremadamente duras y adversas. No negamos su sufrimiento: nos negamos a que las investigaciones invisibilicen los signos vitales que toda situación crítica contiene. En este punto somos fieles a la ambivalencia del propio nombre de nuestra revista: la crisis como destrucción pero también como germen de una transformación impensada.

Nuestras investigaciones tienen el desafío mayúsculo de encontrar vida donde a simple vista únicamente predomina la muerte y la desolación. Cuando surgen propuestas para escribir sobre situaciones dramáticas (problemas ambientales, violencia barrial, despidos, estado de situación de la militancia, represión policial, cierres de fábricas, violencia machista, por solo nombrar algunas), esta obstrucción es la primera que compartimos: “No queremos un texto triste”, “que no sea un artículo bajón”, “no las mostremos como puras víctimas”, “encontremos principios de resistencia”.

 

Si el texto amarillista es la versión decadente, espectacularizada, de las noticias policiales, las notas que se limitan a relatar padecimientos son la versión entristecida, despotenciada, de situaciones altamente conflictivas.

 

Si el texto amarillista es la versión decadente, espectacularizada, de las noticias policiales, las notas que se limitan a relatar padecimientos son la versión entristecida, despotenciada, de situaciones altamente conflictivas. Esto lo proponemos a riesgo de parecer (aunque nunca es la intención) voluntaristas. Pero nuestra premisa es que en los quilombos siempre hay potencias latentes. La capacidad de percibirlas es nuestra tarea esencial.

 

obstrucción 3: el ideologismo
 

En crisis evitamos que las notas estén predeterminadas por nuestra ideología. Se trata de todo un desafío para una revista que tiene una posición política de izquierda. Para nosotrxs investigar es lo opuesto a confirmar en una situación determinada lo que ya sabemos o pensamos ideológicamente.

El pensamiento ideologizado tiende a idealizar o demonizar sujetos y procesos sociales, culturales y políticos. Cualquier elemento o fuerza que tensione o ensucie la coherencia interna de esa imagen predeterminada suele dejarse fuera o ni siquiera es visualizado.

Podemos incluir múltiples ejemplos, pero la mejor síntesis es la de la “víctima” que tiene facetas de su biografía que impiden mostrarla como impoluta: las mujeres asesinadas que ejercían la prostitución o vendían drogas, el pibe muerto en un barrio que delinquía, trabajadores de una aplicación que rechazan derechos laborales, un obrero expulsado de su fábrica que vota a la extrema derecha. Las “malas” víctimas tienen un interés particular en la revista porque en sus ambivalencias, contradicciones y puntos ciegos está presente la verdadera complejidad que nos interesa entender y mostrar.

Esta obstrucción se liga con la anterior en un punto específico: suele ocurrir que los signos vitales detectados en una situación crítica no lleguen como lo esperábamos. Allí empieza una nota promisoria para crisis.

 

obstrucción 4: el teoricismo
 

En los textos evitamos mayormente cierto uso de las citas teóricas. Lo aclaramos de entrada: no es un gesto antiintelectual. Sería ridículo que una revista conformada por personas que tenemos formación académica y teórica asumiera esa posición. No va por ahí la cosa. Nuestro reparo es que haya citas de autoridad que cierren los interrogantes abiertos en una situación conflictiva o, principalmente, que sean utilizadas para legitimar las posiciones de quien escribe la nota. Si, por el contrario, las referencias teóricas colaboran para desplegar las hipótesis, abren interrogantes, nos sitúan en un campo de beligerancia política e intelectual (concretamente: con quién nos peleamos o desde dónde discutimos), las citas son bienvenidas.

Extrememos nuestra postura: a la cita teórica la comprendemos como una voz más en el texto que no está por encima de otras. Allí radica una diferencia con las formas académicas, al menos en su versión ortodoxa, que tienden a comprobar en sus trabajos etnográficos lo que ya saben porque lo leyeron y concluyeron previamente. Nuestro camino es el inverso: preferimos que los hechos investigados modifiquen, contradigan o hagan caer, si hace falta, nuestras teorías previas.

Cuando utilizamos citas textuales, nunca las incluimos como notas al pie ni como notas al final. El propósito es que ninguna voz tenga un tratamiento diferenciado. Parece una cuestión estética, meramente formal, pero es un desafío político: incorporar esa voz teórica (una autora, un libro, un pasaje textual) del mismo modo que incluimos un testimonio registrado en un territorio específico. Ninguna voz puede quedar por fuera del texto.

Sebastián Scolnik lo resumió en un texto publicado en la revista #59: “Toda recurrencia bibliográfica, cuando sirve como morada tranquilizadora y autojustificatoria y no como desafío, debería ser puesta en suspenso, pues las legitimidades que de estas citas se desprenden tienden a la mala fe”. La cita teórica no debe cerrar los conflictos que están abiertos ni tampoco aleccionar a las otras voces presentes en la investigación. 

 

obstrucción 5: el narrativismo
 

Tenemos un particular reparo con lo que llamamos el narrativismo, que no implica el reniego de la potencia del lenguaje. Esta obstrucción apunta contra el periodismo narrativo que, en su versión mainstream, mercantil, pone a las narraciones contextuales por encima de la información, los testimonios y las hipótesis.

Rodolfo Walsh fundó la literatura de “no ficción” en 1957 con la publicación de la mítica investigación que daría lugar a la novela Operación Masacre. Un trabajo de reconstrucción artesanal, pormenorizado, rigurosísimo, de los fusilamientos de militantes, ocurridos un año antes en un basural de José León Suárez (provincia de Buenos Aires) como consecuencia de los levantamientos militares y populares contra la dictadura que había desplazado del poder al presidente Juan Domingo Perón. Ricardo Piglia, en su libro Las tres vanguardias, resume en qué consiste la literatura de “no ficción” o el “periodismo narrativo” inventado por Walsh: “Narrar un hecho real como si fuera ficticio, haciendo saber siempre que se trata de un hecho real. Es el hecho verdadero que parece ficcional lo que funciona como material de la no ficción”. El autor de Operación Masacre, El caso Satanowsky y Quién mató a Rosendo tiene una certeza que compartimos: “En la realidad hay más riqueza que en la ficción”.

A partir de aquel invento narrativo se inaugura una larga y profusa tradición de la investigación militante en nuestro país. Miembros de las organizaciones revolucionarias investigando para construir insumos informativos estratégicos y, a su vez, escribiendo notas periodísticas y libros que denunciaban los horrores de las dictaduras militares contra las que luchaban. Allí encontramos un acervo político en el que se inscribe nuestra revista.

Sin embargo, en las últimas décadas hubo un progresivo y ahora consolidado trastocamiento: las investigaciones políticas rigurosas fueron cediendo lugar a una pulsión por el narrativismo del contexto de las propias investigaciones y las peripecias que atraviesan lxs autores. Desde los pormenores de un viaje en taxi para hacer una entrevista; las veces que se tocó la puerta o se llamó por teléfono y no atendió la persona que se pretende entrevistar; la descripción del sitio en el que se realiza esa entrevista y, acto seguido, los detalles de la despedida con el entrevistado; las sensaciones internas durante y después de ese encuentro. Allí radica el centro exacto de esta obstrucción: para que la utilización de recursos novelísticos no recaiga en una pura retórica insustancial, superflua, excesivamente yoica, tienen que estar puestos al servicio de investigaciones exhaustivas, plagadas de datos y testimonios. Dicho concretamente: si narramos mucho es porque tenemos mucho material.

 

Para que la utilización de recursos novelísticos no recaiga en una pura retórica insustancial, superflua, excesivamente yoica, tienen que estar puestos al servicio de investigaciones exhaustivas, plagadas de datos y testimonios.

 

Una intuición complementaria que tenemos es que el narrativismo se instala cuando se detecta que en la escena contemporánea predominan los lectores cansados y distraídos que requieren, desde esta perspectiva, golpes de efecto permanentes capaces de capturar las últimas rayitas de batería vital cotidiana. La revista no pretende obviar esta condición y escribir textos aburridos, tediosos, vanguardistas. No hace falta eso. Lo prioritario es poner en acto una articulación virtuosa entre las revelaciones surgidas en la investigación y los recursos narrativos. Una revista es crítica cuando consigue anudar la escritura virtuosa con perspectivas políticas transformadoras.

 

rescate: textimonios
 

En la permanente lectura de notas de la primera etapa de la revista (1973/1976) encontramos algo que nos dejó perplejos: había artículos escritos sin narrador, únicamente construidos por los autores con testimonios surgidos de las entrevistas realizadas. En 1973, la revista publica un notable libro sobre el golpe de Pinochet contra Salvador Allende en Chile montado únicamente con testimonios. La radicalidad de esta operación editorial nos llevó a crear una nueva sección a la que llamamos textimonios, donde solo se incluyen voces obtenidas en entrevistas. Allí se extreman las obstrucciones 5 y 1: si tiene una importancia esta sección es menos por una experimentación formal que para contrarrestar dos males de este oficio, la opinología y el narrativismo de no ficción. El máximo exponente en Argentina de esta tradición literaria que excluye la figura del narrador/a es Manuel Puig. Beatriz Sarlo escribe algo muy lindo sobre su obra: “Al desdibujarse la voz narrativa autorizada, [es decir,] la perspectiva que organiza las voces narrativas, todos los personajes se condensan en voces narrativas de igual autoridad. Desde el punto de vista formal, se produce una igualación democrática de las opciones narrativas”. En el libro publicado por crisis sobre el golpe de Estado en Chile en el 73, por ejemplo, se entremezclan, sin ninguna jerarquización, testimonios de carabineros, civiles, exfuncionarios de alto rango del gobierno de Allende, gremialistas, empresarios, entre muchas otras voces.

En la revista solemos utilizar esta sección para abordar problemas sobre los cuales tenemos particular interés en que lxs autores no opinen sobre lo que escuchan sino que se limiten (no es poco) a editar un fragmento denso donde, desde su perspectiva, está el corazón de lo que escucharon en cada entrevista.

Walsh en una entrevista realizada por Ricardo Piglia en 1970, ampliada y publicada en la crisis #55 de noviembre de 1987, dice: “La novela es considerada el punto más alto del arte narrativo y el relato documental aparece como un arte pobre. (…) Y creo que es un prejuicio muy poderoso, realmente muy poderoso, pero al mismo tiempo creo que gente más joven (…) va a aceptar con más facilidad la idea de que el testimonio y la denuncia son categorías artísticas por lo menos equivalentes y merecedoras de los mismos trabajos que se le dedica a la ficción. En un futuro tal vez se inviertan los términos: que lo que realmente se aprecie en cuanto a arte sea la elaboración del testimonio o el documento”.

 

lo abierto
 

Muchas notas de crisis saltan por encima de una o varias obstrucciones. A veces por el poco tiempo, o por falta de habilidad de lxs editores, quienes luego se autoflagelarán. Otras veces, en cambio, demuestran que una forma a priori excluida puede encontrar su potencia cuando se la amasa lo suficiente. Así, en los últimos tiempos incorporamos un tipo de texto que lleva la etiqueta chispa conceptual, una intervención ensayística que no es una opinión, ni tampoco una investigación factual, sino que nace cuando una autora o autor elabora una idea clara y punzante para tensar la época. Las obstrucciones, entonces, tapian los caminos trillados (la escritura hegemónica, el cliché) para abrir otro surco, incipiente, a veces tembloroso, en el que la escritura periodística vuelva a tener sentido.

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