Dos fotos sobresalen en la trayectoria de Osvaldo Jaldo (OJ) como candidato a gobernador de Tucumán.
La primera: es septiembre de 2021, el escenario es la Casa de Gobierno de Tucumán, concretamente las escaleras con alfombra roja que llevan al primer piso, las más próximas al despacho del primer mandatario. Después de meses furibundos, de agresiva pelea mediática y electoral, OJ -en ese momento vicegobernador- va a encontrarse y a conversar con quien fue hasta hace horas el blanco de sus dardos, Juan Manzur (JM), el entonces gobernador. Está acompañado solo por su custodia, con gesto apacible. Un puñado de periodistas y reporteros gráficos lo esperan junto a las escaleras, aunque no da declaraciones. Las dará después, pero sobre todo las ha dado antes. Desde que blanqueó su confrontación con JM, su socio político e institucional desde hace por lo menos seis años, el vicegobernador no ha escatimado en argumentos para explicar por qué se había rebelado como lo hizo y por qué a los tucumanos nos convenía él y no tanto el otro. A esa reunión entra perdidoso (días atrás, el manzurismo se ha impuesto categóricamente en una interna) y sale ganador. Ese será su primer día como gobernador interino de la provincia.
La segunda foto: es 11 de mayo de 2023, el escenario es el antedespacho gubernamental. JM y OJ están sentados juntos, frente a ellos un mar de micrófonos y grabadores. El primero sonríe más -mucho más- que el segundo, al límite de lo extraño; lo que están a punto de hacer no estaba contemplado por ninguno. Las elecciones provinciales han sido tackleadas por una cautelar de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), que pide tiempo para expedirse sobre un eventual impedimento de JM para ser candidato a vice. A esa conferencia OJ entra tajante (durante días se ha obstinado en repetir que la fórmula Jaldo-Manzur no se bajaría) y sale con gesto adusto. Manzur declinó su postulación, las elecciones han sido suspendidas, en el aire se respira una incertidumbre que va más allá de las muestras de confianza que ambos han intentado proyectar frente a la opinión pública.
fin de la guerra fría
Aquellas son apenas dos escenas del largo camino de OJ como candidato a gobernador por el Frente de Todos. Son, sin dudas, las más resonantes. Pero reconstruir su derrotero en las aguas públicas implica remontarse hasta 1983 cuando, durante el gobierno de Fernando Pedro Riera (1983/1987), asumió como secretario de Hacienda de Trancas, su ciudad natal. Fue un despertar político basado en sus conocimientos profesionales, ya que su título de contador público nacional se condecía con las exigencias del cargo.
Fernando Juri Debo, un peronista de estirpe, con décadas de trayectoria política, dice haberlo conocido en esos tiempos iniciáticos, justamente porque él ostentaba el mismo rol en representación de la ciudad de Bella Vista y coincidían en encuentros permanentes. “Jaldo venía de Vanguardia Federal, una rama o desprendimiento del radicalismo. Éramos todos jóvenes y era un momento de alegría. Volvíamos a la democracia tras muchos años de dictadura. Después de aquella época se afilió al justicialismo, del que nunca se fue. Trabajó fuerte y se ganó su espacio”, recuerda con precisión.
El propio OJ lo suele remarcar: ni un solo año desde el 83 se salió de la palestra política. Al contrario, como en un círculo concéntrico, ha recorrido el camino desde el borde hasta el centro en un doble sentido. No solo sus cargos han ido ampliando su espectro de influencia sino que también se lo reconoce como alguien que llega al corazón del poder conociendo de primera mano los problemas y las necesidades del interior provincial.
Nacido en 1958 en Trancas, una localidad agroganadera al norte de Tucumán, el candidato oficialista se define hasta hoy como vecino de ese lugar, aunque en concreto solo vaya los fines de semana si sus obligaciones se lo permiten. En 1987, de hecho, fue elegido intendente allí. Repetiría la conquista en otras dos ocasiones, en 1995 y 2003. Pero antes y después, y a veces paralelamente mediante el recurso de la licencia, pasó por una gran diversidad de cargos políticos: fue legislador provincial (1989/1999), ministro de Economía durante el gobierno de Julio Miranda (1999/2003), diputado nacional (2009; 2013/2014), ministro del Interior durante el mandato de José Alperovich (2007/2009; 2013/2015), interventor de la Caja Popular de Ahorros (2004/2007), un organismo financiero estatal; y vicegobernador (y como tal presidente de la Legislatura) desde 2015 hasta ahora.
A lo largo de todos esos roles, OJ construyó un estilo político que su entorno define como territorial y militante, fundamentalmente por su manejo de la dirigencia del interior. En una solapada comparación con JM, hay quienes resaltan como su principal virtud que “defiende a la provincia y no tiene intereses externos”, es decir, aspiraciones a puestos nacionales.
¿Siempre tuvo la gobernación como meta?.
Siempre, siempre, esto es un deber cumplido para él -, responde sin dudar Juri Debo, ex defensor del Pueblo de la provincia y hasta hace poco director del Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura.
¿Lo manifestaba?
Siempre lo demostró y lo dijo. Es un objetivo que se marcó y en el que vino trabajando.
Aquel 20 de septiembre de 2021, cuando se reencontró con JM después de meses de guerra fría, OJ por fin iba a probarse ese saco que desde hacía mucho anhelaba: el de gobernador. Cierto es que de forma interina y hasta resistida por un sector del propio oficialismo. La coyuntura venía a salvar de manera casi milagrosa la pelea entre los dos hombres más fuertes del Estado provincial tucumano. Ante el resultado adverso en las PASO, el presidente Alberto Fernández había convocado a JM para hacerse cargo de la jefatura de Gabinete. Esto dejaba naturalmente al Ejecutivo en manos de su segundo.
Pero antes: la interna.
los reyes
¿Cómo habían llegado OJ y JM a tal nivel de enfrentamiento del que solo un hecho ajeno los pudo rescatar? Hay analistas que ubican el punto de quiebre ya en 2019, inmediatamente después de que la dupla fuera reelecta para su segundo mandato. Con los votos de aquella elección todavía sometidos a conteo, los dos pensaban ya en los comicios de 2023. OJ consideraba que había hecho suficiente buena letra como para pelear por la gobernación. JM, según percibía su vice, planificaba reformar la Constitución para que se le habilitara un tercer mandato, ya que en Tucumán la ley permite hasta una reelección consecutiva.
El desencuentro de ideas era grande, agrio. Apuntar al mismo objetivo los haría distanciarse cada vez más. Hacia 2020 era un secreto a voces que la relación era tirante. Y a mediados de 2021, OJ empezó a reconocerlo: no tenían diálogo desde hacía meses. En una entrevista ofrecida en julio de ese año a “Buen día”, el informativo de La Gaceta, el vicegobernador fue muy tajante respecto de la que él destacaba como su principal diferencia con JM. “Yo no soy un proyecto personal, soy un espacio político”, advirtió. “Nosotros con JM hemos formado un buen equipo: en 2015 y en 2019 hemos ganado las elecciones. Pero a partir de entonces empecé a ver algunas cuestiones con las que no estoy de acuerdo. Veo que JM no se quiere ir del gobierno, su único objetivo es modificar la Constitución para perpetuarse ocho o doce años más en el poder, como sucede en otras provincias, en las que [los gobernadores] tienen 30 o 40 años de mandato. ¡Ya son reyes!”.
También en esa entrevista con La Gaceta, OJ reconocía por primera vez que JM le había pedido expresamente que, como presidente de la Legislatura, reuniera los votos para una reforma constitucional: “Las intentonas son permanentes. JM no se quiere ir”. En ese contexto, el vicegobernador se proponía como alguien que podía salvar a los tucumanos de esa acumulación unipersonal del poder. Según él, únicamente otro peronista era capaz de ponerle freno a las ambiciones manzuristas: “Los peronistas somos los únicos que podemos impedir eso porque la oposición no tiene posibilidades, ni en la Legislatura ni en el territorio”.
JM replicaba mediante declaraciones propias (“OJ se ha ido con Macri, cruzó a la oposición, y es mi obligación decírselo a los tucumanos”), pero sobre todo mediante críticas de dirigentes afines. El ida y vuelta fue bravo y sostenido, y en algún momento incluyó exabruptos y denuncias cruzadas. La situación era insólita: el gobernador y el vice desafiándose y criticándose en medios y en actos masivos, con la paradoja de que hablar mal uno del otro implicaba hundir también a la gestión que compartían desde hacía seis años.
El límite para esta escalada tenía fecha de vencimiento: el 12 de septiembre de 2021, las PASO iban a dirimir un ganador. En los papeles, ambos se presentaban como precandidatos para el Congreso nacional por distintos espacios, pero lo real es que esa votación funcionaba más bien como una interna justicialista. JM ganó en las urnas por amplísima diferencia, aunque ambos festejaron. OJ, sin embargo, entendió que había reunido un espaldarazo fundamental por parte del electorado con vistas a 2023.
Ninguno de los dos contaba con lo que vendría después: JM reclamado por el presidente Fernández y un vacío sorpresivo en el Ejecutivo provincial. Durante algunos días la tensión de la interna estuvo lejos de aplacarse. La versión era que JM no quería dejar a su segundo en el puesto, incluso se decía que había aceptado la jefatura de Gabinete con la condición de que también se tentara a OJ con un cargo nacional. De esta manera, la gobernación quedaría a cargo de un hombre afín, el presidente subrogante de la Legislatura, Sergio Mansilla.
Pero OJ se aferró a la oportunidad y esquivó cualquier intento de sortear la sucesión natural. Por eso se dice que “perdió, pero ganó”: ocho días después de ser derrotado en las internas y gracias a circunstancias que nadie podía prever, asumió como gobernador interino de Tucumán.
llamado salvador
La estancia de JM en Buenos Aires sirvió para muchas cosas. Por un lado, contribuyó a amansar el fuego cruzado, que había arrastrado consigo a varios dirigentes de uno y otro espacio. Algunos protagonistas de aquella contienda, con la experiencia suficiente como para haber recorrido internas previas, coinciden en que esta no fue una pelea justicialista más y la definen mejor como “una lucha fratricida”. Aseguran que quedaron huellas. De hecho, hasta hoy se sigue distinguiendo entre “manzurismo” y “jaldismo” para reconocer inclinaciones.
La dirigencia partidista, aun así, reconoce que OJ recompuso el panorama con agilidad y cintura ni bien arrancó su interinato. De hecho, destacan que todos aquellos que en su momento lo confrontaron hoy trabajan para su unción como gobernador. Y esa es otra consecuencia fundamental de aquel episodio: definiría con dos años de ventaja cómo se ordenaría el espacio en 2023.
En un ejercicio de proyección, hay analistas que interpretan que si a JM no lo hubieran convocado desde la Nación, no habría existido la posibilidad de una reconciliación: habrían llegado divididos al final del mandato y con OJ postulándose por fuera del bloque.
Los 513 días de mandato interino de OJ sirvieron también para ofrecer a compañeros, opositores y ciudadanos una “muestra gratis” de su estilo en el poder. Su entorno destaca que surfeó de manera airosa la circunstancia de gobernar con un gabinete heredado. Contra algunos de esos ministros se había tirado públicamente durante la interna. Una palabra se repite entre los testimonios: lealtad. Ya en el sillón gubernamental, dicen, se mostró leal con JM y sus referentes afines, y así recuperó la confianza, al menos provisoriamente.
Ese mismo calificativo usó JM cuando reasumió su cargo, en febrero de este año, después de volver de la jefatura de ministros de la Nación. “En los próximos tiempos conducirá la provincia un hombre que conoce profundamente el Estado y el interior. Es un hombre de bien que tuvo una conducta intachable. A partir de estas cualidades nos llevará a un futuro mejor. Ese hombre se llama OJ -decía ante un vicegobernador restituido y sonriente. Durante este tiempo hablaba con él dos y tres veces por día. Eso se llama compromiso, se llama lealtad”.
ceños fruncidos
Superadas las internas -al menos de modo público-, la dupla se concentró en el cumplimiento del cronograma electoral. Aunque era un secreto a voces, jugaron al misterio durante meses y dejaron para el último día hábil de 2022 el anuncio mediático de que irían juntos en una fórmula encabezada por OJ. Aparentemente sólo quedaba pensar en el adversario: ¿A quiénes tenían enfrente?
En las encuestas, el binomio Roberto Sánchez-Germán Alfaro, candidatos a gobernador y vice de Juntos por el Cambio, es su mayor contendiente. Sánchez, actual diputado nacional, viene del radicalismo, aunque su incursión en la política es relativamente reciente, cuando fue elegido legislador, en 2011. Esa parece ser su mayor fortaleza entre los votantes, que lo perciben como una propuesta fresca entre un mar de caras harto conocidas. También le jugaría a favor su gestión como intendente de Concepción -una ciudad al sur de la provincia de la que es oriundo-, que ha sido en general bien valorada.
Alfaro, en tanto, aporta a la dupla la trayectoria política: es el intendente saliente de San Miguel de Tucumán (2015/2019; 2019/2023), pero antes también fue concejal, legislador, diputado nacional y secretario de Gobierno municipal. Sin embargo, la fortaleza de Alfaro es mucho más que la suma de esas experiencias: sus orígenes peronistas (partido con el que rompió en 2015 para pasarse a la oposición) le darían el conocimiento suficiente para saber cómo moverse en el juego electoral y en el territorio, a la vez que prever jugadas de sus adversarios.
La conclusión inmediata podría ser que estas diferencias potencian a Alfaro y Sánchez y los hacen opuestos complementarios, pero lo cierto es que esas posiciones encontradas han sido tan intensas como para casi quebrar la alianza. Con ambos proyectándose como candidatos a gobernador, el camino hasta el lanzamiento de la fórmula opositora fue tenso y lleno de incertidumbre. Otra interna partidaria, aunque no tan pirotécnica como la oficialista. Finalmente fue Alfaro quien cedió: “He decidido dejar a un costado mis aspiraciones personales y declinar mi candidatura a gobernador porque considero que primero está Tucumán y luego los hombres”, anunció el 13 de marzo.
Si bien segundo en la lista opositora, Alfaro no perdería nunca protagonismo. Dos meses después de aquel anuncio, el líder del Partido por la Justicia Social (tal el nombre de su armado político) sería catalogado en los medios nacionales como aquel que finalmente volteó la candidatura de JM. En una pelea judicial que terminó en la CSJN, Alfaro tildaba de inconstitucional la postulación del gobernador teniendo en cuenta la extensión del período en que había estado a cargo del Ejecutivo provincial: ocho años como vicegobernador de José Alperovich (2007/2015) y otros ocho como gobernador (2015/2023).
La resolución de la CSJN derivó en la suspensión de las elecciones, una decisión que Alfaro recibió “con mucha emoción y alegría”. Caía la fecha prevista por el Gobierno para votar -el 14 de mayo- y ese shock ya era grande, pero en el corazón del peronismo el cimbronazo estaba más bien dado por la amenaza que eso representaba para la postulación de JM. Después de días erráticos, en que la dupla oficialista alternó entre gestos desconcertados y demostraciones de solidez, JM declinó su candidatura.
Y ahí la otra foto icónica del camino eleccionario local. El hombre más poderoso de la provincia, en una conferencia nocturna convocada bajo la extrañeza de los hechos, anunciando que consideraba inoportuna la decisión de la Corte, pero que igualmente actuaría en consecuencia. En un mismo movimiento, JM rellenó varios blancos: se bajó de la fórmula, nombró a su sucesor (el ministro del Interior, Miguel Ángel Acevedo) y, fundamentalmente, aclaró que su nombre solo se retiraba de los votos, no de la esfera de la conducción. Manzur dejaría de estar, pero seguiría estando. A su lado, OJ asentía con ceño fruncido.
Otros aspirantes a la gobernación tucumana miraban la escena con fruición: Ricardo Bussi (Fuerza Republicana), que en estos comicios llega respaldado por Javier Milei; Federico Masso (Frente Amplio); Martín Correa (Frente de Izquierda); Raquel Grassino (Política Obrera) y Juan Coria (Nos Une el Cambio).
campo de batalla
Después de este camino sinuoso y extenuante para todos los espacios, en la que algunos han definido como la elección más judicializada de nuestra historia, Tucumán vota el 11 de junio. ¿Qué provincia comenzará a perfilarse a partir del lunes 12?
En el caso de que el oficialismo se imponga, el paso de OJ por la gobernación puede servir de referencia, proponen los analistas. La politóloga Alexandra Morales sostiene que, en su interinato, se ocupó de temas que parecían desatendidos desde hacía mucho tiempo, como la candente inseguridad: “Eran problemáticas a las que el Gobierno no daba respuestas o cuya gravedad no reconocía, pero cuando Jaldo tuvo la oportunidad cambió al ministro de Seguridad de entonces [Claudio Maley], avanzó en la obra de una alcaldía y puso en funcionamiento la ley del narcomenudeo”, dice.
Según Morales, esto podría ser una muestra de que OJ no es un político ensimismado, sino que conoce e incorpora en su agenda lo que el pueblo reclama. “Él suele hacer frente a los problemas. Cuando desde la ciudadanía surgen demandas por algún episodio o mala decisión, sale a responder. No siempre lo termina resolviendo, pero es valioso el simple hecho de recibir a los afectados o de contestar sobre determinadas cuestiones. No es alguien que se esconda u oculta. Diría que, en general, JM y OJ dejan una provincia mejor de la que recibieron aunque con grandes falencias en lo económico, político y social”, completa Morales, que pone a la inflación y a la falta de empleo genuino como los grandes enemigos de la próxima gestión.
Por su parte, el politólogo Luis Karamaneff define a OJ como un “conservador popular”, esto es, un político ideológicamente inclinado a la derecha (cercano a la iglesia, de discurso punitivista contra las drogas), pero con gestos que lo “mezclan” con el pueblo (de modismos desinhibidos y campechanos). “Sus discursos son estrictamente localistas, sin muchas referencias al mundo, y siempre su adversario es lo porteño. Siempre que habla de lo porteño hay un sentido peyorativo y eso va más allá de la reciente pelea con la CSJN. Es algo sistemático”. Y analiza su diferencia con JM: “El actual gobernador tiene una visión menos localista, le da importancia a lo mundial. Esto no solo en el plano económico, por sus vinculaciones con el mundo empresario, sino hasta en el religioso: todo el tiempo hace notar su relación con la comunidad judía internacional, por ejemplo. Eso incide mucho en la conformación del gabinete y en la visión estratégica para Tucumán”.
Mucho del estilo atribuido a OJ, por el contrario, está sustentado en su condición de hombre de campo. Tanto él como su entorno hablan asiduamente de su extrema puntualidad. Dicen que es el primero que llega a la oficina -ya en la Legislatura, ya en la Casa de Gobierno- y probablemente el último que se va. Esto sería así porque en Trancas, desde muy chico, el mandato doméstico era levantarse antes de que saliera el sol para pasar directamente al ordeñe y a los tambos, principal sustento de su familia de origen. “Todo es esfuerzo y sacrificio -afirmaba OJ en una entrevista que dio durante su interinato a Canal 10-. Sí, hoy estoy en el cargo máximo provincial, pero yo me levanto a las 5.30 para ir a trabajar a las 7. Cuando ingreso a la Casa de Gobierno están [solo] el gobernador y las palomas arriba, porque recién están llegando los empleados”.
Pocas veces deja OJ asomar alguna veta informal o descontracturada, al menos mientras las cámaras están encendidas. Su entorno, de hecho, lo define como controlador, casi obsesivo: está atento a todo lo que sale en los medios y lo tiene en cuenta para armar su agenda. Aunque le reconocen la virtud de la permeabilidad: “OJ escucha; es un hombre de carácter, sincero y frontal”.
De esas virtudes personales, del manejo del territorio y la dirigencia, y de la impronta que mostró al enfrentarse a propios y extraños. De todo eso se nutre su plataforma. En estas elecciones, por fin, sabrá si aquello es suficiente para acceder al cargo que siempre ha ambicionado.