Por primera vez desde la Campaña del Desierto, el pueblo mapuche de Río Negro se moviliza.
El Consejo Asesor Indígena, que surgió como una instancia de discusión de la Ley del Indígena, se convirtió en el organismo representativo de los pobladores explotados, incluidos indígenas y criollos.
Las circunstancias y los conflictos profundizaron los objetivos de lucha y las formas organizativas, que además cuentan con el apoyo del obispado de Viedma y de grupos que, en las ciudades, prestan ayuda en difusión y recursos al CAI.
Dispuesto a emprender la última etapa de su largo viaje por la Patagonia, George Musters resumió en un párrafo la magnitud del desierto y las soledades de lo que hoy llamamos "la Línea Sur":
"Esa tarde Casimiro mandó a buscar a los voluntarios que querían ir conmigo a Patagones, como mensajeros o chasques... Pero de los que tan deseosos de ir habían estado no apareció ni uno solo, y ningún indio quiso consentir en prestar sus caballos para tan largo viaje. El cacique se quedó tristemente desconcertado, y maldijo a los caciquillos en general. Después trató de disuadirme a mí de ese viaje diciendo que la distancia era grande, que la travesía o desierto era un paraje horrible, que iba a perder probablemente mis caballos, que muchos habían muerto de hambre...contó que él mismo había empleado doce días para cruzar ese paraje, que se había visto obligado a abandonar un caballo y la montura y arreos del que le quedaba... También, un indio joven que había partido con la intención de atravesar el desierto se había perdido, y el cacique dijo en tono impresionante: “Allá están ahora sus huesos".
Corría el año 1869. Pero esta historia de indios y desiertos no se ha confinado en el pasado; las travesías siguen tan desiertas como entonces, y la mayoría de los pobladores son descendientes de algunos de los que integraban la comitiva del cacique Casimiro.
Para comprender esta verdad, basta subir en Bariloche al traqueteante Transportes Mercedes que todos los días parte hacia Ingeniero Jacobacci, la población más importante de "la Línea". Sale a las 18 en punto aunque su horario de llegada es incierto. Es un viaje de paciencia; la paciencia está enclavada en la mayor parte de los pasajeros que se instalan en el ómnibus desde el mismo momento en que éste atraca. Ese aire fatalista, de espera inevitable, acompañada por bultos múltiples que entorpecen el paso, nos remite a cualquier terminal de ómnibus de Latinoamérica. El silencio, los ojos hacia ningún lugar y una apariencia de resignación que transportan por un momento al Camal de Quito, al Ormeño de Lima o a los busecitos que van desde Cuzco a Pisaq.
Una vez que el asfalto queda atrás, el camino avanza entre cerros y mesetas de recortes bruscos. Se esbozan cañadones y piedras extrañas; sabemos que más allá están las cuevas de Salamancas o las lagunas que esconden a "El Cuero", ese ser o cosa monstruosa que acecha a los incautos. En general el paisaje en el crepúsculo recuerda las montañas de la locura de Lovecraft. El camino es más o menos el mismo que recorrió Musters; en realidad, tal vez sea más fiel el trazado de la línea férrea. Pero cualquier pequeña modificación que hubiera ocurrido no altera el hecho de que esta Línea Sur reproduce, paso por paso, la ruta que por cientos o tal vez miles de años ha recorrido el hombre, yendo y viniendo desde el mar a la cordillera. Es la rastrillada, el "camino de los chilenos" en el siglo XIX, el tránsito posible gracias al conocimiento geográfico acumulado desde tiempos ignotos, la sabiduría sobre aguadas, arroyos, campos de caza y refugios que garantizaban llegar hasta Valcheta, el oasis desde donde se distribuían las rutas de Mapuches y Tehuelches.
Hacia Choele Choel, camino obligado de las cabezas de ganado rescatadas por los malones sobre territorio huinca; hacia el lejano sur, territorios de los caciques Orkekey Casimiro y hacia la costa, el tramo más peligroso, el Huecubo Mapu o país del diablo.
El mismo desierto que vio Musters sigue ahí; pero entre aquel tiempo y éste la sucesión de hechos aciagos le sumó, a ese "paraje horrible", la impronta de la discriminación y el genocidio. Los indios fueron arrinconados, los campos depredados y en muchos casos de manera irrecuperable. La "civilización" y el "progreso" quedaron resumidos en las manos de un puñado de sociedades británicas, de estancieros locales y de mercachifles avispados.
¡esta lucha sigue adelante!
La protesta irrumpió aun desde los parajes más distantes del desierto. Había estado dormida por más de un siglo, desde esos tiempos en que los mapuches perdieron las últimas batallas. Por un siglo, la protesta se había refugiado, subterránea, en alguna rogativa: "Hermanos, oh hermanos/ Ya llegó la palabra/ es hora de que montemos/ a caballo nosotros los sublevados/ para ver la cara del fuego/ vamos a defender nuestra tierra/ ¡Hermanos, oh hermanos!"
Esta vez fue distinto; desde hacía meses la organización había comenzado a crecer y a hacerse fuerte. Tomó una forma, un nombre: Consejo Asesor Indígena de Río Negro. El 25 y 26 de agosto pasado estuvieron en Viedma haciendo oír su voz. Dice la crónica que entre otros muchos delegados de parajes hablaron Segundo Millache de Pichi Leufu, Severo Collueque de Lipetren Grande, Antonio Huechucura de Blancura Centro, Justo Pilquiman de Cerro Alto, Sergio Liñado de Mencue Viejo, Benedicto Llancalleo de Cañadón Chileno, Florentino Huircapan de Manuel Choique, Nelly Liempe de Arroyo Las Minas... Nombres que por sí solo resumen la fuerza de los hechos.
"Este viaje que hemos hecho para ir a ver al señor gobernador por el proyecto de ley que un año y medio habíamos trabajado, ¿Por qué no lo ha entregado? Ahora fuimos a verlo por esto y no nos atendió, directamente nos echó. Y como argentinos, no nos recibió. ¡Esta lucha va a seguir adelante, dentre el gobierno que dentre! ¡Esta lucha va a seguir en el Consejo Asesor Indígena!" (palabras de Severo Collueque). Florentino Huircapan, por su lado, dijo: "La movilización nos sirvió para conocer el pensamiento del gobernador, al no cedernos la participación en la ley indígena. Llegué a la conclusión de que este gobierno está más dispuesto a responder en forma positiva a los que nos quitan la tierra, a los explotadores, a los que viven actuando con la injusticia hacia nuestras gentes indígenas." Totalmente opuesta fue la actitud del obispo Hesayne, quien en un mensaje afirmó que "la Iglesia rionegrina está dispuesta a acompañarlos hasta sus últimas consecuencias..." e invitó "a todos los cristianos, y a hombres y mujeres de buena voluntad a que acompañen a los justos reclamos de quienes por tanto tiempo han vivido cautivos del silencio impuesto y de la marginación en su propia casa: la tierra rionegrina".
Los delegados de ochenta parajes conmovieron la aburrida calma administrativa de Viedma, fastidiaron a los funcionarios y sulfuraron al gobernador Alvarez Guerrero.
la campera perdida
La casa de los Huircapan es de adobe, como la mayoría de las casas de pobres de la Línea Sur. Don Huircapan no podría negar su condición de mapuche; desde que entramos con Cacho se ha sentado estático junto a la cocina a leña, con sus manos distraídas en un caballito de plástico de sus nietos. Las hijas nos sirven mate y torta frita, y se disculpan porque "hoy no hay carne, si no haríamos un asado". La casa de los Huircapan está en el poblado El Caín, a una hora y media desde Maquinchao, en dirección al sur. El Caín está conformado por una treintena de casas de adobe entre las cuales sobresale la construcción moderna de la escuela, con techo amarillo. No hay correo ni sistema alguno de transportes; el camino es una huella que sigue hacia el sur, hacia Gastre, donde pronto la muerte latente en la basura atómica agregará un distinguido toque de modernización a las pampas eriales.
Cacho es un promotor del Proyecto de Promotores de la Línea Sur, que surgió bajo la inspiración y el impulso del obispo Hesayne. Hemos viajado desde Maquinchao con un propósito definido: hace un tiempo Cacho tuvo que cambiar una goma en medio de la nevisca; en el apuro dejó olvidada en el campo la campera con todos los documentos que, ignota y desamparada, sobrevivió a las tempestades hasta que providencialmente un paisano la encontró y dió aviso. El motivo del viaje es pretexto para hablar. Antes, en el paraje bajo Caín, doña Zambrano le había entregado la prenda y los papeles; ahora Cacho, con los Huircapan, organiza la reunión de la cooperativa de lana. Se acerca la esquila y hay mil cosas que resolver; año a año la cooperativa crece y los desafíos se multiplican. Organizar, aquí, es movilizar pobladores en muchas leguas a la redonda; hay que precisar una y otra vez los inconvenientes, los horarios, las previsiones. Por la radio, desde el lejano San Carlos de Bariloche nos llega la voz de Leonardo Jalil Bayer.
"somos la continuidad"
De los tres grupos que componían la gran nación que los españoles llamaron "araucanos", sólo los mapuches sobrevivieron al impacto de la conquista. Por cuatro siglos hicieron morder el polvo a los españoles, chilenos y argentinos.
Los mapuches pasaron la cordillera, hacia el oriente, a fines del siglo XVI. Aprendieron a usar el caballo y recuperaron las antiguas artes de caza, favorecidos por la riqueza de la misma en los nuevos territorios en los que se desplazaban; conservaron por cierto su cultura de agricultores y artesanos, y un alto grado de organización política. En lo que hoy es territorio argentino, se fundieron con los tehuelches del norte patagónico, grupo humano con un desarrollo tecnológico y organizativo menos desarrollado. En rigor, su principal expansión se dio hacia el norte del río Negro; en lo que hoy son los lugares y parajes de la Línea Sur es probable que sólo mantuvieran campamentos de apoyo, lugares de caza y pequeños asentamientos, sobre todo desde Valcheta hacia el oeste.
La larga batalla entre los mapuche y los blancos terminó en 1885. El primero de enero de ese año se rindió Sayhueque, el cacique del llamado país de Las Manzanas. Sin capacidad guerrera, cercados por el hambre, los mapuches no pudieron resistir el embate de las tropas que partieron de Valcheta, barrieron la meseta y penetraron hacia el sur, profundamente, por los valles de los ríos Chubut y Senguerr. Hubo dos políticas de las clases dominantes para con los pueblos aborígenes: en el norte argentino se los dominó para utilizarlos como mano de obra barata en los obrajes y plantaciones; en el sur, para expulsarlos de las tierras.
Sin llegar a los niveles de brutalidad empleados en Santa Cruz, donde a los pobladores nativos se los envenenaba o cazaba a tiros, en el norte patagónico se practicó el genocidio a través del arrinconamiento en las llamadas "colonias pastoriles", reservaciones hechas en tierras fiscales la mayor de las veces inservibles. Paralelamente, las mejores y más extensas superficies se concentraban en pocas manos: estancias inglesas, oligarcas nativos, o sociedades anónimas de origen incierto.
De todo eso nos habla Chacho Liempe. Se trata de un mapuche puro, de los Liempe de Epuyén. Sus abuelos vivieron siempre en la cordillera; hacia atrás en el tiempo no hay otros datos, pero Chacho tiene en claro su ascendencia. Es un integrante del Consejo Asesor Indígena y también promotor del CEDEC, una organización no gubernamental auspiciada por el obispado de Río Negro. Hace años, Chacho vivió en Lincoln, provincia de Buenos Aires; pero después de graduarse como maestro especial sintió el llamado de la meseta y se estableció en Ñorquinco.
Guitarrero, cantor, recorre esas inmensidades en un jeep que facilita los viajes y despierta la ira de los mercachifles. "Me miran con rabia" dice. "¿Cómo será que este indio anda en ese jeep? se preguntan". Para Chacho, el jeep y su buen funcionamiento es crucial; desde que el CAI se puso fuerte, y que las cooperativas de los campesinos le quitan ganancias a los acopiadores, la cosa se puso espesa. Nadie lo ayudará en el desierto si sufre un percance. "El otro día me tiraron una camioneta encima" cuenta, sonriendo.
Se lo ha escuchado varias veces en reuniones organizativas; invariablemente comienza contando su historia personal; para él, su propia experiencia de vida es inseparable de la lucha de su pueblo.
"Nosotros somos la continuidad de todo un proceso de lucha que nunca se ha detenido; es la continuación de la lucha que llevaron nuestros abuelos, nuestros bisabuelos, contra la intención de dominio que tuvo el hombre que vino de afuera. El Consejo Asesor Indígena es la continuidad de una lucha. Yo lo tomo de mi padre, y él lo tomó de su padre y de otros parientes que en su caso han participado en el combate directo, armado, con el hombre blanco. Esa bandera que siguió mi padre la he tomado yo; en distinta situación, porque la lucha no significa siempre la lucha armada. A mi padre le tocó luchar en su lugar, en su trabajo, luchando por mantener la identidad. Para que nuestros mismos hermanos de raza no pierdan su identidad. Esta lucha primero fue individualmente. En uno y otro punto de nuestro territorio hubo siempre gente que mantuvo esa lucha en forma personal. Al unificar ese espíritu combativo, además de unir a la gente que tenía esa forma de actuar, resalta más, ¿no? Porque si uno lucha solo por ahí anda silencioso, en cambio si somos cuatro o cinco, o diez o veinte, eso se nota clarito. Y es más la gente que se adhiere... En estos años vamos multiplicando, hacia el crecimiento de este proceso de tomar conciencia de lo que tenemos que hacer para salir de esta situación..."
proclama mapuche
La que efectúa el CAI con motivo del acto en Viedma comienza así: "El pueblo mapuche a través de su órgano auténticamente representativo, el Consejo Asesor Indígena, se moviliza hoy para presentar ante la opinión pública del país y de la provincia y para reclamar ante el gobierno sus reivindicaciones y sus derechos que históricamente le fueron negados y pisoteados y que hoy una vez más pretenden desconocer.
"Hoy para nosotros es un día histórico. Porque el apoyo de la Iglesia rionegrina y de todos los sectores que han entendido que nuestra lucha es justa, pero fundamentalmente basados en nuestra propia organización, pudimos vencer las más serias dificultades, el temporal de nieve que azotó estos días la Línea Sur, la falta de combustible y movilizarnos masivamente de acuerdo a lo previsto para llevar a la capital provincial y futura capital del país nuestros reclamos".
Muchos son los reclamos que, después de un siglo de discriminación, tienen para formular los integrantes del CAI. Sin embargo, al día de hoy, la cuestión está acotada. Durante un año y medio los delegados del CAI elaboraron, junto a funcionarios designados por el gobierno, una "ley aborigen". Esta ley, según el CAI, "garantiza el protagonismo mapuche otorgándonos en el órgano de aplicación de la misma, la posibilidad de decidir nuestro destino". Ese es el punto clave: los funcionarios habían acordado la participación de los mapuches en la aplicación de la ley mediante representantes elegidos por ellos y en igualdad a los propuestos por el gobernador. El mecanismo consistía en seis delegados por cada sector (mapuche y oficial) y un director del organismo ad hoc nombrado por el gobernador, pero a partir de una terna propuesta por el CAI.
En forma unipersonal, el gobernador Alvarez Guerrero desconoció lo acordado por sus propios funcionarios y elevó a la legislatura un proyecto de ley por el cual los delegados serían cuatro (dos por cada sector) con un director elegido por simple arbitrio del gobernador. Para refrendar la arbitrariedad, Alvarez Guerrero designó al frente de la actual Dirección Indígena a Eulogio Frites, un coya. Obviamente, la medida no fue bien vista por los mapuches. No sólo se trata de un desconocido para las cuestiones del lugar; Frites está visualizado como un antiguo burócrata de las posiciones indianistas, que tienen mucho que ver con el rescate folklorizante y muy poco con las demandas sociales, políticas y económicas que movilizan hoy al pueblo mapuche.
Chacho Liempe sigue contando la historia. Aquí, las formas y los datos de la historiografía occidental no corren; hay una visión de las cosas y los acontecimientos desde adentro. "Cuando terminó ese período de la lucha armada, queda todo detenido; se vuelve a asentar la gente en un lugar y otro, casi siempre desparramada, las familias quedaron completamente desintegradas. Hoy mismo nosotros, los paisanos, es casi un chiste decir que cuando dos paisanos nos juntamos, y empezamos a hablar, seguro que vamos a salir parientes. Y eso es porque nos estamos encontrando recién..."
La llamada Conquista del Desierto fue una vasta operación expropiatoria de tierras. En los cinco años posteriores a la campaña el Estado repartió entre un puñado de personas unos 20 millones de hectáreas de La Pampa y los territorios patagónicos (Según Jacinto Oddone fueron 34 millones). De este puñado de elegidos emergió una pequeña cúspide de 24 personas que recibieron parcelas que oscilaban entre las 200 y las 650 mil hectáreas. En la Línea Sur este proceso de apropiación se reprodujo como concentración de la propiedad hasta el presente. El 5 por ciento de los productores concentra un tercio de las tierras, las que les rinden el 50 por ciento de la producción. En la otra punta de la escala, el 80 por ciento de los productores produce el 30 por ciento de la lana; de los pequeños productores se destacan los que tienen menos de 500 ovejas (el 60 por ciento), pues no cubren las necesidades mínimas de subsistencia.
Los pequeños productores enfrentan, históricamente, una serie de inconvenientes: sus tierras, en muchos casos, son fiscales, por lo que su situación es precaria y no los induce a efectuar mejoras. Las parcelas son pequeñas y se atomizan por sucesión hereditaria; por otra parte, la necesidad de obtener más lana para compensar los déficit de beneficios los obligó a aumentar la carga de animales en el terreno, con el consiguiente deterioro de los mismos. Las crisis del mercado lanar han sido recurrentes, y cada período devastó suelos y pequeños productores. En los últimos tiempos la unidad económica mínima ha pasado de 2.500 a 4 mil animales, muy lejos, por cierto, de la cantidad que posee más de la mitad de los productores. Traducido en condiciones concretas de vida, esto significa que la mayoría de los pobladores de la Línea Sur no tiene sus necesidades básicas mínimamente satisfechas; el analfabetismo absoluto oscila entre el 24 y el 45 por ciento, las tasas de mortalidad infantil duplican el promedio provincial, y prevalecen enfermedades como la tuberculosis, venéreas, hidatidosis (la tasa más alta del mundo) alcoholismo, parasitosis. Frente a este cuadro, no ha habido diferencias entre las acciones de la administración radical y la anterior, de la dictadura; sigue siendo más fuerte el compromiso con los estancieros y acopiadores que con el pueblo mapuche y el campesinado criollo. Eso sí, Alvarez Guerrero nunca dejó de pensar en la salvación de su alma: llega la caja PAN y de vez en cuando se hacen jornadas de educación por el arte en algún paraje. Según la subsecretaría de Cultura, una parte importante de estos dramas se soluciona mediante la sensibilización estética.
recuperando identidad
En 1984, una gigantesca nevada alteró el equilibrio de las cosas y los hombres. La nieve se acumuló impidiendo el paso de bestias, máquinas y humanos. Los pueblos quedaron aislados, las locomotoras patinaban en los rieles por el hielo, las majadas morían bajo un manto de un metro de nieve. Al terminar la tormenta, los campos reaparecieron bajo el hielo derretido cubiertos de cientos de miles de ovejas muertas. Fin de la esperanza. En el pasado, los mapuches se desplazaban buscando las mejores condiciones. La ancestral condición trashumante de los grupos humanos no puede, sin embargo, con los símbolos de la propiedad privada. El alambrado corta los pasos; de todos modos, ¿adónde se llegaría con majadas de miles de ovinos? Otros propietarios tienen otros alambrados.
La gran nevada produce éxodo de miles de pobladores, que irán a agolparse en las malas viviendas y peores trabajos de Bariloche, Roca o Neuquén. Pero el equilibrio roto también posibilita que el drama se convierta en una nueva forma del conflicto. Surge un espacio organizativo nuevo, que plantea otras formas de acción y otros ejes de lucha. "A partir de la gran mortandad de animales por el temporal del '84, el obispo de Viedma organiza la campaña 'una oveja para mi hermano"" -explica Miguel Gortari, del Proyecto de Promotores de la Línea Sur. "La cuestión era evitar que esas ovejas que el obispado hacía llegar a la gente, no pasaran a mano de los comerciantes que estaban especulando con la situación de los pequeños productores. Había que generar una organización tal que hiciera que esas pocas ovejas fueran eficientes para lograr la recomposición de las majadas; y que ésta no fuera una medida asistencialista. Por eso surge el Proyecto Promotores, que se orienta a consolidar cooperativas existentes y formar otras nuevas. Estas cooperativas están formadas por pequeños 'fiscaleros', en su mayoría indígenas".
El Proyecto Promotores se mueve en un área gigantesca: Maquinchao, Comallo, Villa Llanquín, Ingeniero Jacobacci. Se plantean graves problemas de transporte e infraestructura: son precisamente las dificultades de la atomización. Los compradores de lana realizan las operaciones en el lugar donde se ubican los grandes lotes; por esa razón, en años, el pequeño productor debió entregar su lana a los acopiadores, mercachifles que ganan tres veces: pagan poco por la lana, la pagan con mercaderías (los vicios) sobrevaluadas, y engañan en las cuentas. Estos mercachifles tienen en la Línea Sur, mayoritariamente, dos orígenes migratorios: vascos y sirio-libaneses. Pero en la memoria colectiva están siempre señalados como los "turcos". Hoy, cuando el pueblo mapuche comienza a organizarse, los "turcos" aparecen como el enemigo principal, el que está cerca y visible y con el que los odios se muestran a flor de piel: "(Después de la Campaña del Desierto)... nuestra gente comenzó a buscar adaptarse a esta nueva situación, dedicándose a la cría de animales, asentada en "reservas' o dispersa en campos fiscales. Hasta la llegada de gente de otra parte, que viene a este territorio con la intención de asentarse. Y esa gente tiene una particularidad muy especial, que es la de ser comerciantes. Llevan siglos en esa actividad. Toda una forma de vida... que son los árabes, que nosotros llamamos turcos'. Y ellos se asientan acá, y se mueven en un ambiente, con nuestra gente, que no está preparada para eso. Ellos, que vienen con esa experiencia, tienen una forma de sentir y actuar, tienen el sentido de lo que es propiedad, lo que es capital. Y nosotros, los paisanos, nunca consideramos la propiedad, el capital para ir acumulando. La forma de sentir nuestra, de vida, era tener la propiedad de uso no más, lo que era muy personal; después el resto era todo compartido. Entonces no había necesidad, por ejemplo, de tener una gran cantidad de campo... El campo era para todos... Todas las cosas se compartían. Y al no tener conocimiento de lo que es el comercio, somos pasto fácil para esa gente que tenía tanta capacidad para lo que es eso... por eso digo que siempre existió la intención de que nosotros desaparecieramos..." dice Chacho Liempe. Uno de los integrantes del Proyecto Promotores, Oscar Sepúlveda, señala la diferencia que emerge entre la estancia con modelo empresario en la que mínimamente se respetan los convenios y leyes laborales, y las explotaciones que han sido copadas, desde su llegada, por los comerciantes de origen árabe: "Los árabes se han establecido, han ocupado tierra en una forma muy discriminatoria; incluso el trato que tiene un árabe con un indígena, es terrible cómo trata al paisano de la zona. Esto ha ido creando un rechazo muy grande de parte de la gente, y ahora que se están generando todas estas instancias organizativas como son las cooperativas, o FATRE, o como es la máxima organización nuestra, el Consejo Asesor Indígena, hay un gran sentido de identidad para juntarse y recuperar todas esas cosas perdidas..."
"prestamos atención a las señales"
Charlando en El Caín, recorriendo la línea, parando en Maquinchao o conociendo los testimonios de las reuniones del CAI, es fácil darse cuenta de que en todo esto hay "algo más" que la protesta por tierras reflejada en las crónicas periodísticas. Un indicio: por todos lados está presente la milonguita campera que Chacho Liempe compuso y canta. Comienza diciendo que "como el guanaco observo/que hay movimiento en el campo". La milonga habla de reuniones, recuerdos de luchas viejas y promesas de otras que vendrán. ¿Se está luchando sólo por la tierra para las ovejas o es que han aparecido reivindicaciones más profundas? Vuelvo a la respuesta de Chacho Liempe: "Nosotros no podemos desarrollar nuestra forma de vida, nuestra cultura, si no tenemos los medios donde hacerlo. Con la tierra se nos saca la lengua, las costumbres y la forma de vida que teníamos antes... Terminamos encerrados en nosotros mismos y se pierde hasta las ganas de vivir... Hasta hace muy poco tiempo, nosotros teníamos veranada e invernada, y hacíamos un trabajo de rotación, de tratamiento del campo. No teníamos que comprar leña porque nuestra gente tenía carro de buey, y cuando venía de la veranada traía la leña. Y en este momento hay reservas que no tienen ni siquiera el lugar donde hacían el camaruco. Cuando se hace un camaruco tenemos que andar mendigando leña para poder hacerlo. A nosotros con las tierras nos desintegran todo nuestro sistema de vida. Perdemos la relación entre poblador y poblador. Antes había una relación, intercambio. Llevábamos cuero o grasa y de Neuquén se traía piñón o manzanas de El Bolsón. ¡Así se van perdiendo cuántos aspectos de lo que es nuestra cultura!"
¿Adónde conducirá este proceso? Lo nuevo en el movimiento popular generado por el Consejo Asesor Indígena, es la experiencia de una lucha de nacionalidades que a la vez va mucho más allá que las posturas indianistas y etnicistas de varios grupos de nuestro país y América latina. El CAI parte del eje de la identidad cultural para plantear una lucha social, un camino que por cierto no ha sido transitado hasta ahora en la Argentina. Su experiencia muestra qué cansados y obsoletos están muchos modelos políticos, y cómo una lucha que emerge de una auténtica necesidad de organización popular supera la fatiga de los esquemas.
Queda Chacho con una última pregunta: ¿En el futuro de esta lucha: está la reconstrucción de la nación mapuche? "Nosotros, si bien muy dentro de nosotros soñamos, nunca expresamos en palabras lo que nosotros soñamos. Lo que sí está muy seguro, y que lo decimos por todos lados, es la intención de juntarnos, de organizarnos, y crecer. Lo que sucederá en el tiempo, el tiempo lo va a ir diciendo. Hace muy pocos años atrás, sabíamos que estábamos. Nosotros sabíamos que estábamos; pero la gente nos quiere tener en esta situación, hicieron creer que no estábamos, que habíamos quedado extinguidos. Y hoy estamos demostrando al mundo que seguimos existiendo, que nos estamos juntado, y que no somos tan pocos. Eso a nosotros mismos nos sorprende, pero estamos comprobando que somos una gran cantidad de gente mapuche viviendo en este territorio. En cuanto a lo que será el futuro, qué irá a suceder, eso lo dirá el tiempo. En nosotros está en seguir trabajando para organizarnos. Por eso a la gente siempre le decimos en el lugar donde esté, esté en el campo o en el pueblo, le decimos que levanten la frente, que no tengan vergüenza, y que empiecen a mirarse unos con otros y van a ver que en la profundidad de la mirada del que tienen enfrente, van a encontrar un hermano, una hermana. Empiecen a hablar, empiecen a juntarse, y van a ver qué importante, qué cosa hermosa es cuando por fin volvemos a tener los pies sobre la tierra...
Estas palabras corren por los parajes. De vez en cuando aflora un pedacito de ellas en algún diario o revista. Pero lo que ocurre en los parajes, en la travesía, es "que el campo se mueve". En una ocasión Chacho contó que andando en su jeep fue seguido, a muy corta distancia, por un águila. "Casi pegado voló junto a mí por un largo trecho". Las viejas señales del desierto. "Nosotros los mapuches prestamos mucha atención a las señales”.