
El 10 de diciembre culmina una época de alto voltaje político. Durante doce años una misma fuerza de gobierno ejerció el comando del Estado y lo hizo con un vigor que no estaba en los cálculos de nadie, luego del apocalipsis genocida, la gran transformación neoliberal y el imponente “que se vayan todos”. Hoy constatamos que hubo avances innegables, al mismo tiempo que se acumulan los pendientes y permanecen las injusticias de fondo. El porvenir inmediato está abierto, en disputa. Pero el sistema político se repliega en un sentido conservador y el debate tiende a empobrecerse, entre la histeria mediática y la bipolaridad de los falsos profetas.
En este informe colectivo proponemos hacer “memoria y balance”, a nuestro modo. No nos interesa brindar por el supuesto fin de ciclo. Tampoco ilusionarnos con una festiva continuidad. La propuesta es hacer zoom en algunos dilemas cruciales que se definirán durante los próximos meses. La moneda como el campo de batalla donde se dirime la distribución de la riqueza; el angustiante crecimiento del poder de fuego del Estado contra la sociedad; la tenue democratización real de los conglomerados comunicacionales cuando se disipe la bruma del espadeo mediático; los intentos “contraculturales” de relativizar la plenitud de significados que galvanizaron en torno a la noción de derechos humanos; la desvitalización que padecen los partidos políticos, en contraste con las prerrogativas que conservan y los múltiples esfuerzos por investirlos simbólicamente; y el decisivo peso que en la escena argentina tendrá el mandamás del Vaticano, circunstancia inédita que aún no sabemos cómo valorar.
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