conflicto tendrán | Revista Crisis
manifiesto / economía de guerra
conflicto tendrán
Fotografía: Martín Rata Vega
07 de Marzo de 2024
crisis #61

 

Se acabó la grieta. Comenzó la guerra. Y nos agarró desprevenidos. El arma principal que posee la ultraderecha en el gobierno es el factor sorpresa. La capacidad de descolocar y el bombardeo permanente. Mientras Milei y sus aliados se prepararon durante años para la campaña bélica, las fuerzas emancipatorias abandonaron todo reflejo sobre qué hacer cuando la conflictividad desborda los márgenes democráticos. Y aquellos genios de la táctica que presumen de realistas, partisanos de la moderación y amantes de la rosca, hoy aprenden la lección: no hay mayor idealismo que aferrarse a un statu quo decadente y sin utopías.

Claro que no se trata de una guerra convencional. Lo anticiparon los coroneles de la fuerza aérea china Qiao Liang y Wang Xiangsui, en su ya clásico libro Guerra irrestricta, publicado en 1999: “Evidentemente, la guerra trasciende el ámbito de las armas y de las cuestiones militares y se transforma en un asunto para los políticos, los científicos, e incluso los banqueros. Las guerras ya no son solo sangrientas y los medios para llevarlas a cabo no son únicamente militares. La economía y el sistema financiero, en particular, pueden reemplazar a los medios bélicos y dar lugar a una guerra incruenta”.

Es una guerra del mercado contra el Estado; y por detrás de este último, contra la población. Amparados en la legitimidad de origen que les brinda el primer clivaje —el aparato estatal ha sido emparentado con éxito a una organización facinerosa—, los fundamentalistas del capital se regocijan con el ajuste más drástico del que se tenga memoria. Un saqueo a cielo abierto.

En cierto modo, son la versión radicalizada del 2001. Durante aquellas hostilidades de comienzo de siglo, la soberanía popular devino poder destituyente (“que se vayan todos”) pero algo parecía obvio, una especie de sobrentendido: luego del abismal reseteo, la nueva gobernabilidad iba a encargarse de instituir los consensos que nos rescatarían de la crisis. Los políticos indefectiblemente volverían. Y serían campeones, como en el 83.

Los libertarios parecen ir un paso más allá, pues se proponen destruir hasta los cimientos sin edificar nada a cambio. No hay institución que valga. No se trata, simplemente, de trocar políticas públicas progresistas por otras de contenido conservador. La idea de Milei es desbaratar cualquier mediación, para que rija en su plenitud la ley invisible del mercado. El advenimiento de las fuerzas del dinero. Una dictadura del empresariado. Semejante mesianismo le permite jugar a un deporte distinto que el resto de sus competidores, quienes se entusiasman con los pactos de colores que, inevitablemente, de Acassuso a la Docta, serán defraudados.

 

qué hacer
 

El país se divide entre los que aplauden el intento de ir a fondo en búsqueda de una solución final, y quienes abrazan la ilusión de que la sangre no llegue al río. Los primeros tienen la iniciativa. Estamos en medio de un bombardeo económico y no nos podemos defender. Como los pichiciegos de Fogwill, nos metieron en una guerra a la que no logramos y no queremos entrar. El desafío es construir una estrategia de salida. Al mismo tiempo, una fuerza de derribo y un salto al vacío.

Se complica porque hay que operar en dos pantallas difíciles de articular. La primera es defensiva, orientada a impedir que nos pasen por arriba. Implica amplísimas alianzas y espíritu de conservación. Apelar a la cordura. Guardar las formas. Rechazar la prepotencia de un cambio que daña. El problema de esta maniobra es que resigna cualquier vocación innovadora. Y si bien puede alcanzar una eficacia circunstancial, a la larga es una condena. El karma de la casta.

El segundo movimiento es exactamente lo opuesto: su punto de partida consiste en aceptar la momentánea superioridad del contrincante para sustraerle la fuerza que lo habita, que no es otra que su auténtica conexión con el malestar de la época. Romper amarras con el yunque de la tradición. Experimentar sin miedo al error, tomando riesgos, incluso quemar las naves. Asumir el desenfado de diseñar el porvenir. Capaz esta disposición nos permita recuperar la mirada estratégica. Y es un montón. Pero en el corto plazo es posible que estemos todos liquidados.

Habrá que partirse en dos. Tener lucidez para componer las diferentes temporalidades.

Pero más acá de las tácticas y estrategias de la guerra, no habrá escape sin rebelión. Lo primero es plantarse. Pararse de mano ante la prepotencia. Desatar el hartazgo. “Si lo que buscan es el conflicto, conflicto tendrán”, dijo el presidente a modo de amenaza. ¿Buscamos?

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