L avado de dinero y evasión fiscal. Esos fueron los cargos que se repitieron en las denuncias contra el HSCB en los últimos dos años. Hace poco se sumó otro (tal vez) peor: participar de “operaciones especulativas en los mercados de cambio”. Lo señalaron, junto a otros seis bancos y a la petrolera Shell, de forzar la devaluación del peso en enero pasado. Poco después, la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), uno de los organismos que supervisa el sistema financiero, pidió acelerar un proceso por “evasión agravada” que había iniciado la AFIP. Esa pareció ser la última señal que necesitaron en la sede argentina de la casa británica, que acumula multas de la Unidad de Información Financiera (UIF), para alinear sus tropas. A la batalla legal sumarán el frente comunicacional: la idea es reemplazar la política de “boca cerrada” y avanzar en una campaña quirúrgica de relacionamiento con los medios de comunicación.
La decisión se tomó en el más alto nivel de la estructura local. La supervisó directamente su jefe en Buenos Aires, Gabriel Martino. La búsqueda del nuevo Head of Communications del HSBC llevó varios meses y tiene una novedad: la nueva etapa prevé que el jefe del área concentre las funciones de una Dirección de Comunicación con la de una Dirección de Asuntos Públicos. “Hablar de Asuntos Públicos es poner en relieve aquella práctica donde se gestiona la reputación de la empresa-dirigente-institución. Implica mediar entre los intereses de las empresas dueñas de medios de comunicación, los periodistas y la sociedad civil. Utiliza herramientas de persuasión y modos de operar que se insertan en una zona gris entre lo correcto y lo posible, según la ética individual de quien desarrolle la actividad”, describe un integrante de una consultora de comunicación que realizó esa tarea durante varios años y al servicio de diferentes multinacionales.
El HSBC ocupa un lugar en “la crema del sector financiero”, como lo define un hombre que lleva muchos años trabajando en el Banco Central. “Tiene los clientes de mayores ingresos y juega directamente en la alta gama del sector”, completa. Pero también es un banco que importa billetes de sus casas matrices e, incluso, le vende dólares al Banco Central cuando la autoridad monetaria se queda sin los billetes que trae desde la FED (Federal Reserve System, la entidad público-privada que tiene las funciones de lo que sería un Banco Central en Estados Unidos).
El banco tiene 4023 empleados que sostienen su funcionamiento. Tiene más personal que el Citibank (2784) o que Industrial and Commercial Bank of China (3563) pero menos que el Macro (7900), del argentino Jorge Brito. Con todos ellos comparte el ranking de los diez bancos privados que operan en la Argentina, según la autoridad monetaria. Más de la mitad de esa lista tienen sus casas matrices en el extranjero: Gran Bretaña, Estados Unidos, España o China. La compañía que encabeza Martino administra 309.197 cuentas corrientes y 863.967 cajas de ahorro; concentra 1.481.633 tarjetas de crédito y libró préstamos a 18.775 empresas, según las estadísticas del Banco Central para marzo de 2014.
El origen del banco tiene otros bemoles que no aparecen en esos números. Nació en el año 1865, su sigla significa The Hongkong and Shanghai Banking Corporation y fue fundado para administrar los fondos que generaba el tráfico de opio que motorizó Gran Bretaña para aceitar las rutas comerciales con China. La isla que dio las mayores crónicas sobre piratas encabezó la jugada cincuenta años antes: China solo aceptaba plata para pagar sus productos y esto fue generando un déficit del lado británico que, para compensar, decidió obtener el metal plateado vía el tráfico de opio que cultivaba en India. Para frenar el tráfico, China prohibió el opio en 1930 y nueve años después, viendo el empeño que ponía Gran Bretaña, Lin Hse Tsu –funcionario del imperio chino– le envió una carta a la reina Victoria I. Le pedía que frene el comercio ilegal y advertía que los barcos que llegaran con esa hierba a China serían incendiados, independientemente de la bandera que tuvieran. El pedido no tuvo ninguna respuesta formal: la respuesta real fue la fundación del HSBC.
el tesorero
Esa historia no es gratuita. Un sector del Gobierno nacional tiene la lupa puesta sobre el banco. “Nació para financiar la Guerra del Opio y esa marca de nacimiento es la que continúa aún hasta hoy”, dice una fuente oficial que, sin quererlo, es completada por otra: “Es un banco depredador y globalmente hace mil cagadas”. Una de esas fue –según la fuente– la manipulación de la tasa Libor, la tasa de referencia para instrumentos financieros, que terminó con una multa para el HSBC y otros cuatro bancos por 3400 millones de dólares. “Los operadores usaban esa información para determinar sus estrategias de compra de divisas, buscando manipular las cotizaciones para que sus casas obtuvieran ganancias”, indicó el comunicado de la Autoridad de Conducta Financiera de Reino Unido. Otra, es la que se destapó con la lista que un ingeniero en sistemas –Hervé Falciani– se llevó de la filial suiza del HSBC: ahí hay datos de 130 mil evasores y más de 4.000 son argentinos.
La preocupación creció hace dos años. Fue cuando se combinaron factores locales e internacionales: en Buenos Aires, la UIF le aplicó multas por casi 104 millones de pesos por no informar operaciones irregulares –una de ellas de la consignataria rural Zerllafot Campos Salto y de la Asociación Mutual de Panaderos Unidos del Tercer Milenio–, que el banco apeló ante la Justicia; aunque en Estados Unidos, pagó una multa por 1900 millones de dólares para congelar una investigación por lavado de dinero.
La causa la llevó adelante el Departamento de Justicia durante 2012 y el Senado estadounidense acusó a la conducción del HSBC de no frenar operaciones de lavado de activos de narcos mexicanos, pese a que tenían indicios de que se trataba de procedimientos irregulares. Para los investigadores estadounidenses, la sede mexicana del HSBC envió unos 4 mil millones de dólares desde México a Estados Unidos. Una parte de los billetes verdes viajaron en camiones de caudales que cruzaron la frontera caliente mexicana, y otra parte migró en aviones.
“Aceptamos la responsabilidad por nuestros errores pasados. Hemos dicho que lamentamos profundamente haberlos cometido y lo volvemos a repetir. El HSBC de hoy es una organización fundamentalmente diferente de aquella que cometió esos fallos”, sostuvo el jefe máximo del HSBC, Stuart Gulliver, al confirmar que pagarían las multas. Esa decisión, de poner un billete sobre el otro, garantizó el cierre de la investigación penal que implicaba penas de prisión para los responsables.
Martino era el tesorero y miembro del Comité Ejecutivo de ese banco. Viajó a Buenos Aires a mediados del 2012 cuando aún no se había cerrado la causa, que fue clausurada a fin de año. “El HSBC definió a la Argentina como uno de los veinte mercados estratégicos donde quiere operar”, explicó Martino, hincha fanático de San Lorenzo, en una entrevista publicada por El Cronista en junio de 2012, al explicar porqué la casa británica lo premió con un ascenso.
Hijo de un matrimonio de contadores y nieto del dueño de una casa de cambio, Martino regresó a Buenos Aires para ampliar el peso de la entidad con la vista fija en China. “Argentina necesita millones y millones de dólares en infraestructura. Puede endeudarse en el mercado diez puntos de producto en infraestructura”, afirmó en una entrevista publicada en la edición de abril de este año de OrientAr, la revista de la Cámara Argentino-China, que dirige Carlos Spadone y que lo eligió como foto de tapa de ese número.
Martino se convirtió en el tercer vicepresidente de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA, que reúne a los bancos internacionales que operan en el país), que encabeza Claudio Cesario. Desde su llegada crecieron las operaciones de plazo fijo de clientes individuales y también de empresas. Aumentó la cantidad de compañías que operan con el banco y la cantidad de tarjetas de crédito. También se dedicó a cosechar relaciones políticas, al acercarse al funcionario macrista y hermano del jefe de Gabinete porteño Augusto Rodríguez Larreta, y circuló –como corresponde a un ejecutivo de su nivel– entre las fiestas de la exclusiva José Ignacio, en Punta del Este.
manganetas
El expediente que inició la AFIP está ligado a dos empresas, “Más distribuidora” y “Recaudaciones y Servicios del Sur”. Utilizaban facturas truchas y CUIT genéricos para blanquear fondos y evadir impuestos. La investigación, que llevó adelante el fiscal Jorge Dahl Rocha y que involucra casi 400 millones de pesos, aún no arrojó resultados concretos. Sin embargo, las declaraciones públicas del titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, son más potentes que el ritmo que lleva esa causa: “No insistan más en buscarme en eventos y mantener un contacto, frente a estas maniobras deben ir pagar y devolverle al Estado lo que corresponde y además ver todos los movimientos que hicieron con cuentas genéricas que desplegaron con privados”. Fue el 18 de marzo del año pasado durante una conferencia de prensa, e hizo dejar por escrito esa frase que plantea una acción de lobby directa sobre un funcionario público. El HSBC no salió a desmentir públicamente esa acusación. Un año y medio después, la AFIP participó del allanamiento de tres sedes del HSBC, entre ellas la casa central.
Lejos de aplacarse, el frente legal de la casa británica –que incluye multas de la UIF por más de 100 millones de pesos– siguió creciendo con la denuncia por la corrida bancaria de enero pasado. En ese caso, la lupa no está puesta solo sobre el HSBC sino que incluye al Banco Galicia, Citibank, BBVA Banco Francés, BNP Paribas y JP Morgan Chase Bank, Banco de la Provincia de Córdoba y a la petrolera Shell. La causa la llevan adelante el fiscal en lo Penal Económico Emilio Guerberoff y su colega a cargo de Procelac, Carlos Gonella.
Acusan al HSBC de formar parte de una “coalición” que actuó en forma coordinada para realizar una serie de “operaciones especulativas en los mercados de cambios de divisas, generando un alza de la cotización del dólar con el propósito de provocar la devaluación del tipo de cambio”. Subrayaron que esas maniobras les reportaron “extraordinarios beneficios económicos al conjunto del sistema financiero y en particular a los bancos denunciados: casi 10 mil millones de pesos en el primer mes de este año frente a los 427 millones de enero de 2013”.
Entre los siete bancos, el HSBC parecería ser el primus inter pares. Esa característica fue señalada en la presentación judicial. Allí se detallaron las “llamativas operaciones realizadas en el mercado minorista por la petrolera Shell y el HSBC por volúmenes y precio de cotización exorbitantes”. Según la denuncia, durante el 23 de enero pasado el HSBC jugó fuerte en el mercado mayorista de divisas, hizo operaciones a 8.5 pesos por dólar y contribuyó a elevar la cotización del billete verde un 18.21 por ciento. Además, realizó tres operaciones de venta de divisas a Shell en el mercado minorista por más de 4.5 millones de dólares “a una cotización de 8.70 pesos, cuando el día anterior había cerrado la cotización a 7.12 pesos”, puntualizaron en el sitio fiscales.gob.ar, que concentra la información del Ministerio Público Fiscal.
Sobre la argumentación de la denuncia también trabajó Pedro Biscay, que en ese momento coordinaba el área de Fraude Económico y Bancario de la Procelac. Biscay, quien luego fue al directorio del Banco Central secundando a Alejandro Vanoli cuando renunció Juan Carlos Fábrega, definió el comportamiento de las entidades denunciadas como “colusivo, con el objeto de desestabilizar el orden económico”. Esa denuncia adquiere otro peso tras la renuncia de Fábrega a la conducción del Banco Central y el apartamiento de otros directivos de la entidad, cuestionados por su vinculación con algunos operadores del sistema financiero a los que debían regular.
el elegido
En ese escenario de acusaciones judiciales y endurecimiento de los controles sobre la operatoria bancaria y cambiaria, el HSBC cambió su política comunicacional. La decisión está tomada. Federico Etiennot, el nuevo Head of Communications, tendrá entre “sus principales desafíos consolidar el posicionamiento de la compañía en los públicos externos y promover el diálogo con los colaboradores de la organización”, según reprodujeron distintos medios especializados en comunicación empresaria. Esa fue la misma tarea que tomó al frente de Barrick Gold, su último destino laboral. Allí encabezó la política de cambio comunicacional que lideró la megaminera extractora de oro en San Juan, punta de lanza de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), que en los últimos años desarrollaron campañas y presentaron informes técnicos, económicos y ambientales pulidos en distintas consultoras de prensa. El eje de esos trabajos –que compartieron otros comunicadores privados– fue divulgar que las multinacionales mineras sufrían una excesiva presión impositiva, eran canteras de empleo y su impacto ambiental no superaba a una curtiembre del conurbano bonaerense.
La batalla que se viene es distinta. No se trata solo de decirle a los clientes –como escribió Martino– que el objetivo del banco es “ayudarlo a concretar sus sueños”. Lo que vuelve a estar en el centro de la disputa es el nombre, la marca, y su rol en el mapa local y mundial. Los bancos en general aparecen como los cucos del sistema. Esa ubicación en el imaginario social responde a lo que se vivió ayer mismo con la crisis de las hipotecas basura y los hogares rematados como caramelos. La historia del HSBC –que el año próximo cumplirá 150 años sin contabilizar ningún salvataje– vuelve a ponerse en juego en esta partida. Pero esta vez la disputa no es solamente discursiva. Ahora está cruzada por el condimento legal.