1.
El personaje de “que vacheché” explica el funcionamiento real de la moral oligárquica
“Lo que hace falta es empacar mucha moneda,
Vender el alma, rifar el corazón;
Tirar la poca decencia que te queda,
Plata, plata, plata… y plata otra vez…
Así es posible que morfés todos los días,
Tengas amigos, casa, nombre… ¡lo que quieras vos!
¡El verdadero amor se ahogó en la sopa,
La panza es reina, y el dinero Dios!”
“¿Pero no ves, gilito embanderado
Que la razón la tiene el de más guita?
¿Que la honradez la venden al contado
Y a la Moral la dan por moneditas?
¿Que no hay ninguna verdad que se resista
Frente a dos pesos moneda nacional?
Vos resultás, haciendo el Moralista
Un disfraza'o... sin carnaval…”
2.
En 1926, "Qué vachaché", la primera letra de Enrique Santos Discépolo, irrumpe con su inédita agresividad en el panorama un tanto congelado y arquetípico de la poesía del tango: adviene con el mismo espíritu innovador que contemporáneamente imponen Viejo ciego, de Homero Manzi, y las letras de muchos sentidos deslumbrantes del Negro Caledonio Esteban Flores.
Pero si "Qué vachaché" es cronológicamente de 1926, su ideología ya está presenten en el nihilismo y la violencia de "El organito", la pieza grotesca en dos cuadros que el poeta realizara un año antes con su hermano Armando, otro creador que dejará una impronta profunda y renovadora en el teatro nacional. Presente aquí y en el largo y alnuoso despliegue que va de las celebraciones hipócritas del liberalismo oligárquico a las nuevas cavilaciones que provoca en muchos el “fracaso” objetivo del proyecto humanista anti-utilitario y popular impulsado por Yrigoyen: el despliegue que va desde la elegía y de los estereotipos armónicos y formularios del Centenario al cuadro del conflicto y desazon del grotesco discepoleano, o –en otros términos- de la escritura ratificatoria de los Cané y los Joaquín V. González, a la literatura crítica y fracturadora que se esboza con Almafuerte, Ugarte, Gálvez, Bocher, Pacheco, etc, y culmina con Arlt, Defilippis Novoa, Caledonio Flores, Roberto Mariani, Novión, los dos Discépolo, etc.
3.
discépolo comenta el estreno de “que vachaché”
“Un desastre… una catástrofe… se cayó el teatro… un terremoto… se hundió el escenario… Todo lo que diga de aquello es poco. Yo francamente pensaba que el tango estaba bien. Que estaba clara su intención y su sentido. Lo presentamos en mitad del espectáculo… En el público al principio fue como una sensación de incomodidad… Luego empezaron los cuchicheos en la platea, se extendieron a los palcos, por ahí descendió de la galería un comentario. ¡Y empezó a temblar la tierra!… El público no entendía aquello, y, como siempre, cuando algo no se entiende, se rechaza. Para el público aquello no era un tango. No era lo que estaba acostumbrado a escuchar. Y en cuanto a la letra… ¿Qué puedo decir?”.
4.
Prematura en apariencia, a esta primera letra de Discépolo no le faltan, como dijimos, algunos antecedentes literarios significativos, no específicamente tanguísticos: fundamentalmente, la peculiar captación del mundo de la clase media porteña que se esboza, desencantada y problematizadora, en los Cuentos de la oficina de Roberto Mariani, aparecidos en 1925 y nutridos por el mismo trasfondo de sordidez, humillación y frustración social que alimenta esta etapa creativa de Discépolo, o acaso la imagen de un verdadero “gilito embanderado” como el Monsalvet idealista de Nacha Regules (1919), en tanto modelos que responden en líneas generales, a la misma motivación ideológica de fondo: expresar –frente a la concreta realidad utilitaria y farisaica que impone como clase- la crisis de los valores “espiritualistas” predicados por la oligarquía (todavía aferrada, a pesar del ascenso histórico del radicalismo, a sus grandes enclaves económicos, culturales y políticos).
Tampoco le faltará “enmarcamiento” en un contexto más amplio y con raíces ideológicas más profundas: la situación de crisis global del humanismo racionalista, tal como es captada por un sector de la inteligencia europea de post-guerra en el que se destacan el Pirandello que reflexiona sobre la incoherencia entre el ser y el parecer del hombre, o el Gide “inmoralista” y desmitificador de Los monederos falsos (1925) que afirma que “en un mundo en que todos trampean, el hombre verdadero es el que toma aspecto de charlatán”.
5.
Discépolo explica el nacimiento de “esta noche me emborracho”
“Me encontraba en Córdoba en una estación de tuberculosos. Habíamos ido a acompañar a un amigo que al poco tiempo murió. El cuadro de este amigo que se sabía enfermo y que nada hacía por curarse, porque era inútil, comenzó a invadirme con su enorme dolor. En una casita de enfrente vivía un matrimonio. Los dos estaban tuberculosos y trataban de ocultarlo entre ellos mismos, de aturdirse y todo era inútil. Se me empezó a aparecer entonces la idea del alcohol, del aturdimiento, del no pensar en los males que no tienen remedio. Pero con este tema no podía hacerse un tango. Era demasiado tétrico. En Córdoba recogí pues la semilla. Luego la trasladé a la ciudad y la ciudad le dio forma. Forma completamente distinta pero con dolor igualmente inapelable. El tiempo que envejece es tan indesviable como la muerte que llega. La ruina de la mujer que ha sido joven y ha sido linda es tan triste como el espectáculo de la salud que se va. Y de todos modos, para todo lo que no hay remedio, yo sentí el grito de mi tango, aturdirme”.
6.
discépolo habla del dolor del mundo
“… hay un hambre que es tan grande como la del pan y es la de la injusticia, la de la incomprensión. Y la producen las grandes ciudades donde uno lucha, solo entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita y ellos no oyen. Londres y Nueva York grises. Buenos Aires gris, todas deben ser iguales. Y no por crueldad preconcebida, sino porque en el rasgo ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden detenerse para atender las lágrimas de un desengaño. Las ciudades grandes no tienen tiempo para mirar el cielo… El hombre de las grandes ciudades caza mariposas de chico. De grande, no. Las pisa… No las ve. No lo conmueven…”
7.
La exhortación agresivamente “amoral” de "Que vachaché" (quizá por ser una revelación todavía extemporánea) no se repetirá en las siguientes letras, aunque se percibirán algunas de sus puntas en la ironía acre de los tangos humorísticos y en las flexiones “teóricas” de "¿Qué sapa, señor?" y "Cambalache". La reemplazará –quizá con mayor eficacia desmitificadora- el sentimiento de feroz desencanto de "Esta noche me emborracho", el desengaño ético de "Yira, yira", el tema pirandelliano de la “máscara” de "Soy un arlequín" y "Quién más, quien menos" (con aquello de “somos la mueca de lo que soñamos ser”) o el discurso enunciativo de la crisis de "Cambalache" y de "¿Qué sapa, señor?", con sus resabios de eticismo humillado por el descalabro de la “moral” liberal y de sus fetiches más prestigiosos.
Extemporáneas en apariencia, esas letras escritas entre 1925 y 1935 (nos referimos concretamente a "Que vachaché", "Esta noche me emborracho", "Soy un Arlequín", "Yira, yira", "¿Qué sapa, señor?", "Tres esperanzas", "Quien más, quien menos" y "Cambalache") encontrarán muy rápido –en el marasmo generalizado de la Década Infame- su plena revalidación y un consenso popular que trascenderá generosamente los marcos del contexto. La sabiduría de Discépolo conseguirá que expresen acabadamente esa gran fisura que se abre, también para nosotros, a partir de 1929, pero al mismo tiempo logrará que reflejen algunas de las preocupaciones centrales del hombre, con una óptica genuina de filosofo empírico y popular que nos remite, no aleatoriamente, a la entrañable figura marginal de Almafuerte, poeta del dolor y moralista obcecado como Discépolo.
En esos primeros tangos triunfales se indagará, por cierto, la mishiadura de los años 3o y se reflexionará implícitamente sobre la impotencia de la razón burguesa (en la parca versión apostática que nos propone el liberalismo mercantil e individualista de la oligarquía), pero también sobre grandes “universales” como la soledad, la fragilidad y la finitud de la existencia humana.
8.
Discépolo explica su teoría del personaje
“… aquella idea la encarné en un hombre que encuentra aquello que amó tanto, aquello que fue su gran amor, convertido en un harapo. La idea llega y golpea dejándome herido, enfermo pleno de tristeza. Entonces me recojo, sufro, hago mi pequeño drama interior con el drama apenas intuido antes… Así van surgiendo frases, como ser: “sola… fané… descangayada…”. Eso es. La pintura de la visión cruel de la mujer vencida. Luego viene el complemento, el adorno, la corona de espinas que le cuelgo a la imagen de la pobrecita: “flaca… dos cuartas de cogote…”. Enseguida sobreviene el recuerdo de lo que ella fue en el tiempo en que yo la quería… Más tarde, los remordimientos por el mal que le hice a los demás y por el que me hice a mí mismo… y por fin, la situación final, la imprescindible obligación de aturdirme, de mamarme bien mamao para olvidar…”
9.
Discépolo refuerza en sus letras la idea dramática –ya perfilada por Pascual Contursi en su primigenio "Mi noche triste"- del personaje como emisor reflexivo o exhortativo de un mensaje fuertemente cargado por la experiencia personal. Experiencia de la intimidada del pequeño infierno sentimental y también –en grado superlativo- experiencia critica del contexto.
Los protagonistas del universo discepoleano reflexionarán sobre sus cuitas personales y sobre los grandes temas de la vida, pero a la vez –en pleno colapso de los ideales, de la ética y de los valores formales del liberalismo- se levantarán para desmitificar su carácter hipócrita y verbalista, más notorio en ese momento de fractura y desnudamiento excepcional en el que ya resulta inocultable una realidad ávida de lucro, brutalmente pragmática y por cierto “no idealista”. Se levantarán para desmitificar claramente lo que está mistificado y encubierto, aunque resulten paradojalmente las primeras victimas de su quemante revelación.
10.
Añado una hipótesis que retoca intencionadamente lo anotado: estos personajes dramáticos y masoquistas, por momentos encharcados en la digresión amarga y en el gesto escéptico (o en sus propias nostalgias por el espacio ideológico perdido) no están insinuando que la espera de lo individual es una de las trampas más sutiles que nos tiende –y que se tiende a sí mismo- la “racionalidad” burguesa y al mismo tiempo una de las tumbas en que se derrumbará, al cabo, a pesar de su obvia intencionalidad liberadora, la “mística” trascendentalista del yrigoyenismo. Nos están insinuando, acoto, que más allá existe una nueva racionalidad histórica fundada en la solidaridad de los sumergidos y armada en la esfera del “todos”, a través de relaciones sociales objetivas y tangibles.
Bajo esta luz percibiremos, en última instancia, que el nuevo espacio ideológico estructurado por los personajes de los primeros tangos discepoleanos predica el carácter aparencial de los valores éticos en una sociedad gobernada por el lucro: la imposibilidad consiguiente de estructurar un proyecto basado en la solidaridad humana. La contingencia como circunstancia básica del hombre y, por lo tanto, el imperativo de una elección moral permanentemente renovada: la convicción de que no existen valores “naturales”, inmanentes, eternos (como propone la racionalidad fetichística de la oligarquía liberal).
La de Discépolo, en consecuencia, es una visión profundamente desmitificadora, dialéctica y plena de coherencia desde el punto de vista de la dinámica histórica: la forma “estética” de una practica liberadora, humanista y popular, tal como puede ser intuida por un artista que comienza a descubrir en su contorno la trama real de la dependencia y la opresión.