El fentanilo es un opioide sintético cien veces más fuerte que la morfina y cincuenta más que la heroína: el dato se repite hasta el cansancio en la maraña de internet. En Argentina se utiliza como anestésico en procedimientos quirúrgicos. En ese contexto, es un fármaco seguro. Pero en Estados Unidos los opioides se prescriben también como analgésicos para el tratamiento del dolor crónico y agudo, lo que ha sido causa directa de una alarmante cantidad de casos de abuso. Los cuerpos contorsionados, los espasmos, las posturas inverosímiles, las muertes que provocan son carne de cañón de los portales online. La historia de cómo el mercado farmacéutico estadounidense dejó a una porción significativa de la clase media deambulando en la calle, un llamado de atención para quienes siguen los avances del capitalismo salvaje. La forma en que China le inundó el mercado a Estados Unidos con sustancias propias, una señal de alerta para la administración de Milei.
La droga zombi es, en realidad, muchas drogas distintas: algunas que se agrupan como opioides y otras por fuera de ese grupo. El fentanilo es la más famosa. Produce sedación y euforia. Su efecto más riesgoso es la depresión de la respiración e incluso su supresión. Tiene la capacidad de convertirnos en entes incoherentes, tolerantes, físicamente dependientes. Es tan duro el invierno que se asoma detrás del muro que desde 2022 suenan sirenas de diversos calibres.
En enero de 2024, tras el hallazgo de siete ampollas de fentanilo en el barrio Villa Fraga de la Ciudad de Buenos Aires, los Ministerios de Seguridad y Salud emitieron una alarma de detección temprana (SAT) sobre la sustancia. Los medios digitales recuperaron las imágenes de las grandes cosmópolis del norte y anunciaron: entró el fentanilo. ¿Se avecina el capitalismo zombi? ¿Están dadas las condiciones para un eventual avance de los opioides en Argentina?
todo cagadas
En febrero de 2022, desde el barrio Puerta 8, en la provincia de Buenos Aires, se distribuyó una partida de cocaína adulterada que provocó la muerte casi instantánea de 24 personas y la intoxicación severa de ochenta.
Ese verano entró el fentanilo, sí, o casi porque la sustancia con la que cortaron la merca era un derivado 50 veces más letal: el carfentanilo. Fue una tragedia, un descuido importado de Colombia. En las versiones más imaginativas, una vendetta a la organización criminal liderada por Mameluco Villalba.
“Todo a la calle, tiraron todo a la cancha lo que estaba para tirar, hicieron todo cagadas”, asentó Mameluco en una llamada telefónica que fue adjuntada como evidencia en la causa. Dieciocho personas fueron procesadas. Se metió la DEA y todo, pero no pudo determinar la trazabilidad del carfentanilo por la escasa cantidad utilizada.
Un año después, en el barrio porteño de Chacarita, fue vox populi que unos pibes estaban como en los videos de internet. “Me empecé a cruzar gente que parecía como desorbitada. Me pasaban por al lado y te daba una especie de escalofrío. Después me crucé con dos de estos zombis tirados en el suelo con los ojos abiertos y hablando cosas que no se entendían. El otro totalmente knock out, con los ojos en blanco y una sonrisa macabra”, cuenta Sebastián Martínez, (42).
La fecha y la zona del puñado de vecinos que hablaron con crisis coinciden con los allanamientos en el barrio Villa Fraga como parte de una investigación de cinco meses a cargo de la fiscal Cecilia Amil Martín de la Unidad Fiscal Especializada en la Investigación de Delitos Vinculados con Estupefacientes (UFEIDE). Además de lo que iban a buscar -cocaína, pasta base, marihuana-, secuestraron siete ampollas de fentanilo, cinco de efedrina, cartuchos, municiones, indumentaria de la Policía de la PBA y un sello médico.
“No tengo contestado para qué querían usarlo”, dice la fiscal Amil Martín. Los exámenes toxicológicos no lo detectaron inmiscuido en la cocaína ni en la pasta base y no hay certezas aún sobre su distribución. “Pero que el fentanilo apareció, apareció. Y eso es un motivo de alerta”. Algo está claro: no tuvo nada que ver con lo de Puerta 8.
persiguiendo la meta
Hay dos tipos de fentanilo: el narco y el de producción médica. El segundo es el opioide sintético más potente aprobado para uso médico en seres humanos y en Argentina lo distribuyen 41 laboratorios.
“Si alguna vez te operaron, lo más probable es que te hayan aplicado fentanilo junto a otras sustancias, siempre bajo monitoreo dermodinámico y respiratorio” -dice una anestesióloga que trabaja en un hospital público y una clínica privada-. Se dice mucho que llegó a la Argentina pero está hace mucho tiempo y es muy fácil sacarlo del ámbito médico al civil. Es una pavada robar seis ampollas de un hospital”.
Rita, vamos a llamarla así, conoce colegas que sustraían la medicación y se la administraban: “Alguno que se murió, adictos. Siempre sabés de alguien, pero no creo que sea ni el 2%, en general el personal es muy responsable”. Las cifras de Sedronar corroboran la intuición de Rita: en 2022 un 3,1% de la población de entre 16 y 75 años dijo haber tomado opioides sin prescripción médica. Muy por debajo de la marihuana (26,3%) pero apenas por detrás de la cocaína (3,9%).
“El Hospital Fernández tuvo un programa de 20 pacientes consumidores crónicos de opioides. Básicamente de hidrocodeninona, tramadol y algunos con oxicodona”, cuenta Carlos Amín, el jefe de toxicología del hospital. No funcionó: “Venían por la metadona (narcótico sintético utilizado para combatir la adicción a los opioides) y no les importaba el tratamiento psicológico y psiquiátrico que ofrecíamos”. El programa continúa vigente, aunque principalmente asisten extranjeros que cursan tratamientos con metadona en sus países.
medicina del dolor
En Estados Unidos el fentanilo hoy mata a 1500 personas por día. Todo empezó en 1995, con la familia Sackler a la cabeza del laboratorio Purdue Pharma. Sintetizaron un opioide nuevo, mucho más potente y adictivo que la morfina, y lo lanzaron al mercado anunciando exactamente lo contrario: “Menos del 1% de los pacientes se vuelven adictos”.
La campaña de venta de su OxyContin se encolumnó detrás de gráficos fraudulentos y un ejército de visitadores médicos. Fue casi un esquema ponzi: financiaron la creación de todo tipo de organizaciones relativas a la “medicina del dolor” (solo la American Pain Society contaba en 1998 con la membresía de 3000 profesionales del dolor) y desde allí promocionaron los beneficios de la droga entre quienes padecían dolores crónicos. De esas mismas fundaciones salieron los estudios con los que los visitadores convencieron a los médicos.
Contra la tolerancia que empezaron a mostrar los primeros pacientes, Purdue Pharma desplegó un plan de negocios: aumentar progresivamente las dosis -por ende, los precios- de sus pastillas a medida que la población iba deviniendo adicta. Una gran cantidad de consumidores entró a los opioides por la puerta del hospital. En 2001, la DEA abrió una investigación que, si bien concluyó en 2007 con una abultada multa para Purdue Pharma, no impidió la prescripción del fármaco.
La DEA ahora está preocupada. De todos los delitos federales de EE.UU. de 2022, 31,5% se correspondió con ofensas por drogas y la mayor parte de estas estuvieron vinculadas con fentanilo. La administración de Trump declaró la emergencia en salud pública y, por supuesto, reforzó las políticas en materia de seguridad. Es que les coparon el mercado con sustancias espurias, chinas e indias, ingresadas por la frontera mexicana. Creada la demanda, hecha la oferta. La pregunta es: ¿qué tan difícil es volver adicta a una población?
receta estatal
Argentina tiene una historia breve con los opioides de uso médico. En los ochenta, apareció un pain killer nuevo que pronto se transformó en droga de abuso. A la buprenorfina comercializada como Temgesic, le siguieron el dextrometorfamm y el clocidol en los noventa. Después aparecieron los antitusivos. La didrocodeinona, comercializada como Septobron Unicap, generó problemas hasta entrados los 2000. “Luego los opioides decayeron en el uso hasta la aparición del Tramadol”, dice el toxicólogo Carlos Damin.
El Tramadol es un opioide muy utilizado en traumatismos y cirugías. “No debería usarse nunca por más de 48 horas porque produce una gran tolerancia, lo que significa que hay que aumentar la dosis para mantener el efecto y eso es lo que genera la dependencia física de todos los opioides”.
Todos estos medicamentos siguen siendo comercializados pero, en contraste con el país del norte, bajo estricto control sanitario: se prescriben bajo recetas diferenciadas que se compran exclusivamente a través del Ministerio de Salud y se lleva un registro de cuántas compra cada médico y cuántas utiliza. “Siempre se han ido actualizando las restricciones de la prescripción y el suministro de los opioides”, dice Damin.
En la foto actual, no se evidencia la supremacía de la industria farmacéutica por sobre el Estado, sino más bien todo lo contrario. Otra sería la historia bajo la eventual destrucción de las políticas sanitarias que nos salvaguardan.
corte y confección
“El fentanilo ya está fuertemente arraigado en el país y es habitual que se lo utilice para cortar otras drogas, aumentando su gramaje y potenciando sus efectos y su dependencia”, dice Infobae en una nota de marzo de 2024 que rebalsa de falsedad.
Es cierto que el fentanilo se utiliza en Estados Unidos para cortar la heroína, pero el consumo de drogas inyectables es irrelevante en Argentina debido a los elevados costos de producción (le quedan caras al mercado local) y la proximidad con países productores de otras drogas semisintéticas como la cocaína.
Entre 2003 y 2008 un puñado de droguerías y laboratorios argentinos importaron cantidades de efedrina que excedían las necesidades sanitarias. La traían legalmente de China e India y la exportaban clandestinamente a México para la producción de metanfetaminas, éxtasis y otras sustancias. Pero nunca tuvimos en Argentina un consumo relevante de metanfetaminas: en 2022, era de 0,2% de la población.
El gramo de fentanilo puro cuesta 57 dólares. Para cortar la merca hay alternativas más baratas -hidratos de carbono, cafeína, etc.- y menos riesgosas: en su máxima concentración, la dosis letal (2 mg) tiene el volumen de medio grano de arroz y es muy difícil de manipular. Los episodios como el de Puerta 8 atraen redadas que estorban la logística de las organizaciones delictivas. Cortar drogas recreativas con sustancias de tal calibre no sería el negocio más eficiente.
Sin embargo, fuentes especializadas en narcotráfico explican que lo que haría el fentanilo no sería cortar la sustancia sino potenciarla, es decir, generar un pegue más potente y más adictivo, algo similar a lo que pasa hoy con el paco. Una gota de fentanilo puro te mata. En cambio, las ampollas de fentanilo médico generalmente vienen diluidas en agua (0,25 mg de fentanilo), lo que reduce los riesgos que supondría manipularlo en una cocina clandestina y utilizarlo para potenciar otras sustancias.
las ampollas
En julio de 2023 se secuestró un lote de fentanilo médico en un transporte de una empresa de paquetería que circulaba por la RN 12 de Misiones. No fue una pavada: 500 ampollas valuadas en 35.5 millones de pesos de ese momento. Estas ampollas son de la misma marca comercial que las siete secuestradas en Villa Fraga: Fentanovag, aprobada por ANMAT para producción del laboratorio Gobbi Novag. Si ambos lotes están relacionados es algo que la normativa argentina al día de hoy impide entender con rapidez, ya que las ampollas de fentanilo no tienen la trazabilidad individual que se le impuso a la efedrina en 2016. El número de serie se coloca por lote, que puede contener hasta 200 cajas con 50 ampollas cada una.
El número de lote de las ampollas de Villa Fraga estaba borrado; desconocemos si también estaba borrado en las ampollas de Posadas. Por la cercanía de las fechas y por la coincidencia en la marca comercial, la correlación de las dos causas más importantes de fentanilo en Argentina no se puede descartar.
los doblados
El 6 de abril de 2024, Ana Inés Cabral (37) iba con el auto por Avenida Córdoba, antes de llegar a Jorge Newbery, y vio cruzar a “un chabón que empezó a hacer posturas físicas raras, se quedaba un segundo quieto, se paraba, se agachaba, la mirada perdida”. En mayo de 2024, Bruno Moglia presenció algo similar en la línea B de subte, estación Lacroze: “Es muy rara la postura en la que queda, completamente doblado al medio con las manos casi en el piso”.
Los testimonios podrían indicar que al menos unas pocas dosis de la sustancia fueron consumidas luego de desmantelada la sede de la organización. Sin embargo, desde el Fernández son enfáticos: “No hemos recibido ningún caso similar a los supuestos zombis norteamericanos ni hemos recibido a nadie con adicción al fentanilo en el hospital. Siempre llega alguno con Tramadol, te repito, pero son escasos. Y no están precisamente en situación de calle”.
La fiscal Amil Martín, por su parte, asegura que no recibió testimonios similares de parte de la policía, ni de los vecinos del barrio en cuestión ni de ninguna de las personas que trabajan en territorio con las que habla constantemente. “No se está viendo nada distinto a lo que pasaba antes”.
la pedrada
En abril de 2024, una cola larga se arma bien al fondo de la Villa 31. A lo largo, en el suelo, cabizbajos flacos; algunos mascullan incoherencias. Visiblemente deteriorados por alguna sustancia, pero más bien estáticos. A la pregunta de qué venden, un chico responde: cocaína.
“Ya no le llamamos más paco -dice Damin-. Hablamos de cocaína fumable porque hay muchas formas químicas distintas y todas tienen en común que se fuman y en menor medida se inyectan. Generan muchas alteraciones, sobre todo pulmonares, cerebrales, neurocognitivas y cardiológicas también”.
El paco es el segundo motivo de consulta en el Hospital Fernández por sustancias de abuso, después del alcohol. Por lo alterado de su composición, es difícil estimar la cantidad de usuarios, entre los 50 mil argentinos que en 2022 dijeron haber consumido paco alguna vez en su vida, los 9 mil del crack, los 90 mil de los solventes o inhalables y los 800 mil de la cocaína.
En septiembre de 2023, circuló en Misiones el rumor de que la pedra, versión fronteriza del paco, podría contener fentanilo. Surgió de los Ministerios de Seguridad y Salud. “Ellos deslizaron la posibilidad en una reunión con jueces federales de la provincia, a lo que inmediatamente pedí que generen evidencia, estudios que lo certifiquen, porque si no se empieza a generar el caos”, dice el ministro de Prevención de Adicciones y Control de Drogas de Misiones, Samuel López.
Luego de varios intentos, el ministro logró el análisis en el que aparecieron cocaína, otros compuestos orgánicos para el estiramiento y nada más. “Aunque sí me generan una situación de alerta esas 500 ampollas encontradas fuera del mercado legal, especialmente después del fallecimiento de la chica que participó de una fiesta electrónica en Córdoba y había comprado el éxtasis en Posadas”.
En la zona norte de Misiones la pedra está siendo droga de reemplazo de la cocaína y la marihuana: es más accesible, ofrece un efecto mucho más potente y es más adictiva. “Nosotros teníamos este problema en la zona norte, frontera con Brasil. Los casos llegaban hasta la localidad de El Dorado, hoy vemos que el consumo se está extendiendo hacia la capital de la provincia”.
cultura drogona
El fentanilo no “entró a la Argentina”. Por un lado, el fentanilo médico siempre estuvo. Por el otro, no hay investigaciones en curso que indiquen que el fentanilo narco se está comercializando de manera organizada. El ADN de nuestra cultura drogona nos protege por el momento de las sustancias inyectables como la heroína adulterada que se consume en Estados Unidos.
Tampoco somos una sociedad adicta a los opioides en particular ni a los fármacos en general: Sedronar dice que un 14% de la población consumió sedantes (benzodiazepinas como el Clonazepan) pero solo un 2% lo hizo sin prescripción médica.
Tampoco es probable que el fentanilo se transforme en la nueva efedrina. La que se desvió a México desde Argentina durante los 2000 era importada legalmente de China e India. Pero el fentanilo que los traficantes ingresan hoy a Estados Unidos a través de la frontera mexicana es un negocio ilegal de punta a punta, y hoy en día ambas sustancias están sometidas a rigurosos controles locales e internacionales.
“Para hablar de triangulación tendríamos que hablar de cantidades considerablemente mayores”, dice la fiscal Amil Martín en referencia a la efedrina que se encontró junto al fentanilo en Villa Fraga. Sin embargo, expresa cierta inquietud: “Acabo de volver de Colombia y lo que pasa en otros países te muestra cómo se va a ir colando el fentanilo en distintos tipos de droga, porque lo que necesitan es generar la necesidad”.
Acá se complejiza apurar las conclusiones: si bien el fentanilo narco no está circulando, fuentes especializadas en el asunto coinciden en que el riesgo existe. Se utiliza alrededor del mundo para potenciar todo tipo de drogas sintéticas, que hoy se estiman en al menos 15 mil. “Mientras vos y yo hablamos están apareciendo nuevas sustancias psicoactivas”, dice Federico Zamberlan, parte del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva Computacional de la UBA, especializado en psicofarmacología, que contribuyó con las precisiones técnicas de este informe.
Alta concentración = volúmenes reducidos = facilidades de importación. Hoy los traficantes chinos les venden sustancias químicas como el fentanilo a los grandes carteles de Latinoamérica. Lo hacen a través de distintas metodologías, entre las que podemos mencionar el envío de encomiendas a través de couriers privados, pagadas con criptoactivos en la dark web. Esa es la paranoia que le trasladó el comando militar estadounidense al gabinete de Milei durante las reuniones que mantuvieron en abril de 2024 y el motivo por el que se endurecieron en mayo los requisitos para importar y exportar fentanilo de la Argentina.
Si bien en Argentina tenemos un mercado relativamente escueto de drogas sintéticas, existe un nicho en expansión ligado a las fiestas electrónicas: un 1,5% de la población que consume éxtasis mayormente exportado de Europa, en donde el fentanilo se utiliza para potenciar esa sustancia. La filtración internacional del fentanilo en nuestras drogas de consumo recreativo nos deja expuestos a eventuales “cagadas”.
Pero por encima de toda especulación el que disparó legítimas alarmas en el último año es el fentanilo médico. No el recetado, sino el desviado para su comercio ilegal. Los 41 laboratorios que trabajan con fentanilo en el país están sujetos a rigurosos controles por parte de la ANMAT. Sin embargo, Gobbi Novag no ha podido explicar cómo llegaron las ampollas de Fentanovag a un transporte de paquetería privada. Las 500 dosis de fentanilo médico secuestradas en Posadas exceden la perspicacia del puñado de trabajadores de la salud que han sido condenados por sustraer ampollas de centros médicos.
Cuando acecha la pobreza, las drogas de corte proliferan en al menos dos puntos del país. Si consideramos relevantes los testimonios de los vecinos de Chacarita, la investigación que al momento profundiza la fiscal Amil Martín es de vital importancia para entender si existió la intención de crear una demanda. “Es un monocaso. No tengo las bases para decir cuál es el fenómeno que se está dando. ¿Se puede dar? Sí”.