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la insoportable levedad de la conducción táctica
El atentado contra la vicepresidenta abrió una nueva etapa histórica y entre dirigentes y analistas prima la desorientación. Juan Grabois lo había anticipado hace tres años y en esta conversación se anima a delinear el sentido de lo que vendrá. Cuál es el significado de la nueva violencia política, memoria y balance del mal gobierno que termina, en qué se equivoca Cristina, por qué la militancia popular atraviesa una crisis de conservadurismo. Y mucho más.
Fotografía: Martín Rata Vega
11 de Octubre de 2022
crisis #54

 

E n una Argentina que no late sino que tiembla, Juan Grabois piensa la política en clave de latencias. Quizás por eso decidió no asumir ningún cargo en el gobierno del Frente de Todos que ayudó a nacer. En esta entrevista admite que esa gestión es un fracaso, sin atenuantes. Dice que el presente está signado por una administración colonial de nuestros recursos comunes. Reconoce que es posible imaginar un horizonte de caos generalizado. Y sin embargo no pierde la calma. Tampoco es muy dado a la autocrítica. Pero en un sistema político donde la especulación reina y la palabra es una baratija, el joven dirigente desentona por su análisis audaz –por momentos erudito– que orienta a les militantes y cotiza alto en los prime time televisivos. Tuvimos con él una larga conversación para intentar pensar cómo llegamos hasta aquí y qué es lo que viene. 

Grabois lo dijo desde el día uno y poco a poco la investigación judicial le fue dando la razón: “Descartar la hipótesis de que hubo un nivel de planificación en el atentado es una operación política en sí misma, porque se establece la narrativa de que acá hubo un loquito que tomó una acción individual. La contranarrativa es que había un clima de violencia previo, pero eso también es un análisis muy sesgado y superficial. Lo que efectivamente sucedió, para hablar en términos hegelianos, es que hubo un cambio de cantidad en cualidad”. 

¿De la violencia simbólica se pasó a la agresión física? 

No, eso ya venía sucediendo. Por ejemplo, cuando rompieron a piedrazos la ventana del Senado se abrió la posibilidad en el inconsciente colectivo de dañar físicamente a Cristina. Hay un evento anterior: cuando le pegaron con un micrófono sin querer. No importa la intencionalidad de quien lo hizo sino la vulnerabilidad de quien lo sufrió. Lo que sucedió el 1 de septiembre fue un paso de la agresión física al intento de asesinato. Es un cambio cualitativo. Estamos ante una nueva situación porque queda latente la posibilidad de asesinar dirigentes. Se volvió a abrir la perspectiva de violencia política en Argentina. El tirador es una persona influenciable pero no loca. Y a las personas se las puede conducir de manera directa o indirecta.  

¿Vos qué hipótesis tenés? 

Descartar que exista una planificación de sectores que tienen poderosos intereses es un error. Y atribuir esta violencia política a la grieta también es un error, porque el contexto más general es el de una disputa de intereses económicos. Yo me pregunto, por ejemplo, en qué derivó la guita que pusieron los fondos buitres acá en la Argentina en 2015. Está comprobado que contrataron trolls para horadar la autoridad del gobierno. Por menos de lo que hay en Vaca Muerta, en la zona del litio y en términos de agroindustria en la Argentina invadieron Irak y hay una guerra civil permanente en Ruanda. ¿Qué representa Cristina en este escenario? La posibilidad, aunque sea solo en estado potencial, de modificar el estatus colonial. Es la única figura política competitiva a la que se le puede llegar a ocurrir hacer una empresa nacional de litio. Yo no tengo ninguna duda de que hay una decisión de destruirla y les está costando con métodos relativamente legales, por eso el pasaje a métodos ilegales y violentos no es algo que haya que descartar. 

La reacción del sistema político frente a lo que pasó no parece haber sido muy virtuosa.  

Yo creo que la peor reacción estuvo en nuestro campo, me refiero al sector mayoritario del Frente de Todos, que es el que se referencia en Cristina con más o menos nivel de organicidad. En términos peronistas, hay conducción estratégica pero no hay conducción táctica. Y no es que haya una mala conducción táctica, sino que directamente no hay. Frente a un hecho de estas características aparecen una serie de actores que no pueden coordinar una respuesta, no hay jefatura ni tampoco conducción colectiva, por lo tanto las decisiones se van tomando al tuntún. El día del atentado hubo varias decisiones malas. La primera hacer un feriado, porque la gente de laburo te reputea, no puede llevar a los pibes al colegio, tienen razón. El segundo error es la reunión lamentable que tuvo lugar en la Casa Rosada, mientras afuera estaba la plaza llena esperando a ver quién hablaba, montaron un escenario, toda la expectativa… y una actriz lee un documento medio flojo. El Presidente podría haber llamado a Macri, Larreta, Bullrich, Carrió, Gerardo Morales, Manes e invitarlos uno por uno a reunirse en la Casa Rosada. Para ponerse de acuerdo en tres puntos: no instigación al odio, rechazo a cualquier violencia física, no persecución a ningún dirigente de ningún partido. Y solidaridad con la víctima de esta situación. Punto. En cuanto a la oposición, obviamente hay especulación porque si se ponen muy blanditos pierden votos por derecha. La combinación entre ese juego con el fascismo que hace Juntos por el Cambio, que dicen ser republicanos pero quieren los votos de Milei, y la falta de elaboración política de nuestro campo, da como resultado que el sistema democrático no pueda ofrecer la garantía de que ciertas reglas de juego serán respetadas. 

"La combinación entre ese juego con el fascismo que hace Juntos por el Cambio, que dicen ser republicanos pero quieren los votos de Milei, y la falta de elaboración política de nuestro campo, da como resultado que el sistema democrático no pueda ofrecer la garantía de que ciertas reglas de juego serán respetadas".

Frente a ese escenario aparece el embajador norteamericano Marc Stanley proponiendo hacer un acuerdo de las principales fuerzas en pos de lo que vos llamaste una “política colonial ordenada”.  

La política colonial ordenada requiere la eliminación de Cristina. Su eliminación jurídica, política o física es un requisito para la extracción colonial del litio, los hidrocarburos y la agroindustria, que es lo único que interesa de la Argentina a los imperialismos (o a las grandes potencias, como las quieran llamar). Más allá del precio que tengan en el mercado mundial, esos productos son invaluables en términos geopolíticos. Y la naturaleza colonial de nuestro país es la consecuencia de no poder ejercer el manejo soberano sobre los recursos estratégicos. La única que puede trastocar un poquito esa ecuación es Cristina. 

El otro día escuché que si hubiera salido el tiro de Sabag Montiel se armaba una guerra civil. Pero el hecho de que le hayan disparado, ¿no evidencia que estamos ante algo muy parecido? Por otra parte, Cristina cada vez tiene más centralidad pero también cada vez está más frágil políticamente. 

Yo no creo que tenga tanta fragilidad política. Y existe la posibilidad de una violencia generalizada, pero la guerra civil es un enfrentamiento entre bandos. Yo veo más un escenario de caos que de guerra y el caos en general se resuelve con políticas represivas. No veo un proyecto que aglutine bandos como pasó en otros momentos de la historia. Además, los principales dirigentes de la oposición en este momento deben tener mucho miedo de que vaya una bala para ellos también.  

¿Ves posible que algo así se repita? 

Ahora que pasó, queda latente la posibilidad de que haya gente que piense que apretando un gatillo puede tener una gran participación en la historia. Es un poco contranatura que lo diga yo pero una convocatoria general democrática no estaría mal en este momento. 

¿Pensás que Cristina se podría sentar con Macri? 

No tengo una respuesta para esa pregunta. 

 

óleo de un peronismo sin sombrero 

En el razonamiento del líder del Frente Patria Grande es difícil encajar el apoyo que la líder del Frente de Todos le está brindando al ministro de Economía Sergio Massa para que lleve adelante con ferviente convicción el plan diseñado por el Fondo Monetario Internacional. Lejos de revisitar la teoría del cerco, Grabois va a sugerir que CFK es una pésima electora de delegados y eso obtura la posibilidad de una síntesis política superadora. “¿Cómo puede ser que estuvimos cascoteando a Guzmán para ponerlo a Rubinstein? La irrupción de Massa se explica por la necesidad de construir algún nivel de autoridad en el Estado, que estaba totalmente disuelta e íbamos derechito al abismo. El problema es que Massa no llega solo, sino con un grupo político empresarial. Y con una posición geopolítica. Midlin, Funes de Rioja, Manzano son las elites intermediarias de los principales negocios que ofrece la Argentina”. 

Cuando CFK eligió a Alberto Fernández como candidato a presidente hizo el cálculo de que no la iba a destruir. ¿Con Massa no es otra la ecuación si le llega a ir bien? 

Te voy a contar una anécdota: hace unos meses fui a verlo a José Mayans al Senado, por una discusión sobre la Comisión Bicameral de seguimiento de la fuga de capitales que él presidía. Habían recibido datos importantes sobre quienes fugaron el dinero, pero la frizó. Me dice que no podía por un tema de confidencialidad y empieza a hablar de religión, del rey David y el óleo de Samuel, que es una historia muy del peronismo. Perón decía “no tiene el óleo de Samuel” para hablar de alguien que no tenía carisma. Cuando me dijo eso hice un clic. Lo dejé hablando a Mayans y me fui al despacho de Cristina. Pedí verla, me recibió y le conté la anécdota. La historia es así: en la mitología judía el padre de David es un rey importante, se llamaba Jesé. Tenía tres hijos: dos con formación militar y David que era pastor y tocaba la flauta. O sea, tenía menos fisic du rol de rey que los hermanos. Jesé estaba viejo y llega Samuel, una figura místico-religiosa que ejercía la función de consejero político, con un tarrito que contenía el famoso óleo con el cual debía ungir al futuro rey. Se reúne con los dos hijos militares de Jesé y sale diciendo que no es ninguno de ellos. No le nace ungirlos. Entonces le pregunta a Jesé si no tiene otro candidato. El rey responde que está David pero anda con las cabras, no puede ser él. Samuel insiste, va a buscarlo, se para frente a él, reza y lo termina eligiendo. Le cuento esta historia a Cristina y le digo: “Mayans dice que vos sos David, pero vos sos Samuel. Vos tenés un tarrito con el óleo y lo usás mal. Entonces, o rezás bien como hizo Samuel… o danos el tarrito”. Cristina elige mal a la gente. Lo cual es un fenómeno bastante reiterado en América Latina: en general los grandes líderes populares eligen dirigentes que están a su derecha. Y sin carisma. Entonces más que ver en Massa un riesgo, creo que la posibilidad de una síntesis superadora de lo que fue el proceso kirchnerista está obturada por las elecciones de la gran electora y por las dificultades tácticas de la dirigencia intermedia. 

¿No encontrás cierta similitud, salvando las enormes distancias, entre este momento y el tercer gobierno de Perón? 

Hay una diferencia grande y es que en aquel momento había un contexto de violencia política generalizada, ahora hay una violencia política emergente pero focalizada. Perón estaba viejo, enfermo, se murió y había un señor que se llamaba López Rega que era surrealista. Creo que una tercera presidencia de Cristina podría ser muy buena. Ahora, después de la tercera presidencia, ¿habrá una cuarta? En algún momento eso se termina. Y nosotros queremos transmitirles a las generaciones futuras una perspectiva distinta del país, la región y el mundo a la que tiene Cristina. Ella tiene la visión de “un capitalismo en serio”, nosotros estamos en contra de ese planteo filosófico. Queremos un sistema alternativo al capitalismo, que se va construyendo teóricamente por aproximaciones sucesivas, pero tiene un eje claro y es que el proceso de acumulación de capital y lo que llaman el mercado no resuelve los problemas esenciales de la sociedad que son la tierra, el techo y el trabajo. Que incluye algo que al kirchnerismo no le gusta y es la comunidad organizada, el protagonismo de las organizaciones comunitarias, pensamos en un sistema que no sea estado céntrico. Y que plantea como central la planificación para construir transformaciones que no dependan exclusivamente de la genialidad del líder o la lideresa.  

¿Vos considerás que el gobierno del Frente de Todos es un fracaso?  

Sí, hasta ahora sí. 

Hay dos modos de interpretar ese fracaso: la pobre prestación específica de Alberto Fernández y su equipo de gestión, o asumir que la falla de origen está en apostar por un gobierno moderado para un momento de crisis como el que atravesamos. 

Es más lo primero que lo segundo. Aunque nosotros pensamos que Cristina tendría que haber sido la presidenta, por eso el día que anunció la candidatura de Alberto para mí fue trágico y dijimos públicamente que era un retroceso, incluso una derrota política, lo tomamos como un gobierno de transición con tareas específicas. Resolver el tema de la deuda, sobre todo con el Fondo: un desastre –primer elemento de quiebre con Cristina. Segundo objetivo: arreglar la catástrofe social, es decir que haya menos pobres y no más. Tercero, la justicia. Ninguna de las tareas se resolvió. Tampoco institucionalizó la coalición. La razón principal de ese fracaso es la falta de capacidad política de la conducción del Poder Ejecutivo nacional encabezada por Alberto y de una serie de colaboradores que creyeron que podían inventar un movimiento político propio. 

¿No te parece que hay algo de impotencia en el sistema político en general, en tanto cada vez tiene menos capacidades?  

Yo ahora sé un poco mejor cómo funciona el Estado y francamente puedo decirte que si nuestro equipo gobernara lo haría mucho mejor. 

O sea, considerás que el Estado hoy cuenta con la soberanía política para hacer los cambios que se precisan. 

No. Dije que iba a ser mejor, no que iba a ser bueno. El Estado hoy solo tiene dos botones: el de recaudar y el de gastar. La primera reforma que debería hacerse para desarrollar algo parecido a un plan es la recuperación de una parte sustancial de la renta de los sectores estratégicos en Argentina. Invertir la ecuación de cómo se reparten los beneficios de aquellos procesos extractivos que ya existen. Eso es difícil de hacer. Recomponer un Estado omnívoro como el peronista me parece imposible, sí se pueden articular mecanismos de cogestión con la comunidad organizada. 

 

dos pasos atrás uno adelante 

Grabois tiene el don de tensar la cuerda al máximo y escandalizar a las buenas conciencias del establishment político. Por eso algunos lo tratan de pedante. “Un niño bien, con banca poderosa y medio malcriado”, dicen sus detractores. En julio de este año se lo vio gritando desaforado en el Puente Pueyrredón durante un corte de ruta. Dijo que iba a dejar su sangre en la lucha callejera si seguía habiendo hambre en la Argentina. En agosto amenazó con romper el bloque parlamentario del Frente de Todos si no le daban a los más pobres una asignación por tres meses para paliar los efectos nocivos de la escalada inflacionaria.  

Por ahora esta especie de vandorismo posmoderno funciona, pero en cualquier momento puede perder la capacidad de presión y entonces tendrá que elegir entre morderse los labios para recular en chancleta, o cumplir con su temeraria palabra. 

Si el gobierno que integraron fue un fracaso, ¿no hace falta modificar la estrategia?  

En las tareas que nosotros asumimos en la estatalidad nos fue bien y tenemos un proceso de seguimiento eficiente de cómo se van haciendo las cosas. Aunque tampoco sea para hacer una fiesta. Pero hay otras cosas que no resolvimos correctamente, por ejemplo, no pudimos darle un nivel de autonomía a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) como para blindarla de las tensiones políticas de los grupos o de los núcleos dirigentes. No hemos encontrado tampoco la manera de construir un espacio político flexible y al mismo tiempo participativo, o sea que el problema de la organización en el siglo XXI no está saldado y nosotros no le encontramos el agujero al mate. 

El Frente Patria Grande decidió no irse del bloque oficialista en el Congreso porque consiguieron una medida a favor de los sectores populares. A cambio están avalando una política económica claramente favorable a los poderes económicos. ¿No ves un problema ahí? 

La organización social puede ser un refugio en el marco de un vendaval político, social y económico frente al que no tenemos cómo confrontar. Puede ser una cuña si hay una ventana de oportunidad, porque la historia no se digita desde un Comité Central sino que hay fuerzas independientes de la voluntad colectiva que a veces generan la posibilidad de un cambio. O puede ser un arca, que es como la fase superior del refugio: vino el diluvio y hay una serie de arcas para reconstruir la vida. Ahora estamos en momento de refugio. Por eso creo que está mal planteada la pregunta: no es que nosotros participamos de una mala política para obtener una concesión. Nuestra capacidad de intervenir sobre el esquema impositivo del Estado es muy baja, pero al generar esta presión y lograr una transferencia para millones de personas lo que conseguimos es intervenir en la puja distributiva. Pero si no fuera esto: ¿qué podríamos hacer? Porque la posición testimonial, que yo banco mucho, ya la tenemos: testimonialmente estamos en contra de todo. Si yo tuviera una opción mejor desde la fuerza que tenemos para incidir, de verdad que lo haría.

 

El riesgo de esa táctica es la pérdida del horizonte político transformador y eso redunda en algo que tanto vos como Álvaro García Linera plantearon últimamente: el envilecimiento de las dirigencias populares. 

No creo que esté pasando en nuestro ecosistema, al menos de manera generalizada. Porque tenemos anticuerpos. Uno es que yo no participo de ninguna de las instancias de poder. Otro es que el bloque social moviliza más allá de si el funcionario es amigo, aliado u opositor. Hay una disputa abierta sobre los niveles de asimilación acrítica, que son muy evidentes en algunos casos. Pero plantearlo en términos de envilecimiento es moralizarlo un poco. Uno tiene que partir de la base de que las acciones de los sujetos son producto de caracterizaciones políticas, no de blandura moral. Aunque a veces hay una sospechosa coincidencia entre los intereses y las convicciones. 

Yo diría que es un problema político específico de esta etapa y de la participación en un gobierno que es un fracaso. 

No, creo que es un problema de anticuerpos. Porque de lo contrario no podríamos participar de la lucha y la disputa. Hay que crear los anticuerpos suficientes para que no se pierda el horizonte de futuro. ¿Por qué es imprescindible que esta vez haya sí o sí PASO? Porque si después de militar una campaña por Alberto, ahora hay que militar una por Massa… se licúa cualquier perspectiva militante. Ya es como demasiado. Nuestra militancia no puede naturalizar que el mejor horizonte posible es que Massa le gane a Larreta o a Manes.  

"¿Por qué es imprescindible que esta vez haya sí o sí PASO? Porque si después de militar una campaña por Alberto, ahora hay que militar una por Massa… se licúa cualquier perspectiva militante. Ya es como demasiado. Nuestra militancia no puede naturalizar que el mejor horizonte posible es que Massa le gane a Larreta o a Manes". 

¿Pero ir a una PASO a perder te parece una solución al problema? 

No, pero es un anticuerpo. El problema no tiene solución inmediata. Yo creo en la función de la vanguardia, sobre todo cuando aparece una ventana histórica y se precisa una cuña. El tema es cuando vas adelante de algo que no va a pasar. Frente al problema que estamos planteando de la redistribución regresiva del ingreso, algunas cosas logramos como consecuencia de la acción colectiva de nuestro sector. Y la mayoría decía que no era posible. Hubo compañeros que mientras nosotros amenazábamos con romper el bloque en el Congreso plantearon que era el momento de calmar a los mercados y no a la gente. Obviamente lo que logramos no resuelve la orientación general de la macroeconomía argentina y su rol de país colonizado.  

La pregunta es: ¿habilita un crecimiento de la fuerza popular o más bien lo contrario? 

Sí, porque deja en un sector importante de la militancia y de la sociedad la idea de que se puede, la latencia de que es posible.  

¿Vos sentís que hoy en la militancia popular prima cierto conservadurismo? 

Total. Hay mucho miedo al aislamiento y con el miedo no se puede trabajar. Yo no quiero el aislamiento tampoco, pero no le tengo miedo. Hay temor a la marginalidad y como a mí siempre me gustó la marginalidad, no solamente no le tengo miedo sino que la miro con cariño. Por eso me paso a veces. 

El dato político más impactante de este momento es la emergencia de la violencia política. Pero hace un tiempo venimos viendo que la violencia se impone también en los barrios populares de la mano de los narcos y otras dinámicas que corroen las lógicas comunitarias. 

Hay algo mucho peor que las explosiones sociales, que a veces pueden ser creativas y positivas, y son las implosiones, la degradación silenciosa de los distintos sectores de la sociedad. Y desde luego es grave la penetración de las estructuras del narcotráfico. Yo estoy convencido de que las organizaciones populares, todas, hasta las que más en desacuerdo estoy políticamente, son la principal barrera que impide que eso se acelere. La mera presencia de un militante es una barrera, que obviamente se va cayendo. Y cada peso de transferencia hacia esos sectores también porque la penetración del narcotráfico es un problema económico. ¿Y cómo se relaciona eso con la violencia política? Creo que de una manera indirecta: ni la perspectiva neoliberal ni la neokeinesiana resuelven los problemas de la gente, y la crisis de alternativas permite la penetración de realidades destructivas. La frustración que produce esa falta de proyecto individual de vida genera los neofascismos, especialmente en los sectores medios empobrecidos. El único relato alternativo al status quo que hay en la Argentina y en buena parte del mundo hoy es la ultraderecha. 

La frustración que produce esa falta de proyecto individual de vida genera los neofascismos, especialmente en los sectores medios empobrecidos. El único relato alternativo al status quo que hay en la Argentina y en buena parte del mundo hoy es la ultraderecha. 

¿Y no te parece que ese lugar de expresar el malestar y canalizar políticamente el descontento debería ser ocupado por las organizaciones populares?  

No, ese es el rol histórico de la izquierda revolucionaria. El problema es que los libertarios dicen que van a quemar el Banco Central. ¿Y qué va a quemar la izquierda? Mi posición es más bien humanista y gradualista. 

¿No es antisistema? 

Es antisistema pero de una manera moderada. No quiero un derrocamiento violento de la casta. Planteamos una perspectiva de cambio transicional. Uno podría tener una pose antisistema, pero el problema es cuando ni te la creés vos. Ellos sí se la creen. Milei cree que su utopía es posible.  

¿Y vos no creés que tu utopía pueda existir? 

Yo tengo una utopía que creo que puede existir, pero no ahora.

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