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la cofradía que no tiene género
La idea de que es la biología lo que determina el género es uno de los tópicos preferidos de la batalla sin cuartel que lleva adelante la ultraderecha. Pero esta nota no versa sobre furiosos youtubers que reproducen el guion global, sino sobre los grupos de feministas que se organizan para proteger las fronteras de la categoría "mujer".
Ilustraciones: Cristian Turdera
03 de Diciembre de 2024
crisis #65

 

Dicen que es un sector minúsculo dentro de los feminismos, ese que reniega de la Ley de Identidad de Género aprobada en 2012, un grupo pequeño de intelectuales, académicas y profesionales con un discurso antigénero que no ha dejado de crecer.

Para contar esta historia tomaré un avión hasta la ciudad de Córdoba y llegaré al Convento del Instituto León XIII, ubicado en Enrique Bordereau 7850, Villa Rivera Indarte. Allí voy a participar del primer Encuentro Federal de Mujeres (EFM), una reunión de entre 120 y 150 feministas radicalizadas de Argentina, Chile, Uruguay, Colombia y Francia. Si bien fue anunciado en Instagram, las puertas no están abiertas para todas. Solo son bienvenidas las que están convencidas o se sienten interpeladas por la teoría del “borrado de las mujeres”. Simplificando, podría decirse que ese postulado asegura que lo queer y las identidades travesti-trans llegaron para desvanecer la categoría “mujer” de todos los espacios.

Cuando me inscribo, me aclaran que este encuentro es lo opuesto al que se realizará en Jujuy (el masivo Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries), que lea con atención los pilares de la página web y que cuente mi postura sobre “el borrado de las mujeres” y el abolicionismo de la prostitución. Les digo que no tengo un fuerte posicionamiento, que me interpelan sus posteos, que me interesa aprender. No miento. Tampoco digo de más.

Hay otro detalle: las identidades de las participantes que no son referentas conocidas, así como las imágenes de sus rostros, no serán divulgadas por fuera del convento o en redes sociales. Solo circularán videos y fotografías de espaldas. Como periodista encubierta, mi desafío será la observación y la escucha sin intervenciones. Por dos días, entre las estatuas de santos, cuadros de vírgenes, el verde idílico del jardín del convento y sus alrededores, casi olvidaré el sonido de mi propia voz.

 

mujer se nace
 

Pero antes hay que decir otras cosas. En 2022, por primera vez en 36 años, el movimiento feminista que organiza los históricos encuentros de mujeres en el país desde 1986 se quiebra. La excusa es el cambio del nombre a plurinacional y la inclusión de las diversidades de género. Hay resistencias -siempre las hubo- a la participación de las travestis y se suman otras tensiones políticas con activistas históricas, algunas del Partido Comunista Revolucionario (PCR). Ese año, en San Luis, se hacen dos encuentros paralelos con un mes de diferencia. Las disidentes dicen que fue impuesto por feministas del Frente de Todos que cooptaron el encuentro, que se trata de “ficción y traición”, que se aprovechó la virtualidad para fragmentar. Según el documento que publicaron, son acusadas de “viejas rancias” en oposición a “las jóvenes de la marea verde”.

Aquel otro encuentro que sigue llamándose solo de mujeres no es homogéneo ni mucho menos, masivo. La mayoría son abolicionistas de la prostitución -niegan que se trate de un trabajo- y muchas no tienen reparos en la participación de las diversidades, sin embargo resisten el cambio de nombre. Pero dentro hay un grupo que tracciona y plantea que detrás hay otro proceso, una tergiversación del concepto de género, es decir, un “género con perspectiva postmoderna” que lo reduce a rasgos psicológicos despojados de la diferencia biológica. De esta manera, la deconstrucción -palabra que desdeñan- del sujeto político del feminismo, planteada por teóricas como Judith Butler, niega a las mujeres y amplía ese concepto a otros colectivos. Según ellas, las mujeres son conducidas a atender las necesidades del sujeto universal y no las de la agenda propia. Es la primera declaración, en el marco de los encuentros, que promueve la abolición del género “en tanto relación de opresión”. Se ve nacer -casi tímidamente- una postura radicalizada contemporánea, que planta bandera en las tierras fértiles de una parte del movimiento abolicionista y que será profundizada dos años después.

Al año siguiente, 2023, el encuentro disidente se reduce a una reunión federal en el Centro Cultural General San Martín en la ciudad de Buenos Aires. Aunque no publican un nuevo documento, todavía las concurrentes -unas 50- difunden sus rostros en las redes sociales y la participación es abierta. Parece que perdieron fuerza, y quizás así fue, pero esa reunión organiza algo distinto. La ultraderecha está pronta a gobernar el país y comparten con ellas una base común:  repudian la construcción de género que denuncian teñida de ideología queer y defienden la idea purista de mujer.

 

biología es destino
 

Son las 10 de la mañana del 12 de octubre de 2024. Me inscribo en el taller y me conducen a la habitación común que compartiré estos dos días, un pabellón oscuro con más de 20 camas cuchetas, casi todas ocupadas.

En el salón central hay una bandera extendida que dice “El feminismo es abolicionista”. Proyectan un video donde se ve a dos mujeres encapuchadas con carteles: “Fuera hombres de nuestros baños y vestuarios, las mujeres no tenemos pene” y “Ser mujer no es un sentimiento”.

Una coplera, al frente con su caja, canta “hembras humanas adultas, mitad de la humanidad” y explotan los aplausos. Esa misma frase fue utilizada en un escrito judicial en julio de 2022. Una medida cautelar presentada para evitar la “disolución de la categoría mujer” y requerir a la Justicia que eliminara del Censo 2022 las respuestas sugeridas con relación a la identidad de género (mujer, mujer trans, varón, varón trans). Ese escrito judicial fue firmado por María José Binetti (investigadora del Conicet), Graciela Tejero Coni (directora del Museo de la Mujer de CABA y, por entonces, asesora del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidades), Valentina Cruz (psicóloga y profesora de Historia), Marisa Andrea Piumatti (abogada y directora del Instituto de Estudios Legislativos del Colegio de Abogados de La Plata) y Julieta Luisa Bandirali (abogada y expresidenta de la Comisión de la Mujer de la Asociación de Abogados de Buenos Aires). Algunas de las firmantes, dos años después, son coorganizadoras de este evento y protagonistas del quiebre del encuentro en 2022. Es el caso de Bandirali, que en el Instagram del encuentro hace un llamado a las jóvenes a “abolir el género” y Tejero Coni, que participó del primer Encuentro Nacional de Mujeres en 1986 y fue militante del PCR.

 

scaneo hormonal
 

El salón es grande, de techos altos; un cuadro enorme, dorado, con una virgen abanderada de celeste y blanco domina la escena. Es una de esas pinturas que parecen mirarte desde cualquier punto de la habitación. Pero aquí, en esta ronda de 19 mujeres, no se hace alusión al espacio físico sino al temario del taller sobre Mujeres y Abolición del Género.

         “Entré a este taller para entender a mi novia, que ahora se identifica como hombre. A mí también me pasó eso de creer que el transfeminismo era una salida”.

         “Me quiero informar de esta cuestión de lo queer y del género que me parece que está de moda”.

Aunque el concepto de feminismo radical está en disputa y no es uno solo, hay una rama específica que se llama a sí misma radfem (radical feminist) que se ha fortalecido. Desde el otro lado, las identifican como terf (trans exclusionary radical feminist), feministas trans excluyentes. Para las terf, no hay género, solo existen el sexo femenino y masculino, determinados por la realidad biológica, es decir, si la persona nació con pene o vagina. No es una corriente nueva, sus bases se asentaron con el feminismo de la diferencia en los años setenta. Al principio fue reivindicado por una rama de las lesbianas radicales, pero luego se extendió a otros feminismos.

Las radicales terf, desde entonces, nunca dejaron la arena política de los feminismos en el mapa mundial y Argentina no es la excepción. Sus voces, sin embargo, se potenciaron con la irrupción en el poder de gobiernos reaccionarios y de ultraderecha ya que tienen un enemigo común: el género.

 

Las radicales terf nunca dejaron la arena política de los feminismos en el mapa mundial y Argentina no es la excepción. Sus voces se potenciaron con la irrupción en el poder de gobiernos reaccionarios y de ultraderecha ya que tienen un enemigo común: el género.

 

Aquí, para lograr este encuentro federal, las terf tejieron alianzas. De un análisis de la información pública disponible en Instagram y la web del evento surgen dos núcleos que conforman este nuevo espacio político. El primero, bajo el eje del abolicionismo de la prostitución, organizaciones y víctimas de redes de trata. Entre ellas puede mencionarse a Sonia Sánchez, Delia Escudilla y Elena Moncada, escritoras y sobrevivientes de explotación sexual; Blanca Torino, referente de la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos; y también feministas de otros países como Adriana Landínez, Alejandra Vera y Alejandra Rodríguez Peña, referentas de Mujer Denuncia y Muévete (Colombia); Chelo Álvarez, psicóloga de Asociación Alanna (España), María Elena Abarca Salinas, de la Casa de la Mujer Margarita Pisano (Chile); y Andrea Vallejo, de Menstruar en Calle (Uruguay).

El segundo es el núcleo radicalizado que, según lo publicado en Instagram, ha apoyado en lo financiero la concreción del encuentro. En el ámbito nacional puede mencionarse a Silvia Villalba de la Organización de Feministas Radicales Argentinas (OFRA) y Belén Noir de Femles (Feministas Lesbianas Separatistas), Pibas por la Abolición y Círculo de Lecturas Rad CABA, además de las ya mencionadas Graciela Tejero Coni, del Museo de la Mujer CABA, y la abogada Julieta Bandirali, de la Campaña Argentina por los Derechos de las Mujeres. En el ámbito internacional, las organizaciones Contra Borrado de Chile, Asociación de Mujeres por la Paz (España); Patricia Ponce, presidenta de la Coordinadora de Organizaciones de Mujeres para la participación y la Igualdad (COMPI- España), Nieves Rosa Hernández Gorrín, de Mararía y COMPI; y Nuria González López, de la Red de Mujeres del Estado de México, entre otras. Desde Radfem Berlín, en una charla en vivo, expresan su apoyo y consultan si se hará un testeo hormonal para asegurarse de que quienes participen sean, efectivamente, nacidas mujeres. En este encuentro, al menos, no se realiza.

Sus planteos, compartidos a lo largo de este evento, son esencialistas. Impulsan una agenda de abolición de la subrogación reproductiva, la prostitución y la pornografía. Al igual que los libertarios, repudian la “ideología de género” y su perspectiva en todas las políticas, incluyendo la que se aplica en la educación sexual integral (ESI) a la que algunas acusan de ser “educación generalista queer” por promover la autopercepción. Esas ansias de demolición son compartidas con la militancia libertaria y es uno de los ejes de su batalla cultural.

Hay feministas terf que, directamente, se identifican con la gestión actual de gobierno. Es el caso de la investigadora del Conicet María José Binetti -firmante de aquella medida cautelar- que lleva un fuerte activismo en Contra el borrado de las mujeres de España. En sus redes, festejó la disolución del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidades de Nación ya que lo consideraba una operación ideológica para eliminar el sexo y transformar a las mujeres en cuerpos gestantes. También, de forma reciente, replicó tuits de la vicepresidenta Victoria Villarruel, con quien coincide en su afán de derribar la ESI.

Pero Binetti no está aquí ahora. Y, al menos en Córdoba, las radfem participantes -aunque tienen mucho en común- no se proclaman de derecha, ultraderecha ni conservadoras. Dicen que no son votantes de Milei: defienden la educación pública y gratuita, militaron el aborto legal en las calles, denuncian el desfinanciamiento del Estado. Pero sin las trans adentro del feminismo y de su concepción del mundo. Un feminismo -aunque no quieran- de derecha.

La mayoría de las participantes de este encuentro tiene más de cincuenta años, quizás por eso cuando se produjo la división en 2022 fueron acusadas de “viejas rancias”. Pero la comisión organizadora está conformada por militantes más jóvenes y radicalizadas de la agrupación Radfem Córdoba. En general, las radfem que participan del evento son muy jóvenes, en sus veinte, la marea verde. Están diseminadas en este taller -quizás también en los otros- como si no se conocieran entre sí y dan sus aportes avezados a las que menos entienden sobre el tema. Dicen cosas como:

“Lo queer es la punta del iceberg, hay un transhumanismo que nos quiere borrar”.

“Es el nuevo machismo, que antes era la opresión del hombre dominante y ahora es este tipo de violencia que conduce al borrado de las mujeres. Al declararse ellos (las travesti trans) como mujeres nosotras desaparecemos (…) Volvemos a ser la otredad”.

Desde esta óptica, las travesti-trans son hombres infiltrados en el feminismo que cooptan la agenda. El discurso sienta parte de sus bases en algunas críticas que también se hacen desde los transfeminismos, como que “el sistema capitalista, nos quiere productoras, reproductoras y consumidoras de ese mismo sistema. Todo termina siendo un negocio, ni hablar de las transiciones de género con la medicina”. Sin embargo, cada crítica tiene como única respuesta el borrado de las personas trans y demás identidades no binarias. Por eso, la Ley de Identidad de Género es uno de sus principales obstáculos, ahí también encuentran víctimas y victimarios.

“Si a un niño pequeño lo tildan de que se autopercibe mujer, lo hipersexualizan y los que facturan con su imagen son sus padres y las personas adultas”.

“Desde el feminismo radical se interpreta que una mujer que dice yo soy hombre está escapando de todo lo que es ser mujer”.

En este punto, rozan la patologización de las personas trans en base a que existen casos de reversión de transiciones de género. Muchas veces, a lo largo de este taller, algunas psicólogas aseguran que la autopercepción es producto de un trauma y que debería existir una evaluación psiquiátrica o psicológica. Finalmente, se excluye de las conclusiones.

 

segregacionismo 2.0
 

La dinámica del debate es intensa y casi no tiene pausas. Hay un sopor en este encierro casi de retiro espiritual que no logra disiparse. En el patio, la conversación es un murmullo recatado y a veces se deslizan risas suaves, como pidiendo permiso. Esa armonía se quiebra con la irrupción de cinco mujeres vestidas de túnicas marrones, como en la serie de ficción El cuento de la criada, basada en la obra de Margaret Atwood. Caminan de forma pausada por las galerías opuestas y confluyen en el jardín con una música ensordecedora, apocalíptica y en latín. Una de ellas, tras el sonido ficticio de un disparo, cae y las otras la levantan como a un Cristo en forma de cruz. Las demás se acercan, forman un todo que sostiene y se quedan ahí por varios minutos. Cuando la performance termina, limpian lágrimas de su rostro. Así, entre lo victimista y lo heroico, construyen su épica.

El debate dentro del taller avanza y los discursos académicos empiezan a resquebrajarse cuando se contrastan con lo cotidiano.

“Como marco teórico todo lo que dicen me parece perfecto, en esa teoría lo trans sería el enemigo. Pero en el día a día, nos topamos con esta realidad como que el hijo de una amiga quiere ser nena. O, como docente, me tocan alumnos que quieren transicionar y esa no es gente que lo esté pensando desde un lugar de poder o desde el mercado”.

“No le puedo decir a una amiga mía: vos sos un hombre con pollera”.

No hay respuestas concretas a cómo se concilia la postura terf con la realidad. ¿Cómo se materializa la abolición pretendida del género? Si bien las radfem son intrínsecamente abolicionistas de lo que llaman prostitución, no todas las abolicionistas son transexcluyentes. Por eso, en el debate, las terf convencidas rodean el cuestionamiento sobre qué hacer en la vida real con otros argumentos que recuerdan a la doctrina estadounidense “separados pero iguales”, que permitió la segregación racial de las personas afro durante mucho tiempo. Esa doctrina aseguraba que no era discriminatorio, por ejemplo, que existieran escuelas o transporte público separados para personas negras y otras para “blancas” siempre que se encontraran en igualdad de condiciones.

 

Desde Radfem Berlín, en una charla en vivo, expresan su apoyo y consultan si se hará un testeo hormonal para asegurarse de que quienes participen sean, efectivamente, nacidas mujeres.

 

“He tenido mucho vínculo con chicas trans y rescato algo que decía Lohana (Berkins): somos trans, no mujeres. Son esa categoría”.

“Yo no soy muerte al trans, no me interesa, lo veo como un ser humano. No voy a negar su existencia, sí voy a negar una existencia simbólica. El trans es un varón, no una mujer”.

Surge la propuesta de crear espacios de debate separatistas para las nacidas mujeres. La teoría terf tiene la potencialidad de convertirse en una forma de expresar y perpetuar una supuesta supremacía, en este caso no de personas “blancas” sino de la mayoría de las mujeres, las cisgénero (que se identifican con el género que les fue asignado al nacer).

Otra de las estrategias para conducir la conversación hacia el abolicionismo del género apunta al exceso de empatía.

“Me preocupa que seguimos sacándonos del centro y pensando en cómo no herir a este otro colectivo o grupo, tomadas por la empatía y el buenismo”.

Es 13 de octubre de 2024. En breve, todo habrá terminado, se leerán las conclusiones en el auditorio y se votará San Fernando (Buenos Aires) como la próxima sede del encuentro federal.

Mientras se escriben las conclusiones del taller que reafirman que el transhumanismo promueve el borrado de las mujeres, hay una preocupación que sobrevuela el debate. Ninguna quiere ser vista como “terfa”, ninguna quiere que la llamen fascista, extremista o ser paria, aunque hasta el algoritmo en las redes sociales les sugiera los videos de Agustín Laje, un exponente de la ultraderecha libertaria, después de un posteo con contenidos radfem.

“La frase viralizada es kill the terf (…) Coincido en que el centro somos nosotras, el sujeto político, pero por algo estamos aquí (…) encerradas y con miedo. Yo no digo en el trabajo mi posición política. Hay psicólogas que se están quedando sin laburo por pensar como yo”.

Al fondo del salón hay una pizarra que ya tenía algunas palabras escritas antes del taller. Una letra inclinada, en negro, dibuja dos interrogantes: “¿Qué hago con lo que escucho? ¿Tiene límite la escucha?”. También me lo pregunto.

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