En 2018 estuvimos cerca de ganar el derecho al aborto legal, pero las calles desbordadas y eufóricas no alcanzaron para quebrar el consenso conservador. 2018 fue, también, el año en el que un cóctel explosivo de números e impericias hizo añicos las promesas macristas. En esos meses, entre derrotas, crisis y oportunidades, algunas protagonistas de la marea verde decidieron poner a prueba una hipótesis política: una alianza social amplia es imprescindible para sacar a Cambiemos del poder, y el feminismo debe liderar al menos una parte de esa, ahora sí, transversalidad. Ofelia Fernández (OF) −dos veces presidenta del centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini, militante de La Emergente−, Mafalda Sánchez (MS) −del Movimiento Popular La Dignidad− y Elizabeth Gómez Alcorta (EGA) −abogada especializada en derechos humanos, candidata a diputada por Ahora Buenos Aires en las PASO de 2017− están alrededor de la mesa. Las convocamos para conversar sobre qué pasa cuando el feminismo decide estallar sus propios contornos.
Ustedes están protagonizando una intervención electoral desde sectores del feminismo: ¿cómo queda la agenda originaria de las manifestaciones que arrancaron en 2015 y cómo ven las tensiones que provoca el movimiento que están haciendo?
OF: La generación de la que soy parte tiene una agenda propia que excede a la militancia más política. Es una movida muy horizontal, muy espontánea, la agenda es muy poco predecible. Entre las jóvenes son muchas más las que militan el feminismo que las que están dispuestas a estar en el centro de estudiantes o marchar por derechos humanos o porque se cae el techo de la escuela. Esas cosas son como menores dentro de lo importante que vendría a ser el feminismo. Yo creo que la militancia política tiene la capacidad de interpelarlas y decir: “Vos te diste cuenta que existe esta desigualdad. Bien, existen otras”.
EGA: El otro día leí unas clases que dio Rita Segato, donde decía que lo peor que puede hacer el feminismo es la guetificación. Y después leyendo el libro de Chantal Mouffe, ella decía que el problema que habían tenido las izquierdas era considerar exclusivamente como sujeto de dominación a la clase obrera y no ver que había otros actores. Quizás haya que pensar que los dos conflictos son complementarios, ni uno se tiene que guetificar ni el otro tiene que pensar exclusivamente desde la izquierda ortodoxa. El campo del conflicto social está hiperampliado, y cada vez será más heterogéneo, por eso tenemos que construir la capacidad de interpelar a todos en un pie de igualdad.
OF: Eso está empezando a pasar: la capacidad de, a partir de develar una injusticia, develar que el mundo es injusto en todo. Se complejizó un montón la discusión, también para nosotras. Hoy me acordé de una nota que di en Página12 y me pareció recontra liberal mi manera de pensar, como que tenía una noción muy limitada. Y pasaron dos meses. El mayor capital político que viene a proponer el feminismo es la masividad y yo creo que esa masividad está muy dispuesta a recibir nuevos disparadores de las discusiones.
MS: En la masividad del feminismo hay una relación directa con el 2001 y con la falta de representatividad del sistema político. Hay una disconformidad con todo y el feminismo, como propuesta transformadora de las estructuras, puede captar eso. Hay algo que no fue saldado en la década anterior. El primer Ni Una Menos es al final del kirchnerismo, no es en el macrismo. Nuestras organizaciones son muy nuevas e incluso así ya están viejas para las demandas que tiene la juventud, de un sistema político económico social distinto. El feminismo recoge eso. Una de las críticas que hacemos del gobierno kirchnerista es no apoyarse en las organizaciones populares, en términos de construir participación, poder popular, cuando en otros lugares de América Latina sí estaba pasando eso. Muchas organizaciones dejaron de construir poder popular para bancar un gobierno. Eso hace que se quiebren un montón de movimientos, uno es el movimiento de derechos humanos, que llegan al macrismo con muchísima debilidad. El movimiento feminista tiene la capacidad de abarcar cada vez más, mientras en otros lugares no hay contención, no hay espacios de discusión, de participación. Relaciono a la masividad con esas dos cosas: la crisis del sistema políticoeconómico-social en 2001 y la falta de dinamismo de otros sectores.
Aparecen etiquetas como feminismo “liberal” y “popular”. ¿Qué se está jugando en esas discusiones?
OF: Hay un monstruo en la juventud de que el feminismo es radical o es liberal. Veo pibas de primer año que hacen encuestas en su Instagram tipo “sos radfem o libfem?”. Si sos rad tenés que ser abolicionista y tirarles piedras a Georgina Orellano. Una pensaría que tendría que ser al revés… El radical es el más intelectualizado, tienen un archivo −es re loco porque es muy masivo− de PDF de escritoras de 1940 que cuentan por qué la prostitución es mala. Esa falsa dicotomía está muy presente e incomoda un montón a las pibas. Yo voy y digo “bueno, feminismo popular. Mujeres: sufrimos opresión, hemos descubierto que existen privilegios, los tienen ellos, empecemos a pensar en términos de privilegios, a pensar qué privilegios tenemos nosotras”. Yo no digo que no sufro nada pero más jodido es ser mujer si vivís en La Cava, si además sos pobre, si además venís de Bolivia.
MS: Le sumaría la parte constructiva del feminismo popular. A nosotras también nos pasó que cuando empezamos a encontrarnos con el feminismo había un montón de cosas que no nos cerraban, había algo que no nos representaba. Sí los encuentros de mujeres porque son muy amplios, pero en otros ámbitos nos sentíamos muy incómodas. Y ahí fue que empezamos a indagar y lo empezamos a encontrar en la clave de lo que construimos para nosotras, para la compañera que está en el comedor, bancando la olla. Eso es feminismo popular, tiene que ver con lo comunitario, con lo colectivo, con buscar las respuestas y hacerlas con nuestras propias manos, conseguirlas con la lucha. Cuando nosotras empezamos a ir a reuniones, a asambleas, había un feminismo que tenía unos planteos muy elevados pero nosotras teníamos que resolver los problemas de las compañeras.
pragmatismo o barbarie
El voto negativo a la legalización de la interrupción del embarazo, sordo a la movilización feminista, parece estar en el fondo de una reflexión sobre qué hacer. Mafalda: “es la disconformidad con algo que no te representa: metés dos millones de personas en la calle y ¿qué pasa?”. Ofelia: “yo el 8 de agosto no lloré, no nada, porque me parecía que había muchos otros planos que hacían a la discusión del aborto que la ley no saldaba, el aborto es imposible sin ministerio de salud, sin acceso a la salud, a la educación. Solo con ley vamos a tener que seguir siendo socorristas”. El choque con esos límites −el atasco al que se llegó por la vía institucional, la concepción liberal del acceso a los derechos− parece haber habilitado la inmersión en la rosca electoral. La aventura en la que se embarcaron es el Frente Patria Grande, un espacio de militantes y organizaciones populares que promueven la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia. Su figura articuladora es Juan Grabois, el referente más visible de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular. La confluencia con él provocó críticas de otras organizaciones −como el colectivo Ni Una Menos y las feministas de izquierda trotskista− que argumentan que se trata de una subordinación de las demandas por los derechos de las mujeres a las necesidades de la campaña. Semanas después, el llamado de CFK a apaciguar el enfrentamiento entre pañuelos verdes y celestes tiró nafta a la discusión, moldeada por las retóricas de las redes sociales. A las entrevistadas les interesa más el debate sobre los clivajes ideológicos y el lugar de los movimientos sociales.
¿Cómo piensan ese proceso de articulaciones entre lo social, la masividad, el descontento, la corriente afectiva y el intento de hacer una traducción en términos de la política “tradicional”?
OF: Tiene un montón de aristas. Yo uso el aborto porque es lo que más me reprochan, por Juan [Grabois], y me interesa discutirlo desde ese mismo lugar. En el Frente, todas explican por qué hacen lo que hacen y lo que hacen es lo mismo pero el camino es distinto. Algunas dicen que lo eclesiástico hoy es importante, que Bergoglio representa un discurso antineoliberal a nivel mundial. No me parece. Yo no me siento al lado de Juan porque el papa es reprogre. Y hay quienes dicen “hay que resignar esto en función de conquistar lo otro, hay que hacer amigos por acá para llegar allá”. Yo creo que tiene que ver con tener una macrovisión. Lo que me está pasando es que yo antes hablaba del aborto y “¡oh! ¡la niña aborto! ¡bravo!”. Me ponía siempre en lugares recómodos, iba a siempre al consenso, a no caerle mal a nadie, que es como algo humano.
¿El aborto te resultaba un tema cómodo?
OF: Decir solo "estoy a favor del aborto legal" es una opción cómoda. Yo no quiero ser Lali Espósito.
EGA: Yo estoy más pragmática que nunca: hay que hacer todo lo que haya que hacer para el año que viene ganar. Tengo claro que no me importa un carajo, lo tengo clarísimo. Ahora, Juan podrá ser hoy la figura porque nos nuclea pero es un compañero más. A mí no me condiciona. La organización que él lidera no tiene una uniformidad de discursos sobre el feminismo o sobre el aborto, aunque él tiene su opinión personal. La sensación es que hay un morbo que se juega a través de eso y entran quienes lo quieren explotar por derecha, quienes lo quieren explotar por izquierda, quienes lo quieren explotar dentro del feminismo.
OF: Ni siquiera es con Juan el problema que tienen. Es con nosotras. Es la pelea por la vanguardia, que no es la pelea que estamos poniendo nosotras porque no estamos diciendo “somos las más piolas por eso estamos acá”, de hecho tenemos nuestros problemas por estar acá. No me encanta que Juan esté en contra del aborto pero voy a ir a disputar la línea en cuanto al aborto. Es muy disruptivo hacer una apuesta incómoda en función de pensar en términos estratégicos, en función de un objetivo concreto que se pone adelante de todo.
MS: La crítica que nos hacen las compañeras de Ni Una Menos quiere ponernos afuera del feminismo. Eso me parece grave, porque entonces no estamos entendiendo la sororidad y qué significa. Yo pienso en sororidad y para mí es profundamente política, es entender que todas tenemos que dar la pelea y la disputa desde diferentes lugares. Tienen que entender que la CTEP es un sindicato, es parte de nuestra pelea. Ahí tenemos montones de diferencias pero construimos para nuestros compañeros y compañeras todos los días. Nosotras somos parte de ese 40% de trabajadores y trabajadoras que nos inventamos el laburo. La mayoría somos mujeres. Entonces, ¿cómo no vamos a estar en la CTEP? Si los dos sectores más dinámicos emergentes son la economía popular y el feminismo. ¿Cómo no vamos a estar ahí?
Respecto a lo que decía Elizabeth del morbo y a que en las redes sociales todas las discusiones se trollizan, ¿es posible que el feminismo también cree otras formas de discutir política?
EGA: Creo que tenemos la posibilidad de tejer relaciones de una forma mucho más interpersonal. También es cierto que nos falta un montón y que las mujeres históricamente ejercieron el poder de un modo masculinizado porque era el modo de sobrevivir en el mundo de la política. El otro día me mandaron un videito de Cristina rependeja en un congreso del PJ en Santa Cruz, en 1987. Era la única mina. Enfatizaba mucho al hablar, eso que tiene ahora también. Esas minas se tuvieron que hacer así; nosotras no tenemos que hacer eso.
OF: Hemos aprendido, por pragmatismo, esto de incorporar estrategias que son propias de otro tipo de hacer político, que no es nuestro favorito pero que nuestra presencia ahí permite enseñar lo otro. Para no tener que ser Cristinas, porque alta paja. Cuando era presidenta del Pelle, el primer año era la única presidenta mujer de todos los secundarios. Iba a las reuniones de la coordinadora de secundarios y eran todos chabones. Yo no me masculinizaba, lo que hacía era tomar actas porque ¿qué vamos a hacer las minas sino tener letra prolija? En mi propio colegio jamás pude entrar a la rosca de varones porque no tenía poronga y no podía medirla. Lo que podemos hacer ahora es, en vez de tener nosotras que hacer el sacrificio de masculinizarnos en la manera de concebir la política, obligarlos a que lo entiendan también en esos términos. Ahora son todas presidentas mujeres. Los chabones que van… “bueno, tomá actas, gato”.
¿El discurso de CFK en el foro de Clacso qué les pareció?
EGA: A mí no me gustó. El tema de los pañuelos era innecesario, me pareció forzado, como queriendo mostrar un pragmatismo en algo en lo que para mí no hay que ser pragmático. Hay que hacer de todo para ganar las elecciones el año que viene, para que no gane las elecciones cualquiera que represente al neoliberalismo, pero eso no quiere decir que hay que decir cualquier cosa. Hay una diferencia. De todas formas a mí me preocupó más el discurso “ni derecha ni izquierda”. No lo acompaño ideológicamente ni lo entiendo estratégicamente. Esa vía del medio se viene intentando y no funcionó.
OF: Yo tenía ganas de escuchar a Linera con la voz de Cristina. A mí lo que más me emocionó o interesó del fenómeno fue todo lo que ella tenía alrededor. Había un descampado en el que estaba la pantalla y un montón de gente en el calor derritiéndose, llorando viéndola y gritando. No es lo que yo quiero hacer pero me parecía muy emocionante pensar en la capacidad de generar eso, de tener ese reconocimiento, ese vínculo con toda esa gente. Venimos de semanas de dolor, de derrotas de mucho peso. Lo único que hicimos fue no liberar esa sensación. Fue lo contrario: “no puedo decir que soy de izquierda”.
MS: Yo lo que ví es que no había crítica otra vez. Me parece que en esa construcción de una juventud militante que tuvo el kirchnerismo uno de los grandes errores es la poca crítica. Después, hay una idea de volver a apoyarse en los sectores económicos, en la burguesía nacional básicamente, volver a buscar ese aliado que ya la cagó, y no a los sectores populares. Ella no ve como necesario a los movimientos sociales. El desafío que tenemos como campo popular es que el gobierno que esté entienda que debe apoyarse en los sectores populares. Esa parte todavía no se entiende y esa militancia defendiéndola a lo que dé, también las más feministas, defendiendo todo lo que diga no importa qué… Sería un error ser más kirchnerista que los kirchneristas. No tiene ningún sentido, incluso en términos tácticos, porque esa gente no necesita que la convenzas. La discusión con quienes no van a votar a Macri y necesitamos que la voten a ella la tenemos que salir a ganar nosotros.
La cuestión sería si CFK facilita que ustedes puedan hacer eso o lo obstaculiza con ese tipo de discurso.
EGA: Yo siempre digo, cuando la gente nos critica: “yo tengo la posibilidad de hacer 2 puntos en la ciudad de Buenos Aires y quedarme ahí cómoda con mis convicciones, donde todos pensamos igual: dos puntos”. Pero, como dice Ofelia todo el tiempo, yo hago política para cambiar la vida de la gente, no para sentirme cómoda y confortable en mi pequeña izquierda popular feliz. Todo lo que tenga que ver con la realidad es incomodidad política. Y la incomodidad uno la tiene que decir, no es que uno se tiene que camuflar. No están para nada perimidas la izquierda y la derecha. A la izquierda hay que interpelarla desde otro lugar. Hay que decirles “estamos todos de acuerdo, pero ¿qué vamos a hacer? ¿Ustedes van a sacar cuántos puntos? ¿Van a dejar que ganen de vuelta estos?”.
MS: Tendrían que no presentar candidatos presidenciales, ese sería un gesto de unidad.
EGA: Hay que interpelarlos. Nosotros tenemos que poder hacerlo. Porque no hay estrategia inteligente en “vamos a volver”. Cuando dicen “vamos a volver”, el 70% de la gente que no los quiere reafirma que no. Obviamente, entre “vamos a volver” y el macrismo… pero no convoca, muestra una imposibilidad enorme de escuchar.
OF: Hay que ponerlo en términos de qué políticas vuelven, no de quién: volvamos a tener ministerios, no volvamos a matar Marianos. Por ahí.
EGA: Yo escuché a Linera. Linera tiene la capacidad de enunciar errores, el tipo está siendo gobierno y tiene la capacidad de decir “esto nos falta”. También nos putearon largo y tendido, al Frente, porque salimos a decir que tenemos que ser irreductibles con las prácticas corruptas, con que le hacemos el juego a la derecha. Nosotros no decimos que empezó en mayo de 2003 y terminó en diciembre de 2015, estamos diciendo que la malversación de los caudales públicos es estructural y tiene un efecto más perjudicial para los gobiernos populistas, progresistas. Los que gobiernan hoy también tienen prácticas corruptas históricas, pero ¿cómo no vamos a poder hablar de eso? Si estás adentro tenés que ser obsecuente, no criticar nada, decir que estuvo todo bien. ¿Por qué?
Es medianoche, Ofelia anuncia que se tiene que ir cuando ya un taxi que pidió con alguna app la espera en la puerta. La fotógrafa, consternada, reclama tiempo para las imágenes. Dice que en los sillones del living mejor no, que no tiene nada que ver con la charla. Salimos a una calle de Nuñez, cortamos el tránsito, tenue, por unos minutos. El taxista mira los flashes. La charla se terminó, el 2019 recién empieza.