¿derechización o crisis política? | Revista Crisis
crisis eran las de antes / agosto de 1988 / menem, angeloz o alsogaray
¿derechización o crisis política?
En el número #63 de la segunda época de esta revista, un análisis del triunfo en las internas de Carlos Menem y Eduardo Angeloz, en lo que gestaba, bajo la mirada del autor de esta columna, un giro hacia la derecha que proyecta "una sombría perspectiva".
08 de Octubre de 2022

 

“¿Para qué creó Dios la Argentina? –preguntó el creyente ingenuo-. –Quizá para castigar la soberbia de quienes creen conocer la sociedad de los hombres –contestó el teólogo”. Este “diálogo imaginario” con el que dos investigadores argentinos (J. Sabato y J Schvarzer) abrían en 1983 un ensayo sobre nuestro país, sigue siendo sugestivo, y más aún, desde esa fecha hasta nuestros días.

El triunfo de Menem el pasado 9 de julio lo puso de relieve una vez más.

Pero más allá del desenlace, sorpresivo o no, de la interna peronista, la proclamación de la candidatura del riojano parece cerrar una sombría perspectiva para las elecciones del ’89: la disputa del poder real se jugará entre Menem, Angeloz y Alsogaray.

En el radicalismo se impuso desde arriba el candidato de la derecha partidaria (expresión del continuismo económico, y de mayores costos a esta democracia concertada). En el justicialismo triunfó la opción que, tras una enfática retórica populista, aglutina lo peor de la burocracia sindical con los sectores más cavernícolas del aparato político. La derecha, orgánica por su parte, ha conseguido superar un límite que parecía histórico: constituir un verdadero proyecto hegemónico. La Ucedé, está claro, ya no es el tinglado político que la derecha montaba unos meses antes de las elecciones y desmontaba unos meses después. Se trata, nos guste o no, de un verdadero partido político que, por más que nunca llegue a superar en votos a los dos partidos mayoritarios, es desde ya una opción política clave para decidir el poder en 1989.

Menem en el peronismo, Angeloz en el radicalismo, la Ucedé como opción de poder: todo parece indicar una derechización del electorado, no ya con respecto a 1973, sino aún con relación a las elecciones presidenciales de hace tan solo cinco años. Entonces la derecha orgánica apenas tenía expresión política (su electorado fue capitalizado, en gran medida, por Alfonsín, por oposición a los candidatos peronistas), en el radicalismo el “ala izquierda”, modernizante y movimientista, había derrotado al “ala derecha”, arcaica y partidocrática, y la izquierda –con el auge del PI por un lado y la irrupción del MAS, por otro- abría una esperanza. El PJ, hegemonizado por la derecha herminista y la patota sindical, había sido el más castigado. ¿Podemos dar crédito, con este cuadro sombrío, a quienes sostienen la tesis de la derechización de la sociedad argentina, y que, especialmente desde el 9 de julio, auguran los pronósticos más apocalípticos?

Quizás una mirada más profunda de todos estos acontecimientos nos brinde una respuesta distinta. Por un lado, habría que mencionar la crisis del que aparecía hasta dos años como un ambicioso proyecto hegemónico, del que, con sus ambiciones de sistema bipartidista o sus sueños de “tercer movimiento histórico”, pretendía cerrar la prolongada crisis política de nuestro país. Nos referimos, claro está, al alfonsinismo. Los límites del continuismo angelocista son obvios para todos, y significan, ni más ni menos, la desintegración del “frente” que Alfonsín concitó en torno de su proyecto en 1983, y la vuelta a los guarismos históricos del radicalismo.

El triunfo menemista del 9 de julio puso en evidencia no solo los límites de la renovación y del proceso de recomposición del peronismo, sino que la crisis del peronismo es un proceso abierto, en curso. Que no nació con la derrota del ’83 ni se cerró con la renovación. La crisis del peronismo, aunque no es ajena, desde ya, a las derrotas y las victorias electorales, no se circunscribe a ellas, sino que remite a un proceso mucho más profundo, de transformación radical de las condiciones económicas, sociales y políticas que le dieron origen y de las que se nutrió durante todo un periodo histórico.

Crisis del proyecto alfonsinista y relanzamiento de la crisis peronista, que se expresan en que, por lo menos, cientos de miles de argentinos no se sienten representados por Angeloz ni por Menem, no encuentran espacios políticos de discusión, de elaboración, de participación, en sus respectivas estructuras políticas. Por eso, tras la fachada de la “derechización”, lo que se esconde es una profunda crisis política de la sociedad argentina. Silvio Frondizi planteó su tesis de la Crisis política argentina cuando en el proceso que va de los ’30 a los ’40, en el marco de las profundas transformaciones económicas y sociales que vivía el país, se derrumbaba toda una cultura política que había dominado la vida de la Argentina moderna. La nueva cultura política peronista, lejos de solucionar la crisis de dominación, la prolongó durante cuatro décadas. Y en estos años, con la nueva reestructuración económico-social de los ´70-80, la crisis vuelve a estallar con vigorosa actualidad. Este proceso que Gramsci denominaba “crisis orgánica” o “crisis de hegemonía”, está expresando que los partidos tradicionales, con a la forma de organización que representan, con aquellos determinados hombres que los constituyen, representan y dirigen, ya no son reconocidos por aquellos sectores que en otros momentos se sintieron representados por ellos. Son, dice el marxista italiano, situaciones de contraste entre dirigentes y dirigidos, entre representantes y representados, en las que “los diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse rápidamente y de reorganizarse con el mismo tiempo” en que se genera la crisis. De ahí la función primordial que atribuye al partido revolucionario, a su capacidad “de reaccionar contra el espíritu de rutina, contra la tendencia a momificarse y a devenir anacrónico”.

Y este es, en efecto, el otro factor determinante en la crisis política actual, esto es, la ausencia de un verdadero proyecto hegemónico en la izquierda argentina. La crisis de nuestra izquierda, su obstinada incapacidad de "reaccionar frente al espíritu de rutina", su "tendencia a momificarse y devenir anacrónica", parece completar el cuadro gramsciano de la crisis orgánica aplicado a nuestro país. La última sacudida del PI el 9 de julio, cuando parecía "definida", su perspectiva electoral, y la parálisis en que están sumidos, por diferentes motivos, el MAS y el PC, parecen ponerlo de manifiesto. ¿Podrá la izquierda convocar desde un frente unido para 1989, al menos una parte de este electorado critico? De un modo o de otro, un frente electoral de izquierda, precipitado en pocos meses, resuelto por acuerdos de cúpula, y con vistas a la mera captación de los "votos flotantes", no cierra de ningún modo la crisis política (aunque sirva, transitoriamente, para otorgarle una mínima credibilidad a una izquierda que se muestre capaz de unificarse tras un programa. mínimo de propuestas sociales y democráticas).

La tesis de la crisis política, aunque no acepta la interpretación de una derechización, sin más, del conjunto dela sociedad, no deja de revelar que la disyuntiva histórica es grave. En el marco de una crisis de dominación siempre relanzada, con una derecha que viene afirmando su propio proyecto hegemónico, las fuerzas sociales que no se sienten representadas por este sistema político, tampoco se reconocen en una izquierda que sigue sin encontrar su camino histórico. Mejor que el optimismo fácil para la captación manipulatoria del "voto flotante", la situación es propicia para el balance profundo de la derrota de la que provenimos y de la crisis en la que nos encontramos. El rearme teórico y político es condición fundamental para comenzar a construir un proyecto hegemónico alternativo del conjunto de los explotados y Ios oprimidos. Antes de que sea tarde. Pues "cuando estas crisis se manipulan, la situación inmediata se torna delicada y peligrosa, porque el terreno es propicio para soluciones de fuerza, para la actividad de potenciar oscuras, representadas por hombres providenciales o carismáticos". Para que esta sagaz observación de Gramsci no se transforme para nosotros en una profecía.

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