Antes de que se cumplan siete años de la invasión argentina a las Islas Malvinas, seis jueces civiles tendran la inédita oportunidad de cuestionar y juzgar públicamente a los militares que decidieron, ejecutaron y perdieron una guerra. Con nuevos integrantes, la Cámara Federal de la Capital que condenó a los comandantes de la dictadura por la llamada lucha antisubversiva, revisará -entre junio y agosto de 1988- el fallo del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que pesa sobre los protagonistas de la guerra de Malvinas.
Con una peculiar forma de juzgar a los uniformados, el Consejo Supremo entendió que a los comandantes no se les debe imputar como delito no haber ejercido en forma unificada y precisa la conducción superior de la guerra. El tribunal tampoco entendió como delito imputable al vicealmirante Lombardo, comandante del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), haber olvidado actualizar el plan esquemático de operaciones que rigió durante el conflicto. En cambio, sentenció que sí había cometido una falta disciplinaria cuando decidió no hacerse presente en las islas durante la guerra pero, como de una simple falta se trata, no lo condenó. Mario Benjamín Menéndez resultó absuelto ante la acusación de no proveer a las tropas de equipamiento y abastecimiento necesarios. El general Edgardo Omar Parada resultó absuelto por no mantener el contacto personal con los efectivos de sus propias unidades alejadas de Puerto Argentino. También lo perdonaron por haber desobedecido la orden de atrincherarse y operar durante el mes de mayo en la isla Gran Malvina para el supuesto de que cayera Puerto Argentino.
En audiencias orales y públicas, se ventilarán los pormenores de la capitulación por la que murieron 539 integrantes de las Fuerzas Armadas (el 53% eran conscriptos), desaparecieron 75 y resultaron heridos 1208 y se gastaron, según informaron después las propias fuerzas, 1678 millones de dólares.
Si bien se descarta que el fiscal Luis Gabriel Moreno Ocampo solicitará aumentar notablemente los doce años de prisión que cumple el general Leopoldo Fortunato Galtieri, los ocho de Basilio Arturo Ignacio Lami Dozo y los catorce de Jorge Isaac Anaya, también solicitará condenar a varios de los generales que el benévolo Consejo Supremo dispensó.
Habrá que confiar en la habilidad del fiscal primero, y en la de los jueces después, para que la pléyade de generales vencidos no se conviertan en un trofeo que los mentores del "operativo dignidad" querrán exhibir en una lujosa vitrina. Por lo pronto ya se sabe que no recurrirrá al testigo Aldo Rico para enterrar a Galtieri o a los sobreseídos por el Consejo Supremo que ahora serán acusados: el vicealmirante Juan José Lombardo, el general Mario Benjamín Menéndez y el general Edgardo Omar Parada. La ausencia de Rico en Tribunales no permitirá a los magistrados preguntar al soldado cómo pensaba destituir a todos los generales mediante el uso de la fuerza para tomar la conducción de las operaciones bélicas acompañado del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín.
tierra, aire y mar
-He sido informado de que Argentina invadirá mañana las Islas Malvinas. Conozco a la señora Thatcher y sé que es muy decidida. Contesta todo acto de fuerza con más fuerza. Sé que este es un tema muy sensible para Argentina. Si hay fuerza, Gran Bretaña responderá con la fuerza y nuestras relaciones serían difíciles por la opinión pública en mi país.
Será complicado para el general Galtieri explicar que semejante amenaza telefónica por parte de Ronald Reagan en la tarde del 1 de abril no fue suficiente elemento para comprender que la invasión, irremediablemente, terminaría en un enfrentamiento armado. El lema de "ocupar para negociar" como traducción de su intención política podrá ser destruido durante el juicio si se exhibe, simplemente, la copia de la desgrabación de esta charla que en su momento archivaron el entonces canciller Nicanor Costa Méndez y el ministro del interior Alfredo Saint Jean.
Sin embargo, todo indica que no podrá el público redescubrir muchas extravagantes misceláneas que protagonizó Galtieri puesto que el informe de la Comisión Rattenbach, piedra fundamental de la estructura acusatoria, pulveriza al ex comandante con tecnisismos bélicos. Esa esencia lo acusa de: 1) empeñar al ejército en una guerra sin la necesaria preparación; 2) provocar un embotellamiento de dos días en el tráfico a las islas al decidir solitariamente el envío de una brigada de infantería adicional a las ya desplegadas; 3) resolver, después de sobrevolar durante tres horas las islas y comentar a sus acompañantes que "son más grandes de lo que pensaba", el refuerzo de la isla Gran Malvina con tropas que después no tuvieron oportunidad de presentar combate y 4) decidir sin consultar a nadie el envío a las islas de la brigada de infantería III sin darles tiempo a cargar la ropa de abrigo.
-Mire Lombardo, esto es estrictamente confidencial... solo podrán saberlo los comandantes de la flota de mar, aviación e infantería de marina... no les pase más información que la básica. Se trata de que vaya estudiando qué pasa si hay que invadir las Malvinas. Es decir: le ordeno que prepare en poco tiempo una estrategia de invasión.
El almirante Anaya dejó Puerto Belgrano horas más tarde y así puso en marcha, en reunión privada con el vicealmirante Lombardo en noviembre de 1981, el primer paso hacia la recuperación militar de las Islas Malvinas.
Ese antecedente y su posterior actuación en las reuniones del Comite Militar (COMIL) catapultan al almirante Jorge Isaac Anaya al podio de los mentores presionado en exceso el permeable carácter de Galtieri para la concreción de la "operación azul" (invasión) y resulta mas sensato entonces suponer que se le repetirán los cargos de la Comisión Rattenbach. Ellos son: 1) propiciar ante el COMIL la decisión de no emplear las unidades de superficie propias por temor a tener que enfrentarse con submarinos atómicos británicos; 2) otorgar al enemigo, sin disputárselo, el dominio absoluto del mar; 3) debilitar gravemente las acciones de defensa de la guarnición Malvinas y 4) frustar el frente interno ya que las naves no combatían, ni siquiera, en forma restringida.
Quedará afuera del juicio el pedido que formuló a la Casa Blanca despues de la rendición para que Vernon Walters intercediera ante los británicos por la pronta liberación de su hijo recién capturado por los ingleses en Puerto Argentino.
- Creo que estamos frente a un día trágico. No veo que más podamos hacer por tratar (...) Creo que están tan cerca, tan cerca las dos posiciones, que estimo debería darse el ejemplo para resolverlo.
Asi despidió la embajadora Kirkpatrick al misterioso argentino Wenceslao Bunge en la medianoche del 18 de mayo de 1982. El hombre, un argentino graduado en Estados Unidos de Norteamerica, tenía dos amigos en común: el brigadier Lami Dozo y la embajadora en cuestión. Aquella noche el comandante de la aviación argentina le habia implorado a Bunge se acercara a Nueva York a charlar con la señora Kirkpatrick. El brigadier, en el apuro, olvidó comunicar su idea al canciller Costa Méndez y a sus pares del COMIL.
Considerado un desliz menor, seguramente la fiscalía optará por recordar que el Consejo Supremo omitió analizar el cargo efectuado al brigadier por olvidar también destacar ante sus colegas la importancia de alargar la pista de Puerto Argentino para permitir la operación de los aviones de ataque propios y prolongar así su alcance sobre la flota enemiga.
afuera
La fiscalía desistió de contradecir al Consejo Supremo de los sobresimientos a los siguientes militares (se consignan grago al momento del juzgamiento): generales Osvaldo Jorge García y Oscar Luis Jofre, vicealmirante Leopoldo Suarez del Cerro, brigadier Helmut Conrado Weber, coroneles Juan Ramon Mabragaña y Ernesto Alejandro Repossi, teniente coronel Italo Ángel Piaggi, comodoro Wilson Rosier Pedroso, capitán de corbeta de infantería de marina Luis Carlos Lagos y teniente de navío Alfredo Ignacio Astiz. Este marino, como jefe del grupo "alfa" destacado en Puerto Leith, se rindió sin ofrecer resistencia. Obediente, cumplió la orden del vicealmirante Lombardo cuando le indicó: "Si son muchos, ríndase".
El juicio que viene reavivará la interna militar y su relación con la sociedad civil. El regulador de voltaje lo manejarían los jueves y el fiscal. De todos modos, no será este un acto de viveza -o de venganza, como se quejan los procesados- ni de este modo Argentina exhibirá un espíritu de autocrítica superior al británico. El difunto teniente general John Whitelock, destituido por la corte marcial que hace 18o años le imputó no haber vencido en el Río de la Plata a "indios con aceite hirviendo", podrá explicar lo frecuente que es en el mundo la rendición de cuentas que los civiles exigen a los militares guerreros.
el atlántico: frontera incierta
Por Luis Lazzaro y Ana Lía Payró
Ajenos a otras consideraciones que no fueran el mal tiempo, los precios o el colegio de los chicos, militares argentinos abandonaron en marzo pasado las playas de nuestro litoral atlántico argentino y se resignaron al inicio de otro año duro. Ante sus ojos, durante la quincena o el mes, se extendió el espectáculo de las olas y la posibilidad de un chapuzón o una corvina. Pero también y sin saberlo, el escenario no deseado pero cada vez más cierto, de un potencial teatro de conflicto entre los dueños del poder mundial.
Las maniobras combinadas británicas "Fire Focus" efectuadas en esos días en Malvinas no solo reiteraron frente a la Argentina la naturaleza agresiva y expansionista de las políticas imperiales, sino que constituyeron una señal múltiple -a aliados y enemigos- en la confrontación Este-Oeste desde una región focalizada del planeta: el Atlántico Sur.
Sin quererlo, una porción significativa de nuestros territorios se desliza hacia las mesas de arena y las cartas geográficas de la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en su puja con la Unión Soviética.
Es ocioso preguntarse, como lo hizo el diputado liberal Álvaro Alsogaray en la interpelación parlamentaria al canciller Dante Caputo, si esta escalada militar inglesa responde a la presencia de pesqueros soviéticos en esas aguas. La pregunta tiene sentido si antes se responde a por qué las Malvinas están ocupadas desde hace 155 años. Y por qué esa ocupación se ha militarizado en forma desusada en los últimos años, pese a que la Argentina no tiene una capacidad militar cierta de amenazar a los ocupantes.
La antigüedad de la usurpación define la importancia de la posición de Malvinas. Hace ya más de un siglo y medio que Tomás Guido -ministro del gobierno de Rosas- señaló que "lnglaterra quiere ser dueña del Atlántico Sur y Señora del Pacífico". Esa posición tuvo valores cambiantes en el transcurso del tiempo -hubo allí batallas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial- y especialmente en los últimos 13 años, en que la Argentina -dictadura mediante- perdió el rumbo de su ubicación internacional.
la escalada atlántica
En el encadenamiento más reciente se destacan los siguientes factores:
1.- El triunfo del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) en 1975 fue caracterizado en los medios occidentales como el "acuso por parte de la URSS al Atlántico, situación que dio pábulo a una serie de especulaciones geopolíticas. Asimismo, la producción por parte de Moscú de una nueva generación de submarinos, capaces de desplazarse a gran profundidad y doblar el Cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica) sin ser detectados, alimentó los recelos de la OTAN. En esta época, Gran Bretaña envía el Shackleton para un revelamiento integral de Malvinas.
2- Las Fuerzas Armadas argentinas, formadas en la doctrina de la bipolaridad, y en particular la Armada -que venía realizando juntamente con EE.UU. las maniobras anuales antisubmarinas UNITAS- entendieron que se revalorizaba la tradicional posición periférica y secundaria de la Argentina en el dispositivo militar occidental. Comienza a tejerse entre 1975/76 una doble hipótesis alentada en particular por la Marina: la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS) que integrarían fundamentalmente Argentina, Brasil y Sudáfrica, y la recuperación de Malvinas -con apoyo norteamericano- para establecer allí una base de la nueva alianza militar.
3- En mayo de 1976 el titular de la Marina y miembro de la Junta Militar, Emilio Massera, discute con su par de Brasil, el almirante G. Henning, la nueva situación atlántica. Más tarde, Brasil da prioridad a sus necesidades de apertura y expansión comercial -especialmente en el África portuguesa y Medio Oriente- y abandona la empresa. La OTAS se derrumba, pero el modelo sigue vigente en el pensamiento militar argentino, reforzado por las incursiones de nuestras Fuerzas en Centroamérica y Bolivia que hicieron suponer una relación "privilegiada" con el Pentágono. ("Los signos exteriores de nuestras relaciones con EE.UU. mostraban una proximidad desacostumbrada, diría años más tarde en su defensa el procesado almirante Anaya, sucesor de Massera).
4.- Sobre esta base -la Argentina a la vanguardia de la defensa hemisférica con apoyo norteamericano-, la dictadura marchó a las islas en 1982 y verificó que de todas sus suposiciones la única cima era la imponencia estratégica de Malvinas, razón por la que precisamente no serían mansamente entregadas por Gran Bretaña. Recién entonces el proceso descubrió que en el Club de los grandes todas las butacas ya estaban ocupadas, y que el lugar de la Argentina estaba en No Alineados, pero era tarde. Entre la OTAN y el TIAR, Estados Unidos nunca tuvo dudas. El esquema teórico fue pulverizado por los hechos, pero aún caracteriza el pensamiento de una significativa porción de oficiales argentinos.
5.- A estos aspectos debe agregarse: a) la Cuenca del Pacífico ha desplazado al Atlántico Norte como teatro principal del intercambio comercial mundial a partir de la década de los '80. El Canal de Panamá y el Cabo de Hornos son la clave de acceso al Pacífico en América. b) Los nuevos gigantes petroleros no pueden -por su magnitud- cruzar el Canal y deben dirigirse al Pacífico por el Sur. c) Nuevas armas y tecnologías revalorizan los enclaves australes del planeta para estaciones de alerta temprana -comunicaciones- y aterrizaje alternativo de transbordadores espaciales -conquista del espacio- d) El agotamiento de las reservas petroleras en el Mar del Norte ha dirigido no pocas miradas hacia la cuenca de Malvinas.
La sociedad argentina se encontró así con un doble hecho consumado al recuperar sus libertades en diciembre de 1983: por un lado, el Atlántico Sur -la frontera más extensa del país- como escenario de un conflicto ajeno, y por otro, la fortificación militar de Malvinas por parte de Gran Bretaña como consecuencia directa de la guerra de 1982.
En el informe anual presentado a la OTAN, en 1985, Londres destacó que Malvinas otorga a Gran Bretaña "presencia militar en el Atlántico Sur y permite el control de la comunicacióm marítima a través del Cabo de Hornos", sugiriendo la posibilidad de crear allí un "miniestado" al estilo Andorra o Mónaco. El mismo año, Margaret Thatcher destacó ante el Congreso norteamericano que su país "defenderá la libertad en el mundo, para lo cual tiene tropas desplegadas en los lugares estratégicos" citando entre ellos al Atlántico Sur.
La libertad de la señora Thatcher no es, obviamente, la libertad del pueblo argentino para decidir sus destinos en el marco de sus derechos políticos y territoriales. Así, los desatinos de la dictadura le sirvieron en 1982 para consumar su agresión y 6 años más tarde la opción diplomática de la democracia no le impide continuar su propósito de consolidar y extender la usurpación colonial.
"ni guerra ni entrega"
Con esta consigna, acuñada por el canciller Caputo, la Argentina llevó el conflicto a los escenarios internacionales, luego de recuperar la institucionalidad democrática. Ante la OEA, las Naciones Unidas y el comité de descolonización de la ONU, la Argentina apeló a una estrategia diplomática que privilegia el tiempo para lograr el aislamiento británico y obligar al Reino Unido a comenzar negociaciones que contemplen la soberanía.
En esa dirección, que se basa en los derechos inalienables de nuestro país sobre Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, se logró la resolución de la Asamblea General de la ONU (114 votos a favor, 36 abstenciones y 5 en contra) que exhorta a ambos países a resolver "pacífica y definitivamente" sus diferencias incluyendo "todos los aspectos" sobre el futuro de las islas. El hecho revela el consenso internacional alcanzado y la soledad inglesa, pero también el "techo diplomático" al que llegó la posición argentina.
Simultáneamente, otros emergentes de la realidad latinoamericana ayudan a un nuevo enfoque del problema. Brasil, que continuó la tendencia esbozada en la década del '70, obtuvo de la ONU la declaración del Atlántico Sur como "zona de paz y desmilitarizada", en tanto que otros instrumentos como Contadora, Cartagena y al Grupo de los 8 se han ido generando en la búsqueda de acciones coherentes que ayuden a terciar en la relación de fuerzas mundial.
Estos datos perfilan un esquema superador de la trampa bipolar.
"América Latina -dijo el presidente Alfonsín en la cumbre de "los 8'' realizada en Acapulco a fines de 1987- se sabe parte de Occidente, pero sabe también que pertenece al Sur subdesarrollado económica y políticamente, y desde aquí vemos que en el mundo actual está vigente una distribución desigual y inequitativa de las riquezas, el desarrollo industrial y los conocimientos científicos".
La ubicación correcta del conflicto regional en la contradicción Norte-Sur se desdibuja sin embargo en tanto no se concibe al subdesarrollo como la contracara del desarrollo, esto es, el carácter estructural de la dependencia de nuestros países con un Norte que emerge sobre la base de la succión neocolonial.
La deuda externa como rasgo de esa realidad y como mecanismo del Norte para sortear su propia crisis y apuntalar su reconversión económica, la cuestión centroamericana, las tendencias a la integración subregional, y también Malvinas que son diferentes aspectos del mismo problema, que, queda distorsionado cuando las potencias intentan inscribir al Sur en el conflicto Este-Oeste, en el cual sintetizan sus aspiraciones hegemónicas.
Por ello es necesario trascender la óptica geopolítica. El supuesto carácter defensivo con que el Reino Unido justifica sus decisiones: zona de exclusión militar en 1982, ampliación posterior, zona de explotación pesquera, fortaleza "Falklands" y maniobras entre el 7 y 31 de marzo pasado, todo en nombre de los "intereses" de los 1800 kelpers que pueblan la isla, no logran ocultar la impunidad absoluta de su conducta internacional. Tampoco disimulan el caracter general del diseño que la preside y la estrategia mundial en que está inscripta.
La visión parcial del conflicto Malvinas como un conflicto bilateral aunque de potencial peligrosidad para la paz de la región solo consigue dar más espacio y tiempo a la escalada britanica, que se realiza con la (...).
Es así que la sola legitimidad política del gobierno democrático y el replanteo en términos diplomáticos del problema no bastan para frenar a Londres. Y el tiempo entonces no corre a favor de la Argentina.
La posición de los Estados Unidos en la OEA al abstenerse de condenar las maniobras británicas de marzo pasado, solo causó malestar en los círculos gubernamentales argentinos; en tanto que el canciller Caputo definió a Washington como un "vehículo", en la relación con Gran Bretaña al comparecer ante la Cámara baja el 8 de marzo. En esa ocasión admitió también que "de hecho somos aliados de EE.UU. en el TIAR". Así vuelve a desdibujarse el carácter conjunto de la estrategia imperial en beneficio de la "intransigencia" británica vivida como capricho del imperio en decadencia y no corro pieza activa de un diseño de hegemonía que comparte con su principal aliado: los Estados Unidos.
Es esta perspectiva, a cinco años de recobrada la democracia en nuestro país, la Argentina carece de instrumentos fundamentales -como la Ley de Defensa- que permitan articular el problema con la institucionalidad política. La indefensión a que lleva esta situación, permite que la cuestión Malvinas quede exclusivamente en manos de aquellos que levantan la consigna de la integridad territorial disociada del contenido clave de la soberanía nacional.
Esto le permitía al general Dante Caridi, jefe del Estado Mayor General del Ejército, en la sesión inaugural de la XVII Conferencia de Ejércitos Americanos, en Mar del Plata, destacar los aspectos "espirituales y afectivos" de la relación hemisférica que "aseguran una vinculación permanente capaz de superar con holgura desavenencias pasajeras y secundarias, producto de eventuales cuestiones coyunturales".
La guerra de 1982, el desenmascaramiento de los EE.UU., quedaban de un plumazo convertidas en "desavenencias pasajeras", en eventuales cuestiones "secundarias".
La definición de "ni guerra ni entrega", con ser correcta, no agota la necesidad de un replanteo claro en el sentido de quiénes son los amigos y quiénes los enemigos; ello es una indudable cuestión vital de nuestra integridad. El recorte analítico, tan de moda en la Argentina de nuestros días, que pretende caracterizar el peligro de las ideologías y las utopías, fragmentando la comprensión de la realidad, no puede permitir que se atomice el verdadero encuadre del problema. No es posible no juntar hechos cuya simultaneidad no puede quedar en el terreno de la casualidad sino de la convergencia: golpe de Estado inducido en Panamá para bloquear la transferencia del Canal ante la proximidad del año 2000. Fuerzas de Despliegue Rápido a Honduras, maniobras del Reino Unido en el Atlántico Sur, presiones diplomáticas y financieras sobre toda la geografía latinoamericana.
El problema es global: una región que se inscribe claramente en la No Alineación y en la contradicción Norte-Sur, intenta ser forzada a entrar en una contienda que no le pertenece.