“Bueno, estaba en un lugar donde se puede hablar poco; pero ahora voy a decir las cosas públicamente”, avisa con cierto entusiasmo Agustín Rossi. Desde el 15 de febrero, es el tercer jefe del gabinete Fernández. Antes estuvo ocho meses al frente de la Agencia Federal de Inteligencia, los menguados servicios secretos que contemplaron sorprendidos cómo casi liquidan a la vicepresidenta de la Nación. Pero llega al puesto clave del gobierno en una coyuntura signada por tres coordenadas que lo atormentan: una elección que se presenta realmente cuesta arriba; su ciudad de origen cada vez más estallada por la violencia; y el aniversario cuarenta de una democracia que volvió a estar en peligro, aunque el sistema político mire para otro lado.
El flamante funcionario nos recibe al atardecer de un viernes caluroso y húmedo. Se lo nota visiblemente cansado y por momentos su discurso suena previsible, pero a cada rato emergen estiletazos de un cuadro político orgulloso del oficio acumulado. ¿Se romperá el Frente de Todos? ¿Por qué Rosario se retuerce con el narco? ¿Están penetrando los grupos de ultraderecha en las Fuerzas Armadas? Una conversación al hueso con el Chivo.
Si te pidiéramos que fueras más allá del casete del funcionario para hacer una reflexión sincera sobre el momento histórico, qué dirías sobre la promesa democrática incumplida.
-Me parece que hay una cosa insoslayable y es que recuperamos el valor de la vida, de la libertad. Son valores que hoy están internalizados. Tenemos varias generaciones que no se imaginarían vivir de otra manera. Yo empecé a militar en el año 1979 y veíamos a la dictadura como una roca muy grande que era difícil de mover. Después, la democracia presupone la coexistencia de culturas políticas que no piensan como uno quisiera y que tienen escalas de intereses distintas: hay progresistas y conservadores, que se diferencian sobre todo por cómo piensan la distribución del ingreso. Y en nuestro país hay condicionamientos geopolíticos que han hecho difícil encontrar un rumbo económico estable que permita una equidad de ingresos o de inclusión social. Pero no tengo un balance negativo.
Sin embargo, la principal figura política de este siglo, Cristina Fernández de Kirchner, viene insistiendo en una crítica cada vez más mordaz de la democracia realmente existente. Ya no se trata solo de una insatisfacción de las izquierdas sino de la líder misma del peronismo, quien incluso se considera proscripta y anunció que no va a participar en las elecciones. ¿Vos pensás que exagera un poco?
-No, yo creo que está bien lo que dice, pero Cristina no está planteando vivir en otro sistema. Creo que estamos ante un fenómeno en el mundo que tiene sus efectos en la Argentina y es el crecimiento de grupos de ultraderecha o de derecha extremista violenta. Grupos que no solo reivindican la violencia sino que también descalifican al sistema político y al sistema democrático. La propia Cristina sufrió un intento de asesinato que marcó la reaparición de la violencia política en Argentina. Y estos grupos tienen vinculación con lo que ella llama mafias o poderes paralelos y yo los llamo suprapoder, que son poderes no legitimados por la democracia. ¿Cuál es la cara más visible de ese suprapoder? La alianza entre las empresas mediáticas, fundamentalmente Clarín, y un sector del poder judicial en el cual está involucrado la Corte y sobre todo el presidente de la Corte, independientemente de quién sea. Este poder actúa persiguiendo a unos y sobre todo defendiendo a otros, que son los poderes económicos y financieros en la Argentina. ¿Y por qué todo esto tiene que ver con el atentado contra la democracia? Porque es una concatenación de hechos: el partido judicial es el protagonista principal del lawfare, que necesita de un sistema de medios concentrados que genere sentidos, las redes sociales ayudan a la viralización de los discursos de odio que la justicia y los medios generan, y todo eso termina generando un intento de magnicidio. ¿Cómo puede ser que un sector de la sociedad no crea en un hecho flagrante que se vio por televisión donde le ponen a una persona un revólver en la cabeza? Ahora, eso que denuncia Cristina y que yo comparto se resuelve con más democracia, con más participación popular y con un Palacio que funcione en sintonía con la calle. Cuando eso sucede salen las cosas más virtuosas de un proceso democrático.
¿Hay alguna posibilidad de que esta ultraderecha esté influyendo en los ámbitos militares y las fuerzas de seguridad?
-La lectura surge del análisis de lo que está ocurriendo en los países centrales. En Alemania hay una cantidad de militares que fueron separados por vinculaciones con estos grupos extremistas violentos de derecha. Sobre eso hay que estar muy atento. Creo que es una de las cosas que permanentemente hay que estar mirando, porque el problema no son las Fuerzas Armadas sino lo que circula en torno a ellas.
¿Cómo sería eso?
-Claro, alrededor de las Fuerzas Armadas hay un “patrioterismo” que no tiene que ver ni con la función militar ni con ser patriota y sobre eso hay que tener una mirada. El momento más dramático de esta democracia fue en Semana Santa de 1987, ¿verdad? Esa vez la Casa Rosada se llenó de dirigencia política, social, empresaria, pero sobre todo el principal partido opositor en ese momento, el peronismo, con Cafiero y Luder, estuvo al lado del presidente Alfonsín defendiendo las instituciones y rechazando el intento de golpe de estado. El efecto que eso generó es que las posteriores asonadas carapintadas terminaron generando mucho menor impacto. Y eso es lo que no sucedió el año pasado, luego del intento de asesinato de Cristina. La presidenta del principal partido opositor no condenó el hecho y si no lo condenás implícitamente lo estás legitimando, justificando, estás permitiendo que se reproduzca. Yo creo que este cuadragésimo aniversario de la democracia y estas elecciones de 2023 son una buena oportunidad para nuestros candidatos de no solo hablar sobre las cuestiones económico-sociales, que es el clivaje principal en torno al que los ciudadanos terminan conformando su voto, sino también hablar de la vigencia de las garantías individuales y de los derechos humanos porque creo que eso está en juego. ¿Quién garantiza que un partido político que en la segunda vuelta haga un acuerdo con Milei o que lleve como candidata a alguien que no condenó el reciente intento de magnicidio vaya a garantizar las libertades individuales?
Insisto con la pregunta sobre las ramificaciones de este crecimiento de la ultraderecha: ¿es posible que encuentren eco y estén influyendo en las Fuerzas Armadas?
-Voy a contestar algo que si alguien lo lee fuera de contexto le va a parecer exagerado: a Hitler la sociedad no lo vio venir. Cuando lo vieron ya estaba en el poder y era tarde. Quizás a nosotros lo que sucedió con Cristina nos sirvió como un llamado de atención. Por eso tenemos que estar atentos.
¿hay 2023?
En el mundillo político es común escuchar que le dicen el Chivo porque tiene pocas pulgas, pero él aclara que lo apodaron cuando era chico porque “tenía la cara más o menos angulosa”. Es el principal referente de la Corriente Nacional de la Militancia, históricamente alineada con el kirchnerismo. Sin embargo, en las últimas elecciones Rossi enfrentó la decisión de su referenta máxima de alinearse con el gobernador Omar Perotti: fue a las PASO, las perdió y tuvo que abandonar el Ministerio de Defensa, obligado por el presidente. Todo mal. Por eso este retorno al corazón de la Casa Rosada lo vive como un desagravio.
Eso sí: tendrá que hacer malabarismos para sostener la estrategia de Alberto Fernández sin irritar a la facción mayoritaria del Frente de Todos. Y también deberá derrochar un poco de magia, para defender al mal gobierno ante una ciudadanía castigada económicamente y hastiada de la retórica de la clase dirigente.
El escenario para el peronismo en la coyuntura electoral que se avecina se presenta complicado. ¿De qué manera se va a terminar resolviendo esta encrucijada?
-Hoy por hoy creo que vamos a un escenario en el que dos o tres candidatos irán a una primaria abierta de la que saldrá el que nos va a representar para competir en estas elecciones. Yo soy defensor de las PASO porque permiten encontrar la mejor síntesis. Si aparece un candidato o candidata que exprese de manera contundente a nuestro espacio político y posea alta competitividad, pues seguramente logre sintetizar. Si esto no sucede, yo estoy en contra de forzar un encuadramiento en quien no sintetiza. Porque si forzás una síntesis de esta manera lo que vas a generar es enojo, bronca, disgusto y caída de la participación.
¿Por qué en 2019 CFK pudo formular una candidatura que sintetizó al peronismo y ahora no podría?
-No lo sé, por ahí Cristina mañana sale y dice mi candidato es tal y ese nominado genera una corriente capaz de sintetizar. Yo en 2019 era precandidato a presidente. El 27 de mayo hicimos un excelente acto de campaña en Paraná, presentamos nuestra propuesta económica con aportes de Mercedes Marcó del Pont, Cecilia Todesca, Claudio Scaletta, salimos muy contentos. Al otro día cuando me levanto Cristina anuncia la candidatura de Alberto. A las dos horas anuncié públicamente que declinaba mi candidatura. La política es dinámica. Me parece que hay que esperar: el 17 de junio de 2015 se anunció la fórmula Scioli-Zannini, cuatro días antes del cierre de lista. Yo esperaría. Piano, piano, si va lontano.
El kirchnerismo dice públicamente que si el presidente busca su reelección no habrá PASO. En ese caso se estaría muy cerca de una ruptura del Frente de Todos.
-Yo no comparto esa posición. Es singular que un presidente se presente a la reelección y haya PASO, pero eso no quiere decir que sea imposible. Cuando alguien le preguntó a Axel (Kicillof) por la posibilidad de que Tolosa Paz sea candidata a gobernadora, él respondió que las primarias están abiertas a todos. Si vale para un gobernador por qué no para un presidente. Nosotros somos un gobierno de coalición, independientemente de que los distintos espacios políticos tienen más o menos tensiones. Y creo que no está bien decirle a alguien que no puede ser candidato. No está bueno.
¿Y puede haber una ruptura?
-Eso sería ponernos al borde del precipicio. Porque es cierto que con la unidad no alcanza, pero sin la unidad no se puede. Todos hablan de aquella elección de 2003, sin embargo nadie recuerda que quince días antes de esa elección las encuestas decían que la segunda vuelta era entre Menem y López Murphy. ¿De qué nos disfrazábamos? Después Néstor creció, se consolidó como segundo y terminó presidente. Por suerte para la Argentina que vivió una etapa distinta. Yo creo que en estos tiempos hay que tener mucha paciencia, cabeza fría y tratar de comprender la posición del otro.
¿Qué opinión te merece, como cuadro político, la decisión de CFK de no presentarse?
-Yo creo que es una decisión inteligente y generosa porque claramente la sentencia es proscriptiva. Si Cristina dejaba latente la posibilidad de ser candidata, puede suceder que se aceleren los plazos procesales y esa sentencia de primera instancia se convierta en sentencia firme antes de que se materialice el proceso electoral, que es lo que sucedió con Lula en la elección que perdió con Bolsonaro.
Hace un tiempo que la polarización entre kirchnerismo y macrismo parece estar agotándose, y eso empuja a que dentro del peronismo aparezca la posibilidad de una opción de centro con eje en la unidad entre Santa Fe y Córdoba, algo que vos venís advirtiendo en tu polémica con Perotti. ¿Ves que la Argentina va hacia otra cosa o la polarización tiene larga vida?
-Bueno, habrá que ver. No tengo una determinación clara. Hay que hacer un esfuerzo para conseguir un piso de acuerdo democrático más alto y sobre eso imaginarse la disputa electoral. Probablemente pueda haber alguna escisión hacia el interior del peronismo, no lo sé. Hasta ahora no tuvo expresión electoral concreta, pero vamos a decirlo claramente: entre 2015 y 2017 estuvimos divididos un sector con Cristina, otro con Alberto (que en ese momento estaba con Randazzo), otro sector con Massa, los gobernadores por su cuenta. Cuando Cristina anuncia que Alberto es su candidato lo que desarma es aquella ecuación del Peronismo Federal. No tengo muy en claro cómo va a ir moviéndose el sistema político argentino, sí tengo claro que pasamos del bipartidismo de los ochenta al bicoalicionismo. Y las coaliciones se hacen entre los que piensan parecido aunque no iguales, o entre los que piensan no tan parecido pero tienen conveniencias electorales, entonces aparecen muchos ruidos hacia el interior. Si no existiesen las coaliciones probablemente tendríamos lo que ha sucedido en otros países de América Latina, Perú o Chile, un aumento de la cantidad de agrupaciones políticas y un sistema político en forma de archipiélago lo cual no es beneficioso a la hora de la estabilidad del sistema.
Volvemos a un escenario más parecido al de 2003.
-Claro, pero después se fue recomponiendo. Y ahora el 90% de los argentinos canaliza su voto dentro de esas dos coaliciones, más o menos similar a 1983 con los dos partidos mayoritarios, el PJ y la UCR. La diferencia es que en las coaliciones no solo conviven posiciones políticas distintas sino también culturas políticas diferentes. En Juntos por el Cambio uno puede identificar una cultura liberal democrática y una cultura fascistoide. ¿Hasta cuándo eso podrá convivir? Y en el Frente de Todos también: hay un peronismo de la región central y el peronismo del conurbano es otra cultura.
la anomalía salvaje
Agustín Rossi nació en Vera, una pequeña ciudad ubicada casi en el extremo norte de la provincia de Santa Fe. Su llegada a fines de la década del setenta a Rosario para completar los estudios de ingeniería civil marcó el éxodo definitivo de su pueblo natal. Fue concejal en dos oportunidades (1987 a 1991 y 2002 a 2005), hasta que pegó el salto a la Cámara de Diputados de la Nación de la mano del flamante kirchnerismo. Desde entonces, sus retornos a Santa Fe fueron siempre intentos fallidos para lograr la ansiada gobernación. El territorio del que proviene el actual jefe de gabinete es quizás el ejemplo más dramático del fracaso democrático, porque allí la vida misma y la paz están amenazadas.
¿Rosario es la anomalía salvaje de la Argentina o las grandes ciudades van hacia allí?
-Bueno, esperemos que sea una anomalía, pero hay que estar atentos. Los indicadores de Rosario son superiores a la media de homicidios a nivel nacional. Hay una pelea entre bandas y sub-bandas que se disputan el control territorial y del negocio del narcotráfico. Y eso está pasando hace mucho tiempo. Es una situación grave, terrible, cualquier calificativo te queda corto. La ciudad que nosotros vivimos y transitamos durante muchísimos años no es la misma que hay ahora. Y el Estado no tiene que cesar en la lucha para terminar con estas organizaciones criminales, que no es solamente la acción de las fuerzas de seguridad sino que también recupere territorios. No es solo un fenómeno de Rosario, pero se expresa allí más contundentemente.
Pero por qué en Santa Fe, donde ya pasaron tres administraciones socialistas y ahora gobierna el peronismo, no se puede controlar e incluso pactar con la policía, y regular el negocio narco para disminuir los niveles de violencia, como sí ocurre en otros grandes centros urbanos. ¿Cuál es la singularidad rosarina?
-Seguramente no hay una única respuesta. O se puede hablar de diferentes causas. El indicador de homicidios se empezó a disparar en Rosario en 2011. Yo era candidato a gobernador y lo señalé en el debate. El gobierno de [Hermes] Binner lo subestimó, me dijeron que ese aumento se debía a enfrentamientos interpersonales y que en realidad el indicador importante era el de “homicidio en ocasión de robo”. En un procedimiento en el 2012 de la Policía de Seguridad Aeroportuaria aparece involucrado el jefe de policía de la provincia. Y en lo que va de este gobierno de Perotti ya llevamos cuatro ministros de Seguridad. Empezó con un sociólogo reconocido por todos como Marcelo Saín, pasó por un dirigente político también respetado por todos como Jorge Lagna, luego vino un policía y ahora hay un gendarme. Han pasado diferentes administraciones de diferentes signos políticos y no encontramos la forma o el diseño. Lo estamos atacando por todos lados, recientemente abrimos una delegación de la UIF [Unidad de Información Financiera] para enfrentar uno de los delitos conexos al narcotráfico que es el lavado de dinero, hay una presencia federal importante de fuerzas de seguridad, hay una mesa de análisis conjunto entre las fuerzas federales y las provinciales, la rotación de jefes policiales es muchísima, hay varios que fueron denunciados y están imputados. Intentamos que haya articulación entre la Justicia Federal y la Provincial. Pero bueno… lo cierto es que hay que redoblar los esfuerzos.
Creés que en caso de ganar Patricia Bullrich u otro miembro de Juntos por el Cambio puede intentar que las Fuerzas Armadas desembarquen en Rosario o es solamente una consigna pour la galerie?
-No, no me parece pour la galerie. Me parece que pueden intentar hacerlo. Para eso tiene que modificar la Ley de Seguridad Interior, o tiene que permitirle a las Fuerzas Armadas declarar el estado de sitio para una determinada región de la Argentina. Sería un error gravísimo porque las Fuerzas Armadas no están preparadas para eso, su formación es para el uso letal del sistema de armas. En segundo lugar, las Fuerzas Armadas en Argentina tienen entre 70.000 y 80.000 efectivos, menos que la policía bonaerense, no genera ningún desequilibrio en materia de hombres. Y en tercer lugar, dejás de hacer política de defensa y Argentina la necesita. Somos un país que tiene un pedazo de su territorio ocupado por una potencia imperial, que es Inglaterra. En Malvinas hay una base militar y hay más militares que isleños viviendo, a minutos de la desembocadura del Estrecho de Magallanes, sobre la Isla de Tierra del Fuego. Podés encontrar un montón de explicaciones de por qué Rusia invadió Ucrania, pero hay una que es incontrastable: porque pudo. Nosotros tenemos una política de defensa disuasiva, reactiva, no atacamos, pero para disuadir hay que tener con qué. El mundo está convulsionado, lleno de tensiones. Argentina tiene que entenderlo.