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periodismo y política
02 de Diciembre de 2016

 

Desde su reaparición en 2010, crisis es para quienes la hacemos un experimento. Se trata de inventar una manera de intervenir en el debate público, atentos a la compleja coyuntura que nos toca, con el afán de escabullirle a la banalización de los lenguajes que prima en la mayoría de los medios de comunicación contemporáneos. Y en las redes sociales.

Uno de los recursos que fuimos descubriendo consiste en utilizar la revista para entrevistar a personas con los que, a priori, tenemos escasa afinidad. En el número dos entrevistamos al agroman Gustavo Grobocopatel; más tarde visitamos al analista Rosendo Fraga (#6) y al director de Clarín Rural, Héctor Huergo. El prontuario a esta altura es abultado: Alberto Kohan, el menemista (#13); el millonario norteamericano Douglas Tompkins (#14); el periodista estrella de La Nación Carlos Pagni; el director de cine porno Víctor Maytland; el productor de soja mais grande do mundo, actual ministro de Agricultura de Brasil, Blairo Maggi; el empresario-militante José Ignacio de Mendiguren (#15); el emperador bonista, Eduardo Constantini; el sucesor de Macri en la Jefatura del Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Entre otros.

Algunos guardianes del manual de estilo progresista censuraron nuestra indolencia para demoler los argumentos de tales interlocutores: ¿para qué darle la palabra si ni siquiera los vamos a desenmascarar? Otros recomendaron que otorguemos ese espacio, con lo que cuesta hacer un medio de estas características, a los amigos, a nuestros referentes, a los que dicen aquello que queremos escuchar. Y hay quienes miraron recelosos porque están convencidos que nos mueve un impulso típicamente snob, esa vieja costumbre de llamar la atención. Nunca respondimos del todo a estos cuestionamientos: priorizamos la fascinación por lo desconocido, insistimos con la búsqueda de un estilo de interlocución más complejo, y más riesgoso. Poco a poco otros emprendimientos vinieron en nuestro auxilio, y en cierto modo comenzaron a emularnos. También se arrimaron voces que regalaron su enfática valoración, dándole consistencia al “capricho”.

Claro que hicimos entrevistas a quienes consideramos, en un sentido más o menos laxo, nuestros aliados. Como la intelectual Beatriz Sarlo, el venezolano Alí Rodríguez Araque (#15), el ex ministro de Economía Axel Kicillof, el inefable Jorge Asís (#16), o los líderes sindicales Juan Carlos Schmid y Hugo Moyano. Además reporteamos a ciertos “amigos de la vida”, como los uruguayos Mario Vitette y Ñato Fernández Huidobro (# 17), al mexicano Paco Ignacio Taíbo II, al cubano Leonardo Padura, al experto en fútbol Ezequiel Fernández Moores, al cineasta que amaba a los perros, Mariano Llinás, o a las artífices del colectivo Ni una menos. Y hubo otros con quienes sentimos amor a primera vista, como el Dani Yofra o la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui (#1).

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Pero ninguno de estos diálogos disparó el nivel de controversias generado por el Puchero a la Evita, una larga conversación con Emilio Pérsico y el Chino Navarro sobre el modo de entender y enfrentar al inédito gobierno de Cambiemos. Los primeros días de septiembre decidimos reunirlos a los dos, no a uno sólo de ellos, para debatir sobre los desafíos de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y del peronismo que resiste sin renunciar al juego político constituido (versión 2016). La cena se concretó el sábado 23 de ese mes, el mismo día que en la sede principal de la CGT, calle Azopardo, se celebraba un evento clave organizado por el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, promovido por el Papa Francisco.

La publicación salió a la calle a comienzos de noviembre, mientras se organizaba la marcha de la Emergencia Social convocada por la CTEP, la Corriente Clasista y Combativa, y Barrios de Pie. El lunes 14, el Puchero fue subido a nuestra web y rápidamente se viralizó, entre otros motivos gracias al interés con que fue recibido por los dirigentes y militantes de base del Movimiento Evita y otras organizaciones. Esa misma semana la entrevista fue citada por algunos medios de comunicación mainstream, para cuestionar el razonamiento utilizado por ambos dirigentes, en vísperas de la movilización del 18N. Como resultado del conflicto y la negociación, las organizaciones sociales mencionadas firmaron un acuerdo con el gobierno nacional que fue considerado un triunfo por el amplio espectro de movimientos involucrados en la disputa.

Tal desenlace motivó una nueva apropiación del reportaje, esta vez por los críticos de la estrategia acuerdista. Horacio Verbitsky, desde su tribuna en Página 12, cuestionó en duros términos las motivaciones y la orientación de las acciones del Evita, reproduciendo largos pasajes del diálogo publicado en crisis. Las respuestas no se hicieron esperar. Y el coro de repetidores y comentaristas tuvo su festín.

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Desde nuestro modesto lugar de experimentación, quisiéramos extraer algunos aprendizajes de este pequeño affaire. Cuestiones de método.

Por un lado, vale la pena destacar la importancia que posee la definición de los interlocutores y el modo de interpelación, según una mirada de la coyuntura que vaya más allá del inmediatismo. Como relatamos antes, entre la decisión de entrevistar a Pérsico+Navarro y la publicación del reportaje transcurrieron dos meses; sin embargo, en lugar de envejecer, los conceptos vertidos vieron la luz justo a tiempo.

Por otra parte, nos entusiasma la apropiación que el diálogo generó entre los más disímiles actores, comenzando por sus propios protagonistas, prosiguiendo por los diversos contradictores, desde distintos signos ideológicos. Para quienes editamos esta conversación, y todas las que hubo y las que vendrán, es un desafío expresar del modo más sincero posible la combinación de interés y discrepancias que sentimos respecto a nuestros entrevistados. En el caso puntual que nos ocupa, el debate fue intenso, tan profundo como picante, tan reflexivo como enardecido, y procuramos transmitir algo de esa tensión productiva: de allí, tal vez, la transversalidad alcanzada en el plano de los lectores.

Y sin embargo, no podemos dejar de manifestar nuestra incomodidad con el tono, la forma y el sentido de la polémica en curso. La primacía de la lógica de la operación política y el inmediato recurso a la agresión, la conversión del testimonio en pura imagen que se emancipa de la necesidad de argumentar, la panelización de las intervenciones, ubican el debate en un plano donde la complejidad del momento histórico que nos toca vivir se disipa por completo. No somos tan ingenuos como para solicitar transparencia y buenos modales. Pero tampoco asumimos con naturalidad que el cinismo y la fractura sean el modo en el que debe darse la discusión. Necesitamos un nuevo estilo político, basado en la escucha lúcida, en el poder que irradia de la multiplicidad y en una apuesta sincera a la elaboración colectiva.

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