el que sabe lo que puede un cuerpo | Revista Crisis
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el que sabe lo que puede un cuerpo
Víctor Maytland empezó su carrera como meritorio en “La hora de los hornos”. Treinta años más tarde se convirtió en el rey de la pequeñísima industria del cine porno nacional. Hoy, después del estallido de todos los formatos audiovisuales, volvió a encontrar una fórmula de mercado para sobrevivir en la cultura de la gratuidad.
Fotografía: Alejandra Urresti
02 de Diciembre de 2016
crisis #14

S ecuestro Exxxpress 3 –idea y guión de Víctor Maytland– es una porno que gira alrededor de Cristina Fernández de Kirchner. Play. Garage de un edificio. Un personaje interpretado por Maytland en el asiento de conductor de un auto. Anteojos Ray-Ban modelo cana, no modelo hipster. Mira a un trío –­una mujer, dos hombres– cogiendo en varias posiciones, ninguna horizontal. El piso del garage es una mugre. Terminan, se visten, se van. Aparecen otros dos de anteojos oscuros, mismo modelo. Son secuestradores politizados, están “revolviendo el avispero de la inseguridad nacional”. Se pasan una carpeta negra con la foto de la próxima víctima. “Lo mejor del apoyo del país tenemos”, dice uno de precarias herramientas actorales. “Estamos podridos de tanto zurdaje”. En la carpeta, una foto de CFK. La banda la va a secuestrar para hacerse de veinte millones de euros. 

¿Tenés idea de quién mira tus películas? 

Hay un 70% al que le importa un carajo que aparezca Cristina o cuál sea el argumento, adelanta esas partes. Nunca una película mía fue un fracaso, no me puedo quejar. Tengo algunas horribles, olvidables por suerte porque son malísimas. Pero no me castigo con “hice algo malo” porque tenía que sostener una empresa y a todos los que trabajaban. Hice películas de gays, de travestis, películas que no me gusta mucho hacer pero que las hice igual, siempre con un contenido corrosivo. Los de CineXLatino siempre insistieron para que haga películas de travestis. Tuve que inventar una zona roja en el parque Centenario para poder grabar las escenas de las travas subiéndose a los autos.

¿Por qué mezclás el porno con otros géneros cinematográficos? 

El rock, el terror, el kung fu y el porno somos primos. Si hacés una película de kung fu es igual a una porno, si hacés una de terror es igual a una porno. Tres minutos de charla, quince minutos de terror o quince minutos de cogida o quince minutos de pelea. Es muy parecido, tenemos los mismos problemas. Por eso los fusiono. Hice películas convencionales también, de poner la cámara y chau. Sería un privilegiado si hubiera podido hacer 250 guiones piolas. Cincuenta, sesenta son mis películas; las otras, algunas las firmé y ni siquiera asistí a la grabación. Para CineXLatino era así, yo tenía que poner el nombre y hacer cuatro películas por mes.

¿Qué te parece el porno de ahora que circula por internet?

Lo que se armó es una dinámica paralela de producción de porno, pero no es cine. Hay mucha gente que produce para las webs. Bajó muchísimo la calidad, nunca más vas a ver una película de las gold. Castillos, piscinas, minas de largo con joyas... olvidate.

Cuando no estás trabajando, ¿mirás porno?

Muy poco, lo necesario para ver qué se está haciendo. Las películas las veo al revés, las paro en el argumento y las adelanto cuando cogen. Pero no me excita el porno, me calentó más el video de Florencia Peña porque es un porno espontáneo. El video amateur tiene que tener esa complicidad del manejo de la cámara. El tipo se calienta porque el video es una parte más de la situación sexual. Mira en el viewfinder que la mina le está tirando la goma. La mayoría de los porno caseros son así, con la cámara en mano. El de Pamela Anderson y Tom Lee era así, también un poco trucho porque hay una parte que dejan la cámara en la cubierta y se ve el agua cinco minutos. Para que sea más real le dejaron las partes que son un plomo. Hicieron millones de dólares. Yo lo quise hacer acá con uno de Flavia Miller y Roviralta. No se veía mucho, pero lo compró Susana cuando se estaba separando. 

de Ron Jeremy a Anonymous

La pornografía es parte de la imaginería de la sexualidad que tenemos los nacidos en el siglo XX. Y el pornógrafo fue durante buena parte de las décadas precedentes el primer, sino el único, pedagogo sexual institucionalizado. Es, todavía, alguien que captura lo que circula como deseo, fantasía, anhelo, curiosidad o mera costumbre y lo devuelve transformado en un repertorio, en la mayoría de los casos, remanido y confortable. 
La pornografía es a escala mundial un mercado enorme y cada vez más diversificado –por género, por gustos, por temas, por formatos, por ideología, por fetiche –. Sin embargo, la industria nacional nunca llegó a crecer en proporción a la cantidad de consumidores y Maytland reinó, prácticamente solo, durante veinte años.

¿Por qué elegiste el porno?

Fue una mutación que duró mucho tiempo. Yo estudiaba cine a principios de los 70 en una escuela totalmente de izquierda. ¿Cómo no ser así en esa época? No había otra forma de ser para una persona sensible. Ahí fue el germen del Grupo Cine Liberación. Estaba Solanas, Getino era el director. Después las cosas terminaron con todo el mundo muerto o exiliado. Empecé a trabajar como productor periodístico y terminé haciendo programas como Feliz Domingo y Calabromas. Vas desgastando la política y vas entrando en lo comercial, en la jerga televisiva, el rating. No me desagradaba tampoco, seguía siendo mi proyecto hacer cine. Hablé un montón con Jorge Asís y adaptamos su libro Los Reventados (1974) pero después tuve que abandonarlo. Me fui deshaciendo de la política y me fui metiendo en el humor. Uno estaba muy asustado, se aburguesó, se metió en un caparazón. Y bueno, un día, yo estaba en terapia y mi analista dice “¿Y si te metés con el sexo?”.

¿El porno fue una sugerencia de tu analista?

Me dijo: “Porque vos sos medio sexópata.” Eso me quedó grabado. Un día estaba en Estados Unidos. Me dicen: “¿Querés ver cómo se graba una película porno?”. “Dale, vamos”. Y llamé a un amigo para avisarle: “Voy al rodaje de una película porno, si en dos horas no contesto, búsquenme porque me secuestraron los narcos.” El mismo mito de que a esto lo maneja la mafia que después tuvieron sobre mí. Me interiorizo en el tema, conozco a personajes como Ron Jeremy. Me cayeron bárbaro. Dije: “Yo voy a hacer una película porno”. Volví con esa idea. Y cuando la quise hacer vi que era casi imposible en ese momento. No me gustaba el porno tradicional, lo detestaba, esa cosa del émbolo, como si fuera Testut-Latarjet, el manual de anatomía. Entonces armé el proyecto de Las Tortugas Pinjas, una película cara. Tengo productor, tengo todo pero se desinfla. El productor que iba a poner la plata me dice: “No, mirá, estuve hablando con mi abogado, podemos ir presos, es muy riesgoso... Mi familia…”. Yo me largo a hacerla sin un mango. Un guión armado para una película de presupuesto, sin un mango. Resultado final: película súper bizarra. Entonces digo “elevemos el bizarrismo para que no digan que soy berreta, para que digan que soy bizarro”. Y bueno, ahí no me equivoqué. Fue la manzana de Newton: salió esa película y cambió mi vida. Ahí arrancó todo, aún hoy es la película más vendida en la historia de la Argentina porno.

¿Ahí empezaron tus años dorados en el porno nacional? 

Sí. Durante años estrenábamos las películas en el cine Ideal. Era una diversión nuestra première. Venían los actores, los técnicos, nos sentíamos parte del cine. Eso es lo que siempre quise, ser parte del cine. Y les inculqué eso a los técnicos, a los actores, a todos: “Flaco, no estamos haciendo una película de coger, estamos haciendo una película donde se coge”. Entonces respetemos las reglas básicas del cine: ensayar, la grabación como una ceremonia. A partir de ahí no paré hasta la crisis que hubo. En el medio tuve que dejar un par de años impulsado también por mi familia. Me decían: “está Venus, está Blockbuster, no se pueden vender películas”. Ahí me dediqué al cine culto, a sacar revistas de cultura. Me fue muy mal, perdí todo lo que gané en el porno. Entonces: “Bueno, Víctor, es el porno”.

Como a toda la industria audiovisual, la digitalización primero e internet después le trajeron problemas estructurales al modelo de negocios del porno. “Yo vendía películas a 25 mil dólares, ahora se las tengo que vender a 4000 pesos”, dice Maytland.

“La crisis empezó despacio. El mejor momento fue 2006. La crisis de la venta de los DVD fue en 2007, 2008. Primero fue ‘bueno, a ver, no se venden DVD, vamos a ver qué pasa con el pay per view’. Funciona bien un año. Hasta que empieza un 24% menos, un 40% menos, cuando llegó al 75% menos, chau. Eso fue en 2010”. 

¿La gente no quiere pagar por lo que puede conseguir gratis?

La crisis no es solamente por el porno gratis. Es por el aquí y ahora. Antes tenías que ir a alquilar una porno a las seis de la tarde y guardarla para calentarte a la noche. Y por ahí no pasaba nada, la alquilabas al pedo. Ahora no. Al tipo le pintó algo y, a la hora que sea, aprieta un botón y ya está. Entonces, ¿qué vendés? No tenés nada para vender. Queda un nicho muy pequeño: el que quiere ver la película completa, el que quiere ver los extras, que la guarda en su anaquel. Queda todavía ese tipo que no la va a comprar a un trucho pero son pocos por dos circunstancias graves: la privacidad y la respuesta inmediata que da internet. ¡Es el medio ideal para el porno! El tipo mira seis minutos de algo en la web, le alcanza y chau. Es malo, es berreta, lo que vos quieras, pero lo vio. 

Entonces son pocas las actrices que pueden vivir del porno. 

Ninguna. Lo hacen por hobby o para cobrar más caro las que se dedican a la prostitución. 

¿Y los hombres?

Los hombres lo hacen de onda, ninguno gana ni un mango. Y tampoco son taxi boys, los taxi boys ya no vienen. Antes no era así, el actor cobraba bien y era taxi boy. Tenías lo que quisieras, para porno gay, bi, hétero. Perfectos, cuidados, de gimnasio, dotados, con un culto a su sexualidad enorme. Insoportables, pero necesarios. Ahora ese tipo no está. Está el pendejo que a mí me gusta más. Si tengo un pibe de pelo largo con anteojitos que la tiene enorme, lo pongo de poeta y queda mejor y es más divertido. No me gusta el estereotipo, odio esas películas en la que está la mina en la pileta tomando sol y el limpiapiletas es Brad Pitt. ¡No jodamos! El piletero es un chicano al que se le ve el culo porque tiene el pantalón roto y la mina lo desprecia. 

Internet mató a la industria pero también habilita una relación más masiva con el porno y los que antes eran público ahora también pueden ser protagonistas.
Sí, abrió mucho la cabeza, más de lo que uno cree. Pero Facebook tiene una política represiva, sos culpable porque alguien te denuncia. A cada rato me bloquean. “Esta foto ha sido declarada obscena por el comité de Facebook”. A pesar de eso, sigue habiendo trasgresores que suben fotos en pelotas, imaginate si fuera libre. 

Sofovich versus los piratas 

Junto con Orson Wells, Alfred Hitchcock y Charles Chaplin, Maytland es uno de los pocos directores de cine del mundo que tienen su biopic. Maytland, la película, se estrenó en 2010. Por ese entonces, Maytland, el director, se había rendido ante el fracaso de las ventas. Por la misma época estuvo enfermo de cáncer. Pensaba que el retiro era definitivo y así lo contaba en la prensa cultural del momento.

Hoy pasa muchas, muchas horas en Facebook. Uno de los tantos mensajes que recibió la semana en la que hicimos esta entrevista fue: “Hola Víctor, ¿te puedo mandar la foto de mi pene?”.

¿Por qué volviste?

Volví porque las propuestas que tenía... “Mirá, hay una gente que te quiere contratar para Cuatro Cabezas. Para Jefe de Seguridad”. Mandaba currículum: “No, Víctor, vos estás para otra cosa, vos sos un rey”. “Bueno, dame laburo, dame un laburo de asistente”. “No, no, ¿cómo te voy a dar un laburo de asistente, Víctor?” Entonces, me dije: “Únete a tus enemigos. internet me derrotó, vamos a ver qué es internet”. Empecé a meterme, a ver qué se puede hacer; descubrí el tema eventos, el tema Facebook. 

Cuando Maytland dice “evento” no se refiere a ese tic de Facebook que afortunadamente empieza a desvanecerse. Los “eventos” son Sodoma y son más originales que su nombre. Maytland descubrió algo que se puede vender a doscientos pesos la unidad: la entrada a una fiesta que promete lo que ni youporn ni las copias de películas pueden ofrecer. En Sodoma hay un show, a veces temático –comic, rock, cabaret–, y hay sexo. A diferencia de los locales del microcentro con patovicas en la puerta y carteles de neón, Sodoma no es un lugar para hombres que le pagan a mujeres. Van parejas. Y se arman parejas, tríos, sextetos. Los que quieren son filmados, bajo la supervisión de Maytland, a cara descubierta o con máscaras, y se convierten en el elenco de los videos Fiestas Sodoma. Maytland convoca, siempre por Facebook, al sexo colectivo. Un fiestón. En los últimos meses se sumaron nuevos emprendimientos: una fiesta BDSM (bondage, disciplina-dominación, sumisión-sadismo, masoquismo: otra estela de Cincuenta sombras de Grey), Fantasías XX Spa –masajes relajantes eróticos– y castings de actores porno para quien quiera probarse ante las cámaras.

“Grabo en las fiestas. Son documentales. Es un reality. Es lo que hay, no es como en una película. Es una mezcla. Hay actrices y hay voluntarios que se meten con máscaras. Todo real. Si el tipo no tuvo erección se va humillado y lo ves. Eso es lo que tiene de bueno”.

¿Te planteás cada tanto alguna cuestión moral?

Yo no ataco a un tipo que hace culto de la fidelidad, forma su pareja, su familia, me parece fantástico. En un punto lo envidio: en que toda esa cosa tan correcta pueda llevarle felicidad a él y a su familia. Pero que él no me critique a mí, yo no le digo que es un boludo. Al contrario, siempre digo que la gente arranca con el sexo a full y termina formando pareja y haciendo cucharita. No termina en una orgía todo el tiempo, busca el amor.

¿Vos cambiaste tu forma de vida familiar a partir de estar en el porno?

Los últimos quince años sí. Antes no, pero después sí, me fue llevando. Soy swinger, no tengo ningún prejuicio sobre el sexo y respeto a quien tiene sus prejuicios. 

¿Qué pensás de la crítica al intercambio de sexo por dinero? 

En realidad nunca me lo cuestioné. También se hace plata vendiendo biblias. Sí cuido que el producto no sea agresivo para la moral. Hay cosas que yo no haría, ni hago: zoofilia, pedofilia, mujeres embarazadas, violencia, jamás hago eso. Lo detesto. Para mí el límite es algo consensuado entre adultos que no están drogados ni borrachos. El límite es ahí, en lo contractual, si hay contrato posible está todo bien, lo hago. 

¿Y con el tema de los estereotipos?

¿En qué sentido?

En general lo que se muestra son cuerpos con un ideal de belleza muy domesticado, tanto las mujeres como los hombres.

Yo creo que zafo de eso, no me lo cuestiono. Tampoco creo en eso del cine porno para mujeres y el cine porno para hombres. Es lo mismo que decir que Tienes un email es para gays y mujeres y no la puede ver un tipo y que Rambo no la pueden ver las minas. Hay minas a las que les gusta Rambo y tipos a los que les gusta Tienes un email y lloran cuando la ven. Es cine de género. ¿Cuál es el cine porno para mujeres? ¿Lesbianas? No. ¿Una mujer que está con veinte tipos? No, peor. ¿Una mujer que hace el amor con uno? ¿Dónde carajo está el cine para mujeres? El tratamiento que se le da a la mujer en el porno es de abeja reina, es la estrella, la que más gana, la más cuidada. Ahora, que en la escena la agarren de los pelos y la escupan es otra cosa, ella está actuando eso, no está siendo tratada como tal. Yo no lo hago, no me parece bien que se maltrate a una mujer en el acto sexual, no lo hago porque estereotiparía el maltrato. 

¿Ves una nueva generación de directores porno? 

Lamentablemente no. Hay mucho chanta que lo hace para coger, te lo tengo que decir. Hay un par de tipos que respeto. Uno es César Jones. Él dice que yo soy el Sofovich del porno y yo le digo “vos no sos el Lars Von Trier del porno, así que no jodas”. 

¿Qué te pareció Zorra, la última película de César Jones?

No veo, como dice él, que sea cine de autor. No lo veo para nada, para nada. Es lo único que yo le digo: “Flaco, ¿por qué lo tuyo es profundo y lo mío no? ¿Qué tiene lo tuyo?”. Yo no le encuentro nada distinto y la gente tampoco. 

¿No le ves una búsqueda artística?

No. Lo escuchás hablar y parece un profeta, un intelectual de la hostia; yo al lado de él parezco el Chato Prada. Él dice que yo envenené al porno nacional, que lo convertí en una cosa chabacana, estúpida, tinellizada. Entonces yo le digo “¿Qué película viste? Las Tortugas Pinjas. ¿Viste Tango, viste los Secuestros?”. Son políticas, son thrillers. Puede ser que me digas que soy un oportunista si analizás solo las comedias, pero analizá la obra completa. En las películas de él fuman porro. ¿Eso es más Lars Von Trier? Igual, ahora los dos entendimos el juego y ya no estamos peleados. 

antes del amanecer

“Si fueran de Paparazzi...” dice Maytland cuando la entrevista empieza a terminarse. Y nos da detalles sobre algunos recovecos de la noche porteña, bares de swingers, el ir y venir de la producción de un concurso televisado y algunas aventuras sexuales de los protagonistas del prime time. Alrededor del porno hay mucho mainstream pero el porno en sí mismo lo es cada vez menos. Esta noche, la de la entrevista, Maytland tiene filmación: Lorena Meacci es la protagonista de una una porno romántica.

¿Cuanto sale hacer una película?

Ahora no llega a los mil pesos. Antes podía salir treinta mil. La editamos mi socio y yo con mis equipos. Él está aburrido y se viene a editar. El porno atrae, atrae a gente de talento. El fotógrafo que tengo me viene a trabajar gratis porque quiere ver coger. Después se aburre, viene otro.

La etapa de oro se terminó: no me podés pedir tres mil pesos para actuar una escena, ¡porque no te lo puedo pagar! Te puedo pagar 300. Las actrices lo empezaron a entender. Empiezan a decir “me da publicidad; viene plata por otro lado”. Y empezó el “Che, quiero hacer una película”. Empezó como una nueva ola de cine porno que está buena porque colaboran todos. 

Se volvió comunitaria la producción. 

Como el cine independiente: el INCAA no te dio un mango y la película la tenés que hacer igual. Esto es lo mismo. Si nos dieran un subsidio de aunque sea diez mil pesos sería otra cosa. Pero subsidios para el cine porno no existen. 

Claro que muchas veces se critica al porno por su tedio estructural. Adentro, afuera, orgasmo masculino verificable y todo vuelve a empezar. Claro que existe el post porno, un cine que busca correr los límites de una sensibilidad sitiada por la imaginería serializada. Claro que la plenitud de lo pornográfico puede no residir en lo que se muestra sino en una imaginación intensificada, como escribe el uruguayo Ercole Lissardi a propósito de la escena de El último tango en París. Pero nada de eso le preocupa a Víctor Maytland. Él sabe que siempre habrá alguien que busque esos seis minutos de porno o la penumbra de un sótano para romper el corset de la monogamia.

¿Está todo hecho en el porno?

No, hay algo que queda y me muero por hacerlo: una comedia musical.
 

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