Una “música maldita” crece en las barriadas | Revista Crisis
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Una “música maldita” crece en las barriadas
Su cuna es bien popular y trae el cachengue de quienes no se amilanan ante el deber ser. El cuarteto ganó pecheando su lugar en la historia de la mano de quienes grababan por cuenta propia y repartían sus discos de mano en mano en las disquerías. Censurado, mirado con displicencia por la alta cultura, un ritmo que retruca desde la alegría. En este informe de la revista crisis #62, de julio de 1988, pueden conocerse los detalles de su génesis y los motivos por los cuales quisieron esconderlo de la mirada de los turistas durante la dictadura.
19 de Diciembre de 2020

 

Nacida en la "pampa gringa”, prohibida durante la dictadura militar, marginada de los medios de comunicación oficiales, la alegría de los pies que conmueve a las clases populares de Córdoba amenaza subvertir el orden de la folclórica cultura provincial. Los cuartetos, una música que unos califican de bastarda y otros adoran hasta el paroxismo, movilizan semanalmente a 30 mil cordobeses imponiendo nuevas formas de relación entre artistas, empresarios y público. Sus amplias connotaciones y la base social del fenómeno son abordadas en este informe especial que incluye el testimonio de sus protagonistas.

“¿Les puedo decir una cosa? Por más que al país y a todos los medios no les guste la música de cuartetos, no pueden parar esta realidad. Por más que digan que yo soy una bosta, vamos a seguir vivos, locos, porque al cuarteto lo bailaron sus papás, sus tíos, ahora lo bailan ustedes, y mañana algunos de sus hijos van a subir a un escenario para hacer vibrar a un pueblo, que está lleno de tristezas ... ¿y saben con qué se alegra un país? Con música de cuartetos, locos, que hacemos de corazón ... ¡Alegría! ¡Todos a bailar!”

Con este discurso, Jiménez abrió su primer baile pos-Cosquín '88. Todos sus críticos relegaron a un segundo plano los hechos de violencia del 27 de enero para aclarar que no estaba en discusión en la condición cultural o bárbara del cuarteto. "Le apuntaban a la Mona, pero nos querían pegar a todos", recuerda el cuartetero Sebastián. "Yo no soy racista, no tengo nada contra los negros, pero estos son negros de mierda" decía precisamente, la opinión más racista de la calle.

"La noche de la basura", tituló un semanario de la capital. Por las radios locales, oyentes lloriqueaban un orgullo regional mancillado, y suplicaban por un "Nunca más'' a los cuartetos en Cosquín. La participación en el festival el año pasado del muy pacffico y familiar Cuarteto Leo había provocado casi idénticas reacciones.

La Voz del Interior dedicó una nota editorial al caso. La inclusión de cuartetos en la programación fue caracterizada como un ejemplo vívido de irresponsabilidad, demagogia y oportunismo" y reclamó un debate profundo sobre la cultura popular, para que ésta no sea confundida con "demagogia o populismo de baja estofa".L dirección del matutino cordobés finalizó el artículo exigiendo justicia: " ... el agravio a la cultura perpetrado en Cosquín no debe quedar sin respuesta, y menos impune", sentenció.

Dieciocho mil. dicen que eran las personas que acompañaron al más acabado representante de los cuartetos, otros hablan de que en la ciudad serrana había casi 100 mil admiradores de Jimenez. Lo cierto es que los seguidores de "Carlitos" desbordaron la Plaza Próspero Molina y a una organización que. en función del público de las noches anteriores. estaba prevista para cuatro mil personas.

Justamente fue el Festival de Cosquín o más bien la calificación que los medios hicieron de esa noche. lo que nacionalizó la discusión sobre la música de cuarteto.

Sobre el tema todos opinan, todos debaten y la discusión parece no tener final, porque va desde si es el folclore de Córdoba basta si merece la categoría de música o no; por supuesto que la cosa no termina allí: también se cuestionan o defienden los representantes de los cuartetos y sus letras. Para algunos es la expresión de la cultura popular y para otros sólo una música alienante. Lo que ya queda claro a esta altura es que ninguna de las posturas queda exenta de una valoración social de los sectores sociales que bailan  y consumen el cuarteto, y lo más importante, de quiénes lo defienden y lo viven como propio. 

 

la "pampa gringa" y la estética dictatorial

La historia se inicia hace unos cincuenta años atrás (aunque tampoco en esto hay coincidencias) en las chacras de "la pampa gringa” de la provincia de Córdoba. Ese fue el escenario en donde confluyeron la tarantela, la polca. el pasodoble, y otros tantos ritmos con los que se intentaba recuperar vivencias. Esas músicas se fundieron en las orquestas  características, las encargadas en cada pueblo de alegrar las fiestas. La crisis económica

de la Década Infame redujo esas orquestas a la actual base musical del cuarteto: el acordeón, el piano, el violín y el bajo; a la vez que llevó a los hijos de los "gringos" al cinturón de la gran ciudad, donde los cuarteros encontraron un nuevo espacio entre los sectores más desprotegidos. Esa adhesión se vio potenciada por el arribo a la radio de los más importantes de sus intérpretes, como es el caso de Augusto Marzano, "el Gringo Marzano" ,quien bautizó su conjunto con el nombre de Leo, por su hija Leonor, pianista del grupo.

Justamente es Marzano quien, según Carlos Maldonado,dueño de la disquería que más cuarteros vende en Córdoba, empezó a mover esta música. Maldonado relata: "'Hace muchos años este señor consiguió grabar, pagando su grabación y sus discos en un sello que formaron unos señores que no tenían nada que ver con el negocio del disco. Fue en Rosario. El sello se llamaba TRIO, y los dueños eran acopiadores de granos. El señor Marzano fue a Rosario, grabó, llevó la cinta a la prensadora, le entregaron los discos, los pagó, los trajo a Córdoba en una camioneta y los empezó a repartir en todas las disquerías en forma de consignación. Como a ninguno de los disqueros nos comprometían, los tuvimos ahí, y notamos que comenzó a venderse, a venderse cada vez más. Y este señor todas las semanas venía, le dábamos el dinero y reponía los discos. Así fue caminando hasta que lo contrató una multinacional con la que grabó 58 longplays”.

La génesis del cuarteto está en el campo, con los gringos. El traslado a la ciudad no modifica en nada su base musical. Después de Marzano aparecen otros grupos importantes como es el caso de Carliros Rolán, Heraldo Bossio, Berna "El Pibe de Oro". También se agrega Coquito Ramaló, solo por nombrar algunos de los grupos que se destacaron en las décadas del '60 y 70. La mayoría de los grupos, en este tiempo, seguían la línea más o menos tradicional del Cuarteto Leo. Cuando llega la última dictadura militar los cuartetos se prohíben por ser música chabacana. no sólo en las emisoras de radio (primordial medio de difusión de esta música) sino también en las disquerías. Se limitó el espacio publicitario para anunciar bailes y discos con un aumento del 100% de las tarifas. Cantantes, músicos y  plomos se vieron obligados así a volantear sus anuncios en el centro y en los barrios Córdoba. 

 

En 1977, el interventor de Canal 10, dependiente de la Universidad, prohibió la imagen y el sonido del cuarteto. Los motivos: ¿subversión?¿comunismo? No: "incultura”, según estigmatiza el memorándum censor. Los cuarteteros desestabilizaban la estética dictatorial.

Así relata Jiménez esta época: "La prohibición fue en la época de los milicos. Cuando estaba por empezar el mundial, comenzaron a levantar los discos de las disquerías para que cuando llegaran los turistas no fueran a los negocios y preguntaran qué es esto, la música regional de Córdoba. y se nos cagaran de risa de la música nuestra. Entonces empezaron a retirar los discos hasta que terminó el mundial, y después los devolvieron. Fui prohibido en LV2 y LV3. No nos  dejaban pasar publicidad; nada. ¿Qué motivos tenía eso? No querían que la gente de otros países supiera que nuestra música era la que hacía divertir al pueblo. Para ellos eran baja y no querían perder el estatus. Ellos se creían que eran más cultos, pero la cultura la hace uno mismo, y la cultura del pueblo si quiere ser alegre y divertida, no la puede parar nadie". La prohibición continuó hasta el '82, pero eso no fue un freno suficiente para la música de cuarteto, que al margen de las limitaciones se mantuvo firme. 

 

los estilos del ''tunga tunga"

Son innumerables los grupos de cuarteros que no sólo realizaban bailes en la ciudad sino que periódicamente viajan al interior de la provincia. y también a las provincias del norte. Dentro de esta gran cantidad de bandas -entre las que se encuentran La sonora Dany, Trulalá, Trigo Verde, Pocho, la pantera, Fabián, etc..- se destacan por representar líneas distintas:Chébere, Sebastián y Carlitos Jiménez. Estos son actualmente los grupos más seguidos. Los extremos dentro de la música de cuarteto son Chébere y Jiménez: los primeros con una música más centroamericana, tipo cumbia, han incorporado los vientos, principalmente trompetas, por lo cual muchos dicen que no es cuartero. Por su parte, Carlos Jíménez ha rescatado el acordeón a piano al grabar su primer tema como solista La Flaca Marta retomando al cuarteto tradicional con letras más audaces. Una tercera línea aparece encarnada por Sebastián, al que se lo podría caracterizar como "melódico", es decir, en medio de los anteriores, incorpora las trompetas pero sin dejar de lado el "tunga tunga' cuartetero. En general todos los grupos continúan estos estilos.

Tanto Jiménez, como Sebastián y Chébere venden entre 60 y 70 mil discos, es decir que cada disco que graban es un disco de oro o de platino, éxito que los mismos cuarteteros atribuyen a su contacto casi diario con el público a través de los bailes, donde prueban los temas.

Para ellos, un baile con menos de cuatro mil personas, es "un baile flojo". En los buenos tiempos, seis mil por noche en cada club es un número promedio. Extraordinariamente, la asistencia puede ascender a 20 mil.

Además de aquellos tres popes actuales, siguen convocando a su gente los "históricos" Cuarteto Leo, Heraldo Bossio y unos 28 grupos que trabajan en la capital de Córdoba. Cada ciudad importante del interior, por su parte, cuenta con su par de "orquestas estables".  

 

Los aparatos de radio de barrios y villas de la ciudad, en tanto, tienen el dial estacionado para toda la vida en una de las dos emisoras cuarteteras locales, L V2 y L VJ. Ambas emiten un mensaje político que se desplaza por el neotransitado espacio situado a la derecha del centro. Pero -y como suele ocurrir- tanto sus niveles de audiencia como los sectores a los que llegan, demuestran una especial sensibilidad para percibir y canalizar gustos y expectativas populares.

Radical es el caso de Radio Nacional Córdoba, que asume el proyecto oficial de democratización de la cultura, donde los cuartetos se convierten casi en una música prohibida. Si de algún otro lugar de la República alguien sintoniza LRA7 seguramente no podría enterarse de la existencia de una música que ya forma parte de la realidad cotidiana de Córdoba.

De los propios empresarios de los cuartetos surgió la idea de concretar, con motivo de difundir esta música, programas televisivos. Los mismos son realizados en productoras privadas, coordinados por los empresarios, los que luego compran un espacio, en general en alguno de los canales privados (canal 8 y 12) donde son emitidos y han tenido desde 1973 (con un intervalo desde el 76 al '82) hasta hoy un importante nivel de audiencia.

¿Cómo se resuelven en el universo cuartetero las oposiciones bueno-malo, leal-traidor? El público cuartetero acepta la inca-poración de canciones no-cuarteteras, presta más atención a unas letras que a otras, pero existe una regla de hierro que jamás podrá ser violada, a riesgo de desaparecer de la escena para siempre: esta es el respeto incondicional a la base rítmica del cuarteto. Quien la infrinja, puede empezar a contar sus últimos días en el ambiente. La melodía más extraña podrá ser incorporada al repertorio, en tanto y en cuanto el "tunga-tunga” acompañe su desarrollo. Es decir, mientras pueda ser bailada. Aquí se define el ser o no ser del cuarteto.

Pelusa es un ex cantante de Chébere que se independizó y emprendió una ascendente carrera como solista. A partir de una de sus últimas grabaciones, su estrella se precipitó en forma abrupta. La gente dejó de ir a sus bailes, de comprar sudiscos. "Se alejó del cuarteto". comentaba su  ex público, con mezcla de enojo y tristeza.La palabra “traición” comenzó a circular, para referirse a lo que en realidad fue el cambio del ritmo. La audacia innovadora había llevado a Pelusaa incorporar un bajista de jazz, tan talentoso como desconocedor de lo que parece ser el secreto má recóndito de la música cuartetera: dos golpes de bajo y piano que la frialdad de la partitura condena como monótono, repetitivo y hartante. En la calentura de la pista, en cambio. se convierten en "el tunga tunga que no podrán sepultar, que no morirá jamás", al decir de una canción de Carlos Jiménez.

 

la movilización de los 30 mil cordobeses

En tiempos en que desde el poder se cree que las emociones colectivas fuertes pasaron de moda, las famosas y casi siempre bien ponderadas masas populares cordobesas se estremecen con un ritmo simple, elemental, incontenible, y hacen girar a su alrededor una mitología, una manera de ser, un negocio de proporciones, una cultura. En años de individualismo, quietud y desmovilización, cada fin de semana 30 mil cordobeses se abarrotan en ómnibus, encienden moros, destartalan gordinis y siam ditellas para comprimirse en los clubes en donde cantantes y orquestas de cuartero animan el baile. 

Para el cordobés de sangre cuartetera, la vida tiene una unidad cronológica básica: la semana. Esta, a su vez, se descompone en una serie de días horas, minutos y segundos que laten en forma de cuenta regresiva. El "0" se acercará alrededor de las 22 de cada viernes. En la cola del ómnibus encuentra el primer estímulo externo una excitación que va "in crescendo". El entusiasmo alcanza su primera fase de desarrollo después de pagar el  boleto. A esa hora, todas las unidades de todas las líneas que conducen a clubes con bailes de cuarteto  están copadas por bailarines con celo danzante contenido de cinco días. Risas, bromas en voz alta, movimientos rítmicos al son de tarareo pensado o explícito, expresan un esfuerzo por contener la euforia en un marco de tolerancia con la reducida minoría del viaje: los pasajeros que no van al baile. Acá, todavía el aroma general es resultante de la mezcla de los perfumes particulares de los impacientes cuarteteros. Cuando desciendan, la fragancia que los espera sabrá a choripán, aliento a vino, ginebra con coca y mucho sudor. Los apretujones comenzarán en la boletería, seguirán en la pista y terminarán en la madrugada del día siguiente. Y si ocho australes para la entrada y no resto para consumir lo permiten, la noche de ese mismo sábado podrá reiniciarse el circuito. 

 

comienza la noche

La puerta del club separa el territorio del trabajo y el de la diversión; la preocupación y su olvido; la soledad y el amor/levante. Con estas oposiciones los cuarteteros y cuarteteras explican y justifican su pasión por su música. Para ingresar,además de la entrada, será imprescindible no portar armas. Después del registro a cargo de policías uniformados, el paso, el corazón y la adrenalina se apuran en busca del primer paso decidido para abrir la noche: sacar a bailar, ser sacada, tomar algo o -en algunos casos- escuchar la orquesta.

El clímax es inminente cuando se apagan las luces del escenario. Un reflector ilumina al locutor-animador, integrante estable del grupo,que con una impostación festivalera hasta la sobreactuación y buen oficio, saluda al "queridísimo público del club” en cuestión. Hace una presentación “espectacular” del cantante u orquesta, arenga a los presentes a bailar, el bajo eléctrico descarga los primeros "tunga tunga” ...Y todos a bailar. Para el cuartetero de alma, escuchar la base rítmica del cuarteto y ponerse a bailar, es un acto físico que no tiene nada que ver con la voluntad. 

Arriba del escenario, "el cantante con su música se juega la vida" con mucho color, brillo y lentejuelas. Contorsión, sensualidad y ejecución ejemplar del paso típico del género, completan su trabajo. 

La orquesta, uniformada con smoking turquesa, fucsia o algún color muy vivo, pantalón y mono negro, la quietud de los músicos, entre luces y humo, contrasta con vertiginosos riffs de acordeón, guitarras eléctricas, trompetas o saxos, que cabalgan sobre el poderoso ¡tunga! ¡tunga!, convertido ya en fuerza material y palpable, que invade cuerpos, activa piernas y caderas, arranca de las sillas a los sentados y -en el transcurso de dos temas- convierte a la cancha de básquet en un gran óvalo humano, espeso, pesado y compacto, que comienza a girar en sentido contrario a las agujas del reloj, dibujando así la figura más globalizadora y multitudinaria de la coreografía elemental del cuarteto. 

Si de registrar looks se trata, sólo dos estéticas estarán radicalmente ausentes: la psicobolche y la posmoderna. De ahí para abajo, todo lo que uno pueda imaginar, homogeneizado en la heterogeneidad y el caos cromático. 

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