“Espero que esto no sea como Semana Santa del 87. La casa está en orden y nos vamos todos contentos”, comenta uno de los 489 afectados en forma directa por el recorte presupuestario que el gobierno de Mauricio Macri intentó, con la venia del ministro Barañao, aplicar al Conicet. El que traza la metáfora alfonsinista fue uno de los Doctores recomendados por la Comisión Evaluadora que no lograron entrar a carrera. Está por comenzar la asamblea y una pregunta recorre el zigzagueante espacio que queda entre los cientos de movilizados. ¿Qué hacer con la propuesta del Gobierno? Ingrata, la pregunta no admite una respuesta diáfana. La temperatura trepó a los treinta grados; todas las opciones son pegajosas e incómodas.
“Investigamos un sinfín de procesos políticos, es hora de protagonizar esta lucha”, dice uno de los oradores de la asamblea. Otro investigador agrega: “Un año de extensión de la beca como señuelo y licuan el conflicto”. Un entrevistado de pechera amarilla con la leyenda “Jóvenes Investigadores Precarizados” tiene otra perspectiva: “Mejor llevarse algo que nada. La toma no puede ser eterna. Si rechazamos esta propuesta se viene enero y febrero. Nos morimos acá como parias”. Todas las respuestas son pegajosas.
La asamblea es abierta. Suele ganar la opción más radicalizada. No obstante, al fin, gana una postura moderada. Con algunas modificaciones (no incluir “empresas privadas” en el listado de eventual inserción laboral) se acepta la propuesta del Gobierno: extender por un año las becas y formar una comisión de seguimiento caso por caso. En la votación, una chica que también luce una pechera amarilla se tomó el trabajo de contar todos los votos con notable exactitud para una asamblea. Saltó entre los intersticios de los cuerpos y fue bajando uno a uno los brazos como palancas. Vanguardia Conicet.
Unir a los argentinos
“Macri en campaña: ´vamos a destinar 1,5 del PBI para ciencia y tecnología´, “#Macri mentiroso”, dicen carteles pegados con plasticola sobre las paredes del Ministerio. Los números del recorte son salvajes. En el Presupuesto Nacional, Ciencia y Técnica pasó de del 1,53 % en 2016 al 1,3% para 2017. De 1500 aspirantes fueron recomendados 837. Apenas ingresaron a carrera 385. El achique es del 60 por ciento. Lino Barañao había diseñado el plan Innovar 2020, cuya idea era aumentar cada año un diez por ciento de investigadores en CyT con respecto al año anterior. El supuesto objetivo: llegar a 1500 por año. Parece broma.
En otro de los carteles Lino Barañao lava los platos. Junto a él Cavallo, en blanco y negro, insta a los científicos a lavar los platos. Por el aire caliente circula fuerte el rumor de la renuncia del Ministro de CyT. Pero por ahora se queda. Otra caricatura muestra a Barañao como empleado del mes de Monsanto. Es evidente que su gestión está herida. ¿De muerte? “Si renuncia es peor. Mirá si te ponen un duro línea Lopetegui o Quintana”, me dice otro entrevistado. Un delegado de pechera verde-ATE expresa el peor fantasma: una toma eterna que se desgasta a sí misma, morir a fuego lento durante enero.
Una chica agita un cartel partido en dos. De un lado una foto de La noche de los bastones largos, del otro, una foto de la toma. El ruidazo y la masa sudorosa de la protesta se recorta ante el ascético Ministerio. Predomina el acero, el vidrio y el cemento minimalista. Edificios modernos, de puertas automáticas, como los cuerpos de un aeropuerto. Un ministerio de Ciencia y Tecnología cero kilómetro. Para descansar un poco lo ideal es sentarse en el frente del edificio. Apoyado a las paredes vidriadas se siente el fresco de los aires acondicionados como el vaho de la pesada herencia.
“¿Me explica cómo va la cosa?”, pregunta un profesor de griego de la carrera de Letras, a quien de pronto encuentro en el lugar. Junto a un amigo, escucha expectante los discursos pero desde el margen de la vereda. Dosis perfectas de flaneur e interés genuino por la resolución del conflicto. “En mi época casi nadie tenía apoyo del Conicet. Ahora, por suerte, casi todos los integrantes de mi cátedra tienen beca”. Dato interesante: en la explanada del Ministerio hay mucha gente, mucho más que los 489 damnificados. Está, podría decirse, la comunidad científica.
“Si querés que un problema no se resuelva, hay que formar una comisión”. El amigo del profesor de griego recuerda la máxima de Perón. En medio de la asamblea llega el ruidazo convocado para las 18. La asamblea no corta la calle. Los autos acompañan la lucha, tocan bocinazos rítmicos al paso. Desde una camioneta BMW asoma una mano que forma la V. Todos los medios cubren el conflicto. Comprobado: el Conicet tiene aura. El conflicto interpela a la sociedad, hay que aprovechar el envión. Pienso en un comentario que leí esta semana. “No hay remedios para jubilados. Por fin se acabó el populismo”. El recorte en el Conicet tiene mucho más difusión que el del Pami.
La resolución
“Reincorporaron a los 500 despedidos”, me dice un compañero de radio. Entre colegas siempre nos consultamos antes de salir al aire. “No no son despedidos, son doctores, de unos 35 años. Tipos que estudiaron con una beca y ahora quieren entrar a carrera. Sería como un puesto permanente. La propuesta no está muy buena. Cambiar un puesto fijo, de planta, por doce mese de sueldo y chau”. Me siento una suerte de gurú. Conozco de cerca el tema: mi mujer es becaria. Es más, conozco al menos a una decena de recomendados y a muchos de los que están en la toma. Hace casi veinte años que trabajo en el noticiero y nunca cubrí un conflicto donde conociera en forma directa a tantos involucrados. Puedo dar fe que investigar es trabajar. Sigo de cerca la investigación de mi mujer, las idas y vueltas, los nervios, las correcciones. El campo es exigente y riguroso. Hace un tiempo, en una mesa de bar, mitad en broma, mitad en serio, con un amigo formamos el MARICON.ar, Sindicato de Maridos de Investigadoras del Conicet Argentina. Por supuesto que desde MARICON.ar acompañamos a los investigadores. Entendemos desde las entrañas de la convivencia la angustia que genera este feroz cambio de reglas de juego.
En la toma hay más de ciencias sociales que del resto. Según parece, las ciencias duras tienen más salida laboral en la actividad privada. Por eso a los cronistas nos cuesta encontrarlos entre los presentes. El laboratorio, el microscopio, el guardapolvo blanco, la consola llena de botones de la ingeniería atómica, la oveja clonada, el ojo biónico es la iconografía que quiere ver la tele para bancar el reclamo. Lo cierto es que, sin Conicet, el destino de cientos de investigadores sería romperse la garganta dando clase en secundarios y volver a casa con apenas ganas de mirar la tele. Chau todo anhelo de investigación. La mayoría de los doctores que quedaron en el limbo de Barañao terminaron sus estudios en el fin de ciclo kirchnerista. Están altamente calificados después de más de una década de estudios en universidades públicas, y en gran parte se doctoraron gracias a becas del mismo Estado que ahora pretendía expulsarlos. Si se les licua un par de puntos más el sueldo, muchos científicos terminarán aplicando afuera, y generando investigaciones, congresos y patentes en universidades y laboratorios del exterior.
¿Cómo seguirá esta historia? ¿Se cumplirá la fatídica predicción del Pocho y la solidaridad entre investigadores se diluirá a medida que se acrediten los sueldos? ¿Arremeterá Macri con su recorte en 2017? ¿Conseguirán los científicos nuevas formas para dar a conocer los resultados de sus investigaciones y así alimentar el “aura Conicet” que tan productiva fue durante la toma? ¿Cambiarán las coordenadas del debate en Ciencia y Técnica? Por el momento, queda la épica. Los científicos salieron a la calle y, mientras la CGT brindaba con el Presidente, lograron frenar un recorte histórico.