Mark Fisher: "Quizás hemos sobre-explotado a la cultura" | Revista Crisis
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Mark Fisher: "Quizás hemos sobre-explotado a la cultura"
Mark Fisher es uno de esos intelectuales inclasificables que Inglaterra suele producir. Pertenece a una generación de hijos no reconocidos de la academia, que sintieron que las aulas quedaban pequeñas para ocuparse de los temas que les interesaban de la forma que querían, y por ello armaron su hogar en internet. En este diálogo, y a propósito de la publicación de “Realismo Capitalista” por la editorial Caja Negra, recorre su trayectoria intelectual y nos habla sobre música, cibercultura, sus ideas sobre el devenir del capitalismo y la situación actual en su país.
03 de Mayo de 2016
crisis #6

 

Influenciado por la prensa musical inglesa de principios de los ochentas, y por una deriva caótica donde Mark E. Smith, Ballard, Lovecraft, la ciencia ficción, el post-punk, la música electrónica y la psicogeografía se mezclan sin conflictos con Spinoza, Marx, Nietzsche, el post-estructuralismo, Baudrillard y Zizek, Mark Fisher lleva años escribiendo crítica de rock y análisis político en su blog K-Punk. Su especialidad es diseccionar las diversas formas en las que el capitalismo y el neoliberalismo se articulan en cada fragmento de nuestras vidas, en la política de nuestra consumo cultural. Desde esta mirada, criticó por inoperante e irrelevante a la izquierda europea actual, centrada en causas perdidas como las protestas anti-globalización en cada reunión del G8. En los tiempos de confusión política post-crisis del 2008, Fisher y parte de la blogósfera que lo rodea han probado ser de los intelectuales más relevantes e interesantes que se pueden leer en este momento. A fines del 2009 editó el libro Capitalist Realism, lidiando con la cuestión de la ideología en el capitalismo y su triunfo absoluto en erradicar toda esperanza de que exista alguna posible alternativa.

 

¿Cómo te involucraste en el Cibernetic Culture Research Unit (CCRU, Unidad de Investigaciones sobre Cultura Cibernética)? ¿Cuál era el objetivo y la postura del grupo? ¿Cuál era la definición de cibercultura con la cual trabajaban? ¿Cómo se llevaron con la academia?

—En contraste con el modelo californiano de la revista Wired de cibercultura, CCRU le daba una importancia crucial a la música, especialmente el jungle. La psicodelia rítmica del jungle era generada mediante computadoras pero, lejos de ser incorpórea – como muchos, en el momento, pensaban que era la cibercultura – era una ciencia vernácula de los afectos corporales. El cuerpo que el jungle conjuraba era en muchos aspectos un cuerpo imposible: los breakbeats estirados a lo largo del tiempo demandaban una forma de baile que los organismos humanos no eran capaces de realizar. Aquí, entonces, había un ejemplo vívido de la distinción de Deleuze y Guattari entre el cuerpo orgánico y el cuerpo sin órganos. El ciber feminismo era también una corriente importante en el CCRU. El trabajo de Sadie Plant conectaba las provocaciones teóricas de Haraway e Irigaray con un proyecto de investigación que linkeaba la historia suprimida de la relación de las mujeres con la tecnología con un nuevo pensamiento en biología. La relación con la academia era una de mutua hostilidad. Un representante de la Universidad de Warwick una vez dijo, famosamente, que el CCRU no existía, no había existido nunca y nunca existiría. Lo que quiere decir es que CCRU nunca tuvo ningún status oficial en la institución. Pero el CCRU apreciaba su no-existencia institucional: a la vez estaba adentro y afuera de la academia.

A pesar de todos sus experimentos de pensamiento y su deseo de expandir el pensamiento académico a la escritura literaria y de ciencia ficción, al CCRU no le gustaba lo metafórico y se adhería a una estricta manera de pensar “realista” y “representacional”. ¿Cómo impactó esto en tu manera de ver la música, que se puede ver siempre como no representacional y metafórica?

—Bueno, nosotros deciamos estar en contra de lo metafórico – Alberto Toscano una vez remarcó que el desprecio por la metáfora era prácticamente la firma de un cierto modo de teoría post-Deleuziana – pero en realidad la escritura estaba saturada con metáfora. Pero yo diría que la música no es en sí misma metafórica – es abstracta. O, mejor dicho, es a la vez abstracta y física, esa combinación, esa noción de una materialidad abstracta, es una de las razones por la cual la música era tan central a lo que el CCRU estaba haciendo.

¿El CCRU estaba interesado en la interacción entre los seres humanos y las máquinas con el objetivo de desarrollar nuevas formas de pensamiento post-humano?

—Si, ‘post-humano’ era la frase del momento, a pesar de que había todo tipo de problemas con ella. ¿Estábamos anticipando un tipo de progreso que iría más allá de los seres humanos? ¿O estábamos hablando de una forma de pensamiento que colocase a los seres humanos en una red de interdependencias con otras agencias? El énfasis en el resultado produjo un extraño efecto de trascendencia: estábamos hablando todo el tiempo de procesos que nos eliminaban o nos obviaban, que nos harían obsoletos. Había una excitación en este borramiento, pero en última instancia también había algo deprimente al respecto – nuestro único rol era anticipar alegremente nuestro propio deceso.

Viniendo de una tradición teórica que valoraba la literatura de ciencia ficción y de horror, más tu extensivo uso y exploración del concepto de hauntología, ¿ves o sentís un costado del capitalismo fantasmagórico, siniestro o incluso casi lovercrafiano? ¿Pensás en él como “un virus del espacio exterior” o una forma de organización social que favorece los rituales y la magia oscura?

—Todo eso. Es espectral en el sentido de que carece de una forma fija y la mejor manera de caracterizarlo es como una virtualidad fugitiva. Pero también es una Cosa Lovercrafiana – algo sublimemente vasto, espumeando, bullendo, diseminándose. Se propaga como un supervirus y sus adherentes tienen sus propios rituales y sistemas mágicos.

Te recuerdo en el 2006 citando a Momus diciendo que la música finalmente había muerto, o al menos había perdido su relevancia creativa. Cuando le pregunté a Momus acerca del mismo tema el mencionó que las causas eran demográficas (el hecho de que el rock se había vuelto tan viejo como su audiencia y ya no era la voz de una generación) y la ubicuidad. ¿Aún crees eso? ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Y cuáles son las causas de acuerdo a vos?

—No veo motivos para revisar ese punto de vista aún. Nada ha sucedido desde el 2006 para sugerir que la música será el motor de la modernidad cultural de la manera en que lo fue desde los cincuenta hasta los noventa. Lo cual no es lo mismo que decir que la situación no cambiará nunca. Podríamos estar en el borde de un renacimiento masivo de la música; por lo menos eso espero. Hay un número de elementos que han conducido a este impasse. Adicionalmente a los factores que menciona Momus, también está el problema del agotamiento – Alex Williams ha trazado una analogía entre el agotamiento ambiental y el cultural. Quizás hemos sobre-explotado la cultura de la misma manera en que hemos sobre-explotado los recursos naturales. Tendemos a pensar que las permutaciones culturales son infinitas de una forma que los recursos naturales no son, pero quizás esto es una ilusión. Otro factor es internet, que pareciera haber privado a la cultura musical del espacio-tiempo que era más productivo para la misma. Internet ha reemplazado un modelo viejo y puntuado del tiempo – que estaba organizado alrededor de performances en vivo, lanzamientos de discos y noches en clubes – con un tiempo distribuido por el ciberespacio en el cual es posible subir música en cualquier estadio de su desarrollo y consumir prácticamente cualquier expresión de la historia de la música en el momento en que quieras. Luego están los factores políticos. La música siempre fue más vibrante cuando reflejaba o de alguna manera “transducía” (Nota de T: “transduction” es el proceso mediante el cual el ADN es transmitido de una bacteria a otra mediante un virus: en este caso las bacterias somos nosotros y el virus la música) la volatilidad social. Y, hasta muy recientemente, hemos estado viviendo en tiempos muy inactivos.

Editaste un libro sobre Michael Jackson muy pronto luego de su muerte. ¿Que significó la muerte de Michael Jackson? ¿Por qué editaste ese libro y por qué tan rápido?

—La muerte de Michael Jackson no fue el fin de una era – Jackson había dejado de ser, hacía mucho, una fuerza musical o cultural de alguna significancia, y se había deslizado a una especie de grotesco banal – pero coincidió con el fin de una era. El ascenso de Michael Jackson a un nivel sin precedentes de megaestrellato sucedió justo en el momento en que la economía política y los medios políticos cruzaron un gran umbral; de hecho el éxito de Jackson fue parte de ese cambio. Reaganomics y Thatcherismo, una intensificación masiva del consumismo, la llegada del VHS y de MTV, la globalización: Thriller se alimentó y a su vez alimentó todos estos desarrollos. Su muerte llegó en el preciso momento en que – a causa de la crisis financiera – ese sistema de realidad estaba estallando. Luego de su muerte me pasé un día o algo así viendo todos sus viejos videos y me chocó, como si fuese la primera vez, las increíbles y horrendas diferencias entre el Jackson de Off The Wall y su persona tardía, espantada y auto-desfigurada. Quería destacar todo esto. Quería que la red de escritores de Zero Books reflexione sobre ello. Estoy absolutamente encantado con el libro, que para mí es una de las mejores colecciones de escritura musical de la última década.

¿Cómo llegaste a escribir Capitalist Realism? ¿Cuál es su tesis?

—El libro reunió y enfocó algunos de los pensamientos sobre la situación política que había estado desarrollando en mi blog a lo largo de una cantidad de años. Los posts en el blog eran parcialmente un intento de dar sentido a lo que era vivir y trabajar en la Inglaterra de Blair. Yo trabajaba como un profesor, dándoles clases a chicos de entre 16 y 19 años, y estuve en la primera línea de la neoliberalización de los servicios públicos en el Reino Unido. Se les pedía a los profesores realizar cada vez más prácticas de auto-observación que habían sido importadas del mundo de los negocios. En principio, los libros de registro y reseñas de performance eran simplemente una pérdida de tiempo, pero me impresionaron un par de cosas acerca de ellos. En primer lugar, ¿por qué los profesores estaban tan inactivos frente a esos nuevos y absurdos reclamos de su tiempo? En segundo lugar, ¿cómo coincidía esta creciente cantidad de tiempo gastado en burocracia con la idea neoliberal de que la burocracia era un artefacto de una gobernanza de izquierda? Gradualmente me di cuenta que éste tipo de actividades no eran solamente un gasto de tiempo – su aceptación cumplía una función ritualista. Hacer las cosas mecánicamente y sin interés, hablar con la retórica de los negocios incluso a pesar de que uno no crea en ella – todo esto era crucial para imponer un marco ideológico. Así que llamé a este marco ideológico realismo capitalista, en parte porque el argumento para hacer estas cosas desde el nivel de la administración era que resistirlas no tenía sentido – la única cosa “realista” que se podía hacer, si uno quería mantener su trabajo, era seguirles la corriente. Pero luego comencé a ver los efectos del realismo capitalista en todos lados: no solamente en el trabajo o en la política, sino también en el clima afectivo de las sociedades neoliberales, a las cuales vi caracterizadas por una depresión hedónica – había muchas nuevas posibilidades de placer, pero, en vez de ser una alternativa a la melancolía, alimentaban una especie de abatimiento nuevo y completamente ubicuo. Todo lo cual estaba relacionado a una ranciedad, un agotamiento de la misma cultura, una sensación de que todo ya había sucedido; había infinitas nuevas formas de consumir, pero lo que consumíamos era de manera creciente versiones pastiche de vieja cultura.

Hablaste muchas veces de la crisis del 2008 y el hecho de que el capitalismo de alguna manera ya está muerto pero sigue andando. ¿Podrías explicarnos un poco sobre eso? ¿Cuál crees que es su status hoy? ¿Cuáles podrían ser los efectos a largo plazo de esa crisis?

—No es que el capitalismo esté muerto, pero sigue adelante, es el neoliberalismo el que está en ese estado zombie. El neoliberalismo dependía de la idea de que el así llamado “mercado” podía administrar las cosas mejor que cualquier tipo de cuerpo público. Por supuesto, a lo largo de su período de dominancia, el neoliberalismo ha dependido del estado en muchas maneras, pero ha logrado mantener esa dependencia sin que se notara. Sin embargo, fue imposible no darse cuenta luego de que los estados del mundo se enfrentaran a los planes de salvataje masivos. Los efectos a largo plazo de la crisis no son claros; lo que es seguro es que no hay retorno a la situación previa al 2008. El capital no tiene una solución a los problemas que llevaron a la crisis; las medidas que llevaron a la crisis – niveles de crédito insostenibles – eran ellas mismas intentos de resolver problemas previos. Pareciera que el capital se ha quedado sin ideas. Esto podría no ser tan bueno; el genio del capitalismo es que no está comprometido con ningún modo particular de gobierno. El capitalismo neoliberal puede estar terminado, pero es posible imaginar muchas diferentes formas de capitalismo, incluyendo un capitalismo autoritario. El autoritarismo con frecuencia aumenta en popularidad en tiempos de crisis, y hay evidencia de que eso está sucediendo de nuevo. Al mismo tiempo, también hay una creciente militancia global, la cual hemos visto hacer erupción en el Medio Oriente e incluso en el corazón del realismo capitalista, como en el Reino Unido y los Estados Unidos.

¿Qué llevó a Inglaterra a la crisis política en la cual parece estar inmersa hoy? ¿Cuál es tu visión general del movimiento de protesta que la siguió y que esperas que salga de esta crisis y estas protestas?

—Para ponerlo simplemente, la crisis política fue causada por la crisis financiera. El final del Nuevo Laborismo también ayudó a poner las cosas en foco. Creo que el hecho de que había un (en su amplia mayoría solo nominal) ‘gobierno de izquierda’ significaba que todas las disidencias estaban contenidas en alguna medida. Pero la coalición liderada por los Tory ha despertado toda clase de animosidades. El movimiento de protesta es increíblemente esperanzador – como escribí en mi blog, ver el florecer del movimiento alrededor del país fue como emerger de una larga depresión política, que es lo que creo que está sucediendo en realidad. Mi creencia es que el actual gobierno del Reino Unido no va a durar: el Cameronismo fue construido para los días pre-2008 del consenso neoliberal y, como dije, esos días hace rato que terminaron. A diferencia de los Tories de los 80s, que se habían formado en el choque contra los sindicatos, el gobierno actual no tiene experiencia en protestas industriales y ni en cómo lidiar con las mismas. El programa de recortes que han impuesto es tan salvaje que va a suscitar un tipo de resistencia que no vemos en el Reino Unido hace 25 años. Lo que está pasando en Inglaterra en este momento es una especie de doble proceso – por un lado, está la persistencia del realismo capitalista, que ha mutado de la arrogancia neoliberal hacia algo más desesperado; el mensaje de que tiene que haber recortes, y que es sólo una cuestión de dónde caerán es, tristemente, ampliamente aceptado en Inglaterra en este momento; al mismo tiempo, hay una furia general y sin expiar dirigida a los banqueros, debajo de la cual puede detectarse un cuestionamiento de las asunciones que subyacen al realismo capitalista. Los próximos años se definirán en ésta lucha, que está aconteciendo dentro de los individuos al mismo tiempo que dentro de los grupos.

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