operación cogobierno | Revista Crisis
es lo que hay / audacia cero
operación cogobierno
Fotografía: Matías Baglietto
21 de Marzo de 2022
crisis #51

 

La tapa este número de la revista crisis resuena con dos momentos distintos de nuestra historia. El primero nos remonta medio siglo atrás y alude a una tragedia. El segundo nos conecta con una anécdota que tuvo lugar hace exactamente veinte años.

En agosto de 1972 el cineasta Jorge Cedrón concluía –en plena clandestinidad– la filmación de Operación masacre, cuyo guion había escrito junto a Rodolfo Walsh, autor del libro homónimo. La trama, como es sabido, recuerda los fusilamientos contra militantes de la resistencia peronista que tuvieron lugar el 9 de junio de 1956 en los basurales de José León Suárez. Por eso el cartel del film exhibe el rostro serio de un Perón en blanco y negro, mientras una lágrima roja corre por su mejilla izquierda.

Ahora bien: como el estreno de la película recién se concretó el 27 de septiembre de 1973, la imagen pronto fue investida de un significado muy diferente, ya que para entonces había tenido lugar otra masacre, la de Ezeiza, donde la fractura que atormentaba al justicialismo se tornó irreconciliable.

Viajemos ahora al 30 de mayo de 2002. Esa jornada el Senado nacional debatía la derogación de la ley de Subversión Económica, por pedido expreso del Fondo Monetario Internacional. El entonces presidente provisional Eduardo Duhalde se había reunido con les senadores del oficialismo para luego hacer público su mensaje: “si no consigo el apoyo del parlamento para satisfacer al FMI, renuncio”. La Ley en cuestión databa de 1974 y tenía como objetivo penar los delitos económicos cuyas consecuencias perjudicarían la economía nacional o la seguridad del Estado. En el contexto del corralito y la caída de la convertibilidad, era un arma que apuntaba a los grandes bancos, artífices de la monumental fuga de divisas. La amenaza del mandatario inoculaba en el sistema político la operación extorsiva del Fondo.

La votación se avizoraba extremadamente pareja. Las senadoras Vilma Ibarra y Cristina Fernández de Kirchner aunaron esfuerzos en contra, a pesar de provenir de partidos diferentes. Enfrente tenían a dos pesos pesados de la rosca: Eduardo Menem y Miguel Ángel Pichetto. Y en el poroteo los cálculos daban muy finitos. De repente, alguien hizo notar que un senador correntino enrolado entre quienes se oponían al apriete no había podido viajar. Era Lázaro Chiappe, presidente del Partido Liberal. Entonces, la esposa del gobernador de Santa Cruz decidió enviarle el avión de la provincia, que afortunadamente estaba en Buenos Aires. “Era un Cessna que andaba ligero. Una hora y media más tarde me presenté en el aeródromo y al poco rato ya estaba en Buenos Aires”, cuenta hoy Chiappe desde Goya, a sus 86 años. 

“Un país no se integra al mundo entregando soberanía. Es más, desde el exterior no nos van a venir a sacar de la miseria, la pobreza y la recesión”, decía la actual secretaria de Legal y Técnica, en su discurso. Y sentenciaba: “Considero que la derogación de esta ley es una precondición inaceptable del Fondo Monetario Internacional”, según reza en la versión taquigráfica de aquella sesión.

 

Quien también se oponía al pedido presidencial era Raúl Alfonsín, uno de los principales sostenes de la transición que intentó “la política” como respuesta al estallido de 2001: “Y como lo que pienso que se quiere salvar son algunos banqueros que están muy vinculados al Fondo Monetario Internacional o a los Estados Unidos, creo incluso señor presidente –y quiero decirlo con todas las palabras– que es posible que se considere que los directores del FMI, al actuar de esta manera, están incurriendo en un acto ilícito”.

Por su parte, Cristina Fernández respondía a las acusaciones sobre su involucramiento en el aventón al legislador ausente: “Quiero hacer también alguna referencia a una mención solapada sobre un señor senador que sería traído por avión. Efectivamente (…) en un avión se trasladó a un funcionario público, que vino a una sesión pública de un poder público del Estado, para evitar que se sancione la impunidad para los que se robaron 66.000 millones de dólares en la República Argentina”.

Un dirigente que estuvo en el círculo íntimo de Néstor Kirchner desde la primera hora, hoy funcionario del gobierno del Frente de Todos, le espetó al por entonces gobernador de Santa Cruz: “¿Te parece mandar el avión de la Provincia? ¿No podías haber alquilado uno privado, para no quedar pegado?”.

La respuesta del pingüino fue terminante: “Es una cuestión de Estado”.

Cada época tiene sus propias exigencias y los dilemas nunca se repiten idénticos. Pero cuando se pierde la audacia, solo queda el imperio de la resignación cuya fórmula se resume en cuatro palabras: es lo que hay. 

(Este artículo es un adelanto especial de crisis #51. Reservá tu ejemplar -ya sea en papel o digital- ingresando acá.)

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