Mario Guillermo Montoto es un lobista sui generis. Sin importarle los rastros que va dejando de sus reuniones con embajadores variopintos, funcionarios diversos en distintos países y hasta con el propio papa Francisco, en cada paso que realiza surge un negocio, para sí o para sus eventuales socios. Sabe cómo hacerlo: lo presenta como necesidad de una buena parte de la sociedad e, incluso, de la región. Por supuesto, con eso no alcanza. Su nombre aparece como facilitador de reuniones de empresas israelíes como Raphael Advanced, presionando para obtener beneficios para sus emprendimientos turísticos o su editorial Taeda, o como acompañante de diplomáticos. La lista podría extenderse largamente. Pero a no confundirse, aclaran desde su entorno, cada vez que acerca a las partes, en realidad el que quiere hacer el negocio es él.
De la videovigilancia citadina y el casi monopolio de las tobilleras electrónicas al cibercrimen como nuevo flagelo que azota a la humanidad. De su pasado montonero como mano derecha de Mario Firmenich a su alianza con los militares a los que combatió y también con Estados Unidos e Israel. Se trata de un ajedrecista de partidas simultáneas. Quizá fue la propia embajada norteamericana quien mejor lo caracterizó en un cable diplomático de 2008: Montoto es un “well-connected businessman” (hombre de negocios, bien conectado).
Sin embargo, en su biografía hay una serie de interrogantes que no suelen dilucidarse entre el sinfín de artículos que se le han dedicado. ¿En qué momento, cómo y a través de quiénes, este Rodolfo Galimberti prolijo y austero gestó una serie de alianzas para desembarcar en el negocio de la seguridad y la vigilancia? ¿Montoto es el mascarón de proa del paradigma israelí en la región, o alguien que encontró un nicho de negocios diversos y lo aprovechó al máximo? ¿Se trata de un empresario más con un pasado singular o estamos frente a uno de los lobistas más efectivos de las últimas décadas?
Lo que sigue es una trama en la que cada parte es tan importante como el todo.
de Pepe a Néstor
La primera aproximación de Montoto a un sistema de seguridad complejo fue en Ciudad Satélite, barrio residencial de México DF, cuando debió encargarse de la protección de Mario Firmenich y su familia. Montoto se había quedado maravillado con las cámaras CCTV (Closed Circuit Television). Su tarea, según se relata en el libro Firmenich, de Felipe Celesia y Pablo Waisberg, era monitorear el circuito cerrado de televisión y de seguridad de la casa. Nadie podía saber que casi cincuenta años después lo conocerían internacionalmente como “el rey de la videovigilancia”. Sus amigos admiten que, por entonces, Pascualito, su nombre de guerra en Montoneros, anticipó que era un avance que había llegado para quedarse, una especie de “renta vitalicia” en el mundo de la seguridad.
Hijo de un juez oriundo de Las Flores, provincia de Buenos Aires, Montoto se sumó al peronismo por el lado nacionalista. Fue en 1974, en el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, situado en La Plata, su ciudad natal. Ahí, bajo la conducción del ex juez Manuel Urriza, funcionaba el bloque “Leales a Perón”, que era una de las fracciones locales del PJ. No solo le gustaba la política sino también las armas: a los 11 años salió subcampeón en tiro de fusil representando a Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Ya promediando la secundaria, Montoto ingresó en Montoneros. Se solía presentar como el primer sobreviviente de un atentado de la Triple A en La Plata. Durante esos años nació su amistad con Emilio Pérsico, el líder del Movimiento Evita y funcionario del Ministerio de Desarrollo Social. Ambos niegan la versión de que el empresario sea una de las cajas del Evita.
Luego del golpe de marzo de 1976, Montoto permaneció en La Plata hasta fines de ese año. Al año siguiente, se radicó en Buenos Aires. A partir de ahí, entró y salió del país, preparando la primera contraofensiva, que se produjo en 1979. Algunas de las diferencias con ex montoneros que lo detestan se deben a que le achacan cierto sarcasmo a la hora de cuestionar lo que se conoció como el alejamiento táctico de la cúpula guerrillera a la par que Montoto trazaba un surco por las fronteras de tanto cruzarlas.
No solo tuvo la seguridad de Firmenich como responsabilidad sino que a la vez participó de los entrenamientos en El Líbano para diseñar el regreso. Una rareza para la época: Montoto solía comunicarse con los militantes montoneros en México por medio de una radiollamada, según consta en el libro de Alberto Lapolla, Los hechos y las razones. De la muerte de Perón a la muerte de Rodolfo Walsh. Juan Gasparini, por su parte, cuenta en Graiver: el banquero de Montoneros, que Montoto era uno de los montoneros a sueldo junto con Pablo Unamuno y Ramón Estévez, entre otros.
Con el retorno de la democracia, Montoto se convirtió en abogado de Firmenich mientras éste se encontraba preso en Devoto. En simultáneo ofició como uno de los promotores de los indultos que finalmente concedió Carlos Menem en 1989. En su libro El Jefe, Gabriela Cerruti señaló que Montoto y Unamuno le ofrecieron a cambio que parte del dinero obtenido con el secuestro de Jorge Born se destinase a la campaña presidencial del riojano. Fue en esas circunstancias en las que conoció a Rafael Bielsa, amistad que ambos siguen cultivando.
El 17 de abril de 1989, el Peronismo Revolucionario firmó el “Compromiso Solemne por la Pacificación y Reconciliación”. Llevaba las firmas de Montoto y Firmenich, entre otros. El testimonio fue hecho público al término de una misa que se desarrolló en la Basílica de Luján. Mientras tanto, Montoto se mostraba activo en la etapa proselitista de Menem, a quien acompañó a Roma. Entre sus contactos se encontraba el entonces obispo de Mercedes, Emilio Ogñénovich, parte del ala más retrógrada de la iglesia argentina.
En 1990, se produjo el crack. A Montoto le gusta dar imagen de austeridad, por eso cuenta que cuando fue a esperar a que Firmenich saliera de la cárcel, llevaba puesto el traje que le había prestado el hermano de su ex esposa, Adela Segarra. Ahí, en Plaza Lavalle, le comunicó a su jefe que abandonaba la política y se volcaba a los negocios.
A partir de ese momento, antes de recalar en los contratos con el Estado, empezó a hacer negocios diversos, como vender ropa y relojes en Paso de los Libres, Corrientes. Luego, llegaron sus vinculaciones con Ciccone, Taselli y su desembarco en Córdoba, de la mano del intendente Germán Kammerath, que le concedió un tramo del transporte de pasajeros. Cuando llegó a la capital serrana, en el ocaso del gobierno de Fernando de la Rúa, concedió una entrevista a La Voz del Interior. Una de las preguntas de cajón era si se consideraba un quebrado:
Montoto: Nosotros utilizábamos hace mucho ese término para referirnos a los compañeros que se pasaban al bando enemigo. El escenario del 2001 no tiene nada que ver con aquel de los años desgraciados que vivimos la totalidad de los argentinos, independientemente de que algunos tuviéramos un protagonismo distinto que el de otros. Considerando esas dos realidades, entiendo que el concepto “quebrado” no tiene nada que ver con mi caso.
En ese momento pasó desapercibido un dato. En medio del aquelarre menemista, Montoto creó Surely SA. Actualmente esta firma en expansión tiene como cara visible al ex capitán de navío Carlos Ruda. Otrora jefe de inteligencia del Ejército en Puerto Belgrano, Ruda fue condenado en 2012 por el espionaje llevado a cabo desde la base aeronaval Almirante Zar (Trelew, Chubut). Su antecesor en Surely fue Roberto Andrés Carzalo, apellido que aparece en varias de las empresas de Montoto.
De a poco, Surely fue concentrando los contratos, tanto a nivel nacional como en varias provincias, relacionados con las tobilleras electrónicas, pero no solo con ellas. En 2022, por ejemplo, la provincia de Buenos Aires la contrató para monitorear a los medios de comunicación. En el contrato suscrito por el Ministerio de Infraestructura y Servicios Públicos, conducido por Pablo Simone, se especifica que Surely debe encargarse de hacer un seguimiento online de radios, páginas web, canales de televisión y medios gráficos.
Su gran crecimiento en el mundo de la seguridad y la defensa se dio en el siglo XXI. Mayor poder acumulaba, más contratos ganaba. Eso le valía el cuestionamiento de una parte del kirchnerismo cercano a Cristina Fernández. En su entorno señalan que su vínculo con Néstor Kirchner era de amistad desde que se conocieron en La Plata en los ‘70:
-Mario y Néstor se conocieron en La Plata cuando promediaban los 20 años, Mario es un poco más chico. Se querían mucho. Pero por influjo de Cristina, que no lo quería nada, era como una relación clandestina. A Néstor le fascinaba el costado pirata de la vida de Montoto, pero era consciente de que tenía un halo non sancto. Cristina lo odiaba por las vinculaciones de Mario con la Iglesia, con el ala más conservadora. Eso la volvía loca y veía siempre conspiraciones de Montoto detrás de cualquier cosa. Lo veía como un operador 24 por 7 de los sectores más conservadores de la curia contra su gobierno.
Pero no era solo la vicepresidenta quien lo tenía entre ceja y ceja sino también Nilda Garré, quien antes de hacerse cargo del Ministerio de Defensa fue embajadora en Venezuela entre 2003 y 2005. Garré y Montoto comparten dos cosas: un pasado en Montoneros y la amistad de Rafael Bielsa, por entonces canciller. El vínculo fraternal entre Montoto y Bielsa es tal que el actual embajador en Chile le dedicó su novela Tucho, sobre la vida de Tulio Valenzuela, muerto durante la primera contraofensiva. “A Mario Guillermo Montoto, quien me reveló el alma de Tucho en Cuba”, reza la obra editada por Edhasa en 2014.
El propio Bielsa, según el entorno de Garré, talló para que ella, durante su paso como embajadora, lo recibiera. Montoto quería agilizar una venta de avionetas. Garré lo charló con Kirchner y el entonces presidente avaló que le negara el ingreso a su despacho. Finalmente delegó las gestiones en un subalterno y el deseo de Montoto quedó trunco. Ya con Garré en Defensa, volvieron a verse las caras durante una cena en la casa de Bielsa, cuando Montoto apoyó económicamente la candidatura del rosarino a diputado nacional que finalmente tampoco sucedió.
Sin embargo, más allá de las idas y vueltas, Montoto nunca perdió de vista los negocios. Por eso, a un mes de la llegada de Kirchner a la Casa Rosada, creó la Corporación para la Defensa del Sur (Codesur). Esta vez, su socio fue el ex capitán de corbeta Hugo Darío Miguel, especializado en comunicaciones, lo que lo llevaría décadas después a ser nombrado en el Ministerio de Modernización que entre 2015 y 2019 comandó Andrés Ibarra. Según diferentes fuentes, Miguel fue su contacto con la Marina y, de acuerdo con lo publicado por la periodista Viviana Gorbato en su libro Montoneros, soldados de Menem. ¿Soldados de Duhalde?, “quizás fue Miguel el que interesó a los hijos del almirante Massera” para que participasen en Codesur. Sin embargo, el contacto podría haber comenzado antes. Gabriela Cerruti, la actual vocera presidencial, en el mencionado libro sobre Menem, relató que Montoto de un lado y los hijos de Massera del otro compartieron mesa con los emisarios del riojano para acordar los indultos.
El modelo de control poblacional traducido al lenguaje de los servicios que ofrecen Surely y Codesur tiene varios canales: sistemas de monitoreo de detenidos, biométrico de verificación de voz, monitoreo de áreas dentro de las unidades penitenciarias y monitoreo remoto de niveles de alcoholemia. Grosso modo, son las puertas de entrada para los contratos con los estados en sus tres niveles: nacional, provinciales y municipales.
piel de lobista
En 2005, Montoto sumó los dos conductos que le faltaban a su complejo artefacto de gestión de intereses. Primero se incorporó a la comisión directiva de la Cámara de Comercio Argentino Israelí (CCAI), de la cual es presidente. La CCAI tiene entre sus integrantes a poderosos hombres de negocios como Adrián Werthein, Marcelo Mindlin, Eduardo Elsztain, Martin Brom, entre otros. No solo fue anfitriona de la primera visita a la Argentina en 2017 de un primer ministro israelí en funciones, Benjamin Netanyahu, sino que se convirtió en un puente eficaz con todo tipo de actores de negocios. En los primeros días de septiembre de 2022, hubo una muestra más de ello, cuando Montoto logró que San Juan y Mendoza firmaran un convenio con la empresa estatal israelí Mekorot por el manejo del agua.
El nacimiento del vínculo entre Montoto e Israel es motivo de todo tipo de especulaciones. Sus detractores, entre los que se cuentan varios ex montoneros, sostienen que el acercamiento se produjo por medio de Rodolfo Galimberti, cuando Galimba se asoció con el empresario Jorge Born para recuperar parte del dinero de su secuestro a manos de Montoneros en 1974. Sin embargo, la historia es otra, según su círculo íntimo. Lo primero que señalan es que, aunque obediente, en ocasiones Montoto se comportó en Montoneros como un inorgánico con línea propia, lo que lo llevó -entre 1975 y 1976- a cultivar la amistad de un agente retirado del Mossad, servicio de inteligencia israelí. Pero el salto definitivo se produjo en pleno ocaso menemista. Puntualmente, fue a partir del momento en que conoció y empezó a trabajar el vínculo con Tzipora Malka Livni, líder del partido Hatnuah de Israel. Luego de ocupar diferentes cargos, finalmente en 2009 Livni se convirtió en primera ministra de esa nación.
En este plano, el libro El militarismo israelí en América Latina, realizado por la Campaña Boicot, Desinversión y Sanciones contra el apartheid israelí, va más allá y marca que Codesur está relacionada con las empresas israelíes Aeronautics, Azimut Israel, Metax y con las subsidiarias de Elbit (Saymar y Soltam). Codesur, cuyo presidente actualmente es Daniel Karlsson, es tal vez la firma de Montoto que más se expandió, ya que no opera solo en Argentina sino también en Brasil, Uruguay, Colombia, Perú y República Dominicana. También desembarcó en Estados Unidos, en el estado de Florida. En ese país, Montoto opera dos de sus empresas.
La expansión en el área de defensa es incesante. En 2012, Codesur se convirtió en representante local de Paramount Group, firma que vende material para las Fuerzas Armadas. En 2016, la sociedad compuesta por Montoto y Karlsson creó Codeblin, que se dedica a la fabricación de armas y municiones.
Como el lobby necesita un costado público, en septiembre de 2005, Montoto fundó la editorial Taeda, en sociedad con el ex jefe de prensa del Ejército Gustavo Gorriz, cercano a Martín Balza. Desde Taeda publican la revista especializada DEF, mensuario dedicado a temas de defensa, energía y medio ambiente. Los actos que organiza la editorial y las entrevistas que se publican en DEF suelen ser reproducidos por Infobae, el portal de su amigo y otrora socio Daniel Hadad. Las relaciones con Infobae no se acaban ahí, ya que justamente otro de sus socios en Global View, Sandro Scaramelli, era uno de los accionistas de ese medio. Global View fue hasta que vendieron el control accionario a la japonesa NEC la empresa a través de la cual Montoto pobló de cámaras de seguridad numerosos municipios. Aunque muchos piensan que Tigre, en ese entonces comandado por su amigo Sergio Massa, fue el que dio el puntapié, en realidad la punta de lanza fue la Ciudad de Buenos Aires durante el lapso en que gobernó Jorge Telerman.
Con la inseguridad a flor de piel, se le abrieron las puertas de diferentes provincias y municipios. Durante sus años como gobernador, Daniel Scioli fue uno de los que contrató los servicios de Montoto y, a su vez, fue un asiduo participante de los mitines organizados por Taeda. Montoto retribuyó abriéndole las puertas de la Embajada.
yo, el supremo oficialista
Como buen hombre de negocios, públicamente Montoto ostenta un discurso aguachentado y lleno de lugares comunes, lejos de la verba revolucionaria del militante setentista que supo ser. Es común que varias de sus definiciones vayan acompañadas por citas del papa Francisco, al punto que su foto de perfil en WhatsApp es la imagen del sumo pontífice. Un amigo de Montoto, con el objetivo de espantar fantasmas, describe sus puntos fuertes a la hora de señalar cómo trabaja disciplinadamente las relaciones:
- Marito es disciplinado en el gremialismo empresarial. Asiste a lugares donde hay que hablar con un elefante, son situaciones aburridísimas. Él siempre anima las reuniones diplomáticas. No se pierde ninguna, incluso con problemas de salud. Excepto con los Ciccone, no conozco relaciones que Mario haya malogrado.
Según la misma fuente, se comete un error a la hora de considerar a Montoto como un lobista, es decir, alguien que practica el cabildeo para beneficio de un tercero sea un privado u otro estado. Montoto no se ve a sí mismo como un accesorio en ninguna transacción sino como un jugador importante. Cada vez que acerca a las partes, ya sea un privado o funcionario, en realidad es porque al final Montoto quiere hacer ese negocio, no porque se lo quiera facilitar a otro.
Sin decirlo, Montoto recita la máxima de muchos empresarios que trabajan con el Estado: siempre es oficialista del gobierno de turno. Por eso no le importó vender sus servicios a Menem, Kirchner, Scioli, Alberto Fernández, Macri, Rodríguez Larreta o Kicillof. Un huevo en cada canasta es su regla.
Su última ganga es la venta de tecnología de reconocimiento facial, la cual ya se aplica en Ciudad de Buenos Aires y su utilización es parte de una causa por espionaje que se tramita en el juzgado de Roberto Andrés Gallardo. El 7 de septiembre, la jueza porteña Amanda Liberatori la declaró inconstitucional. En tanto que cuando se aprobó en Mar del Plata, gobernada por su amigo Guillermo Montenegro, lo primero que se dijo era que sería adjudicada a Surely, pero la polémica pública paralizó todo.
Un caso aparte es su amiga Patricia Bullrich, a quien conoció en la década del 80 cuando ella se alejaba de Galimberti y se acercaba a Antonio Cafiero. Justamente fue Bullrich quien, durante su paso por el Ministerio de Seguridad, compró a Israel, con la mediación de Montoto, las cuatro lanchas artilleras Shaldag MKII, que debían cubrir mil kilómetros desde Clorinda, Formosa, hasta Puerto Iguazú, Misiones. Pero terminaron siendo relegadas a un uso anecdótico. A su vez, tanto Bullrich como Montoto estaban entre las personas que recibían información de Marcelo D'Alessio. Cuando le tocó declarar en Dolores ante el juez Alejo Ramos Padilla, Montoto, quien no contestaba los mensajes de D’Alessio a los que accedió el magistrado, rechazó haber presentado al espía a la entonces ministra; a la vez, admitió que lo conoció por medio del periodista Eduardo Feinmann. D'Alessio, según la declaración de Montoto, quería que DEF lo entrevistara, cosa que finalmente ocurrió y la entrevista fue replicada por Infobae.
Montoto relató, tratando de mostrarse como un aprendiz, que D'Alessio le entró por el lado de las armas, algo que lo fascina: “Él era un gran estudioso de los gustos personales porque también era una forma de acercarse o de poder llegar más a las personas. Y si mal no recuerdo una vez me mandó una foto de un arma que él estaba tirando, vestido de uniforme”.
A medida que avanzó el siglo XXI, Montoto se preocupó por quitarse la mancha menemista y mostrarse como un post guerrillero que bregaba por la conciliación con las fuerzas armadas. Lo cierto es que esta posición era clave para hacer negocios. Un gesto de buena voluntad fue su sociedad con varios ex militares. En su círculo íntimo lo admiten, aunque sostienen que lo hizo con la parte “más potable”. En 2006, en una entrevista con La Nación, exponiendo su costado camaleónico, dijo: “Nunca quisimos la disolución de las fuerzas armadas. Es más, nunca imaginamos al país sin ellas. La producción para la defensa era imposible con Menem, pero Kirchner reinauguró el astillero Domecq García. Kirchner es la demostración de que la Argentina vivió una larga transición”. Poco después, accedería a contratos para el reemplazo de las 960 baterías que llevaba el submarino ARA San Juan, desaparecido en noviembre de 2017.
La otra pata que compone la mesa es la Embajada de Estados Unidos. Cada vez que llega un nuevo embajador, es uno de los primeros en tocarle la puerta. El embajador con el que mejor se llevó Montoto fue Lino Gutiérrez, quien estuvo en Buenos Aires entre 2003 y 2006. Sus visitas fueron moneda corriente con sus sucesores, Earl Anthony Wayne, Vilma Socorro Martínez, Noah Mamet, Edward Prado y ahora con Marc Stanley. Va de suyo: sus contactos con la Embajada sirven tanto para negocios propios como para acumular un capital clave, como es la posibilidad de abrirle la puerta a dirigentes políticos, desde Massa a Scioli.
Lo que tal vez no imaginó el amo y señor de la vigilancia fue que una filtración masiva de bases de datos diplomáticas, conocida como Wikileaks, lo dejaría expuesto. En ese momento varias de sus visitas a la Embajada tuvieron como contexto el hallazgo de la valija de Antonini Wilson en 2008. En los cables diplomáticos es presentado como empresario de defensa, magnate editorial, alguien con muchos contactos, pero fundamentalmente como un ex montonero que ahora se muestra como “pro estadounidense”. En una oportunidad fue acompañado por el magnate inmobiliario Eduardo Elzstain y en otra ocasión secundó a Héctor Colella, administrador de las empresas de Yabrán.
Quienes lo conocen proponen una lectura que lo muestra a Montoto en función de líbero y no de un mascarón de proa de Estados Unidos. Según ellos, el empresario cultiva sistemáticamente las relaciones con los embajadores estadounidenses sin importar quién sea. Para eso usa su revista DEF. Se trata de un vínculo funcional, social y necesario: “Usa Estados Unidos como plataforma laboral. Él opera desde Estados Unidos pero no les hace los mandados”.
La diversidad de negocios de Montoto no es una novedad, está a la vista de cualquiera que, por ejemplo, teclee su nombre en el Registro Único de Audiencias. Ahí aparece haciendo lobby por su editorial Taeda, por su firma turística en la Triple Frontera -Puerto Iguazú-, por empresas israelíes y sus contratos de ciberseguridad, entre otros.
Con una vida rodeada de mitos, quizá lo que queda por dilucidar es si lo que se ve es la punta del iceberg o el iceberg completo.