la rusa al parlamento | Revista Crisis
elecciones 2019 / entrevista picante / myriam bregman
la rusa al parlamento
Myriam quiere ser diputada nacional para ponerle rock a los debates que vienen. Se puso la vara alta y el contexto no la ayuda, pero su figura crece y gana en proyección. Apasionada, explica los peligros que avizora en la etapa que se abre. Una política en campaña, capaz de endurecerse sin perder la frescura.
Fotografía: Emiliana Miguelez
15 de Octubre de 2019

 

Es la figura más popular de la izquierda trotskista argentina. Sus partidarios la bancan, los detractores de su ideología la respetan, en la calle la quieren. Tres pibitas se le cuelgan del cuello en la peatonal Florida y le piden sacarse unas selfies. Ella corre, pues no quiere llegar tarde al avant premiere de Fondo, la película sobre el FMI dirigida por Bercovich. Siempre corre, porque el tiempo no le alcanza para todo lo que hay que hacer. Se la pasa corriendo, como si temiera que la historia se le escape.

En las PASO del 11 de agosto duplicó la votación que sacó el Frente de Izquierda en la Ciudad de Buenos Aires en 2015, pero precisa 35 mil votos más para entrar al Congreso Nacional. Myriam Bregman no cree en los milagros, pero tampoco se desanima: “Me está costando muchísimo conseguir visibilidad. Se armó una campaña hiperpresidencial y se hace difícil aparecer en los grandes debates. Creo que el 27 de octubre lo importante es cómo van a quedar conformado el Congreso y la Legislatura. La izquierda tiene que estar, es fundamental”.

Te escuchamos decir que estamos en un contexto de derechización y sin embargo el 11 de agosto el voto tuvo un significado fuertemente progresista. ¿Cómo vivís lo que sucedió?

MB: Creo que habría distinguir dos planos distintos. Uno es el auge de gobiernos de derecha que vienen ganando por la vía electoral en América Latina, auspiciados por la embajada de Estados Unidos, que a partir del Lava Jato comienza a promover denuncias de corrupción contra los llamados gobiernos populistas de la región, y con eso ayuda a que gane Bolsonaro en Brasil, o Macri en Argentina. Este es el signo de la época. Por otra parte, hay un proceso específico que arranca en 2017, después de las elecciones de octubre. En ese momento se produce un cambio categórico en la política argentina, una herida de muerte al gobierno de Macri, de la cual no se pudo recuperar: ubico a las movilizaciones de diciembre por la Reforma Previsional como un parteaguas a partir del cual su gobierno empieza a perder apoyo de masas. Digamos que se abrían dos posibilidades: enfrentar al macrismo y tirar abajo las políticas con las que venían avanzando o dejarlos avanzar y decir “no hagamos nada porque total hay 2019”. Pero salvo el movimiento de mujeres que irrumpió y logró instaurar un debate que parecía callado en la Argentina, no hubo grandes movilizaciones de 2017 para acá. Esa es mi crítica fundamental. Macri llega a aplicar cuatro años de ajuste, gracias a una enorme complicidad. Y entonces se nos plantean varios interrogantes: ¿qué va a pasar con esos cómplices, la mayoría de los cuáles ahora se pasaron al Frente de Todos? ¿Qué va a pasar con las medidas que Macri tomó, por ejemplo, con la Ley de jubilaciones?

¿Quiénes serían los cómplices?

MB: El ejemplo más evidente es Sergio Massa, que fue a Davos con Macri y hoy está viajando a Estados Unidos como nexo del próximo gobierno, a mostrarse como enemigo de Venezuela. No nos olvidemos que él apoyó explícitamente el golpe de Guaidó, hace dos o tres meses no más. Volviendo a lo regional, me parece que estamos en un momento muy dinámico. Lo que ocurre en Ecuador demuestra que con el Fondo Monetario no hay futuro y que las masas empiezan a cuestionar en la calle las políticas de ese organismo y el ajuste que está llevando a cabo Lenín Moreno. Bolsonaro está atravesando una gran crisis y Macri pierde por goleada con un verdadero voto castigo que fue canalizado por el Frente de Todos sí, pero que si sumás la totalidad indica un muy importante caudal en su contra. Y en Chile se armó un lío bárbaro sobre la reforma laboral y la rebaja de las horas de la jornada de trabajo. Quizás estemos en un momento de cambio en América Latina.

El kirchnerismo se propuso una estrategia que es la unidad y planteó que a este Gobierno había que ganarle electoralmente. ¿Te parece que podría haber derrotado al macrismo sin las alianzas que hizo y eligiendo la vía de la movilización?

MB: No es mi rol pensar qué tiene que hacer el kirchnerismo, tengo otros problemas en la cabeza. Cristina es fundamentalmente la que tiene los votos, pero lo que surge es una coalición que integra desde Manzur hasta Sergio Massa, incluyendo a la CGT y a sectores que venían co-gobernando con Cambiemos. Sí se podía derrotar a Macri con la movilización y levantando la necesidad de una Asamblea Constituyente. Y se podían haber parado varias medidas de ajuste y de saqueo. Macri ya fue, él se va y te deja la deuda, las políticas represivas, la negativa al derecho al aborto. Tenemos que discutir qué vamos a hacer con esa herencia. Mi obligación como Izquierda es pensar cómo van a estar mejor los sectores populares, los trabajadores, las mujeres en su pelea.

¿No es un problema estar enojada, cuando mucha gente está contenta con que se vaya el macrismo?

MB: No estoy enojada, no me enojo con la realidad, la quiero cambiar que es algo distinto. Y perdón que te lo diga, pero creo que tenés una visión un poco porteña: ¿vos decís que en Chubut o Tucumán la gente está alegre? No sé, en todo caso me parece una discusión filosófica. Lo que veo es una situación muy grave que cae sobre nuestra sociedad y Ecuador lo demuestra. No alcanza con decir, “uh me equivoqué, era un traidor Lenín Moreno”. En medio de tus errores la gente pasa hambre, se mueren en una protesta social. No me pidas que tenga una visión alegre de un país como el que nos dejan.

"Me está costando muchísimo conseguir visibilidad. Es una campaña hiperpresidencial y se hace difícil aparecer en los grandes debates. Pero creo que ahora lo importante es cómo va a quedar conformado el Congreso, la Legislatura de la Ciudad."

 

el pacto o la tregua

La oratoria es el hilo rojo que enhebra toda su carrera: desde la profesión de abogada a la tribuna partidaria, pasando por los set de televisión y las cámaras legislativas. En los 25 años de militancia que acumula, Myriam aprendió el arte de la polémica. Sabe introducir enunciados de ruptura y cuestionamiento radical sin parecer marciana. Sostiene que su programa político es el único coherente pero es capaz de percibir los matices. Se siente cómoda con la homogeneidad ideológica de su partido y eso no le impide construir interlocución con dirigentes de las más diversas creencias. Se sulfura cuando le hacen preguntas incómodas pero no pierde la gracia.

Por eso su figura desborda los marcos del Frente de Izquierda y se proyecta hacia las personas no politizadas. Su objetivo parece ser brindar testimonio. Propalar un análisis crítico de la coyuntura. Pedagogía política a cielo abierto.

 

¿Cómo ves lo que viene?

MB: Lo que viene es un país completamente signado por el Fondo Monetario. Ya vimos lo que ocurrió después de las PASO; a los mercados no les gustó la elección y te organizaron un golpe al día siguiente, atacaron al peso, aumentaron los precios y redujeron el salario. Por eso insisto tanto en cómo está conformada la futura coalición de gobierno. Seguir discutiendo a Macri es funcional a que existan sólo dos fuerzas en la política. Te hacen elegir el mal menor, cuando lo que sí hay que discutir es cómo sacar adelante al país de la catástrofe a la que nos llevaron Macri y sus cómplices.

La estrategia del peronismo es la unidad: “tenemos que juntarnos todos como nación, para dar la discusión con el FMI en los mejores términos posibles”. ¿Qué te parece?

MB: Las palabras unidad o diálogo tienen una carga positiva en sí mismas, pero hay que ver el contenido. Se habla de un pacto social, ¿de qué se trata? El otro día me llamó la atención un reportaje que le hicieron a Omar Plaini, donde un poco se sinceró: no es un pacto social lo que estamos haciendo, lo que nos están pidiendo es una tregua. El conflicto de Aerolíneas me impactó, porque Alberto Fernández les pide a los pilotos que levanten el paro pero después se reúne con la UIA y no les dice a los empresarios que paren los despidos, paren los aumentos de precios. Me preocupa que no haya condiciones de igualdad al pacto. O sea, la idea de unidad siempre me parece positiva; pero el problema es cuando querés unir antagónicos. Acá hubo gente que ganó mucho y gente que perdió mucho, aunque se trate de instalar que con el macrismo perdimos todos. No es así: las privatizadas de la electricidad ganaron tres millones de dólares por día, los Bancos en estos cuatro años ganaron 21.000 millones de dólares. A mí me gusta más la definición de Rodolfo Walsh: hubo un plan de miseria planificada, que consiste en un cambio regresivo en la estructura de ingresos en el país. No es que todos perdimos un poquito entonces entre todos vamos a tener que sacar el país adelante. No es lo que dicen los números. Macri demostró una vez más el fracaso de la empresa neoliberal, porque lo primero que hizo cuando asumió fue bajar impuestos a la megaminería, sacar las retenciones al agronegocio y bajar los impuestos a los bienes personales. ¿Por qué tiene que seguir pagando IVA la familia que no tiene para comer mientras los que ganaron un montón dejan de pagar bienes personales, uno de los pocos impuestos progresivos que tenía la Argentina? Me parece que hay que discutir estas cosas.

¿Descartás que haya una mejoría económica el año que viene?

MB: No es lo que yo vea, la nueva presidenta del FMI dijo que se espera un año depresivo en la economía mundial y no parece que estemos ante un nuevo ciclo de crecimiento como hubo a partir del año dos mil en la región. Además hay un sobreendeudamiento que condiciona todas las políticas que pueda tener la Argentina. Esa deuda es impagable y el Frente de Izquierda es el único que, antes de agosto, presagiaba lo que iba a suceder.

¿Cómo harían ustedes entonces para salir de esta enésima crisis?

MB: Hace poco hubo una tremenda movilización de pibes alrededor del mundo que discutían el tema socioambiental. En la Argentina si hay algo que goza de buena salud es el extractivismo. Durante el macrismo recibió beneficios asombrosos y, si vos escuchás a todos los candidatos, te dicen que hay que seguir fortaleciendo ese modelo, con lo que significa en términos de la División Mundial del Trabajo tener una economía totalmente aferrada a la extracción de minerales y el agronegocio. ¿Ese es el modelo económico que se necesita? Tenemos que discutir cuál es el proyecto económico para sacar a la Argentina de la dependencia y el atraso. Hasta Marcos Galperín, que fue el empresario estrella del macrismo, ahora se pasó de bando. Tiene un modelo claro de reforma laboral, que se hace “por convenio” porque si no la gente se moviliza. El convenio que consiguió Galperín es brutal. Pregunta: ¿se va a derogar o no se va a derogar?

Otra novedad es la unidad entre la CGT y la CTA, ¿qué opinás?

MB: No creo que se trate de decir si está bien o está mal, pero me preocupa que no se haya discutido con las bases, más bien fue pensada para sostener e ingresar de alguna manera al gobierno que viene. Y no me parece que ese sea el rol de la CGT, menos de la CTA que toda la vida planteó que sus decisiones se tomaban en asamblea, que tenían otro tipo de funcionamiento y sin más, sin dar explicaciones, te dicen “nos unimos”. Creo que cada cual puede tener la posición política que quiera, no la cuestiono para nada. Pero se supone que la CGT y la CTA tienen que ser autónomas de los gobiernos de turno, así como los organismos de derechos humanos tienen que serlo

¿Te animás a pronosticar qué tipo de conflictividad va a sobrevenir en los próximos meses?

MB: Está todo muy marcado por la coyuntura electoral. Lo que se va a elegir no es solamente quién gobierna el país sino también cómo queda compuesto el Congreso para dar discusiones como, por ejemplo, la reestructuración de la deuda. Las mujeres tenemos grandes desafíos pendientes también. ¿Quién querés que esté ahí adentro para dar esas peleas? ¿Quién va a discutir con esa derecha que tendrá fuerza y va a estar en los distintos bloques?

"La idea de unidad siempre me parece positiva; pero el problema es cuando querés unir antagónicos. Acá hubo gente que ganó mucho y gente que perdió mucho, aunque se trate de instalar que con el macrismo perdimos todos. A mí me gusta más la definición de Rodolfo Walsh: hubo un plan de miseria planificada."

 

banca de izquierda

Aunque Cristina Fernández haya ungido como candidato del Frente de Todos a un dirigente moderado, aquella frase picante de Néstor Kirchner resuena como una fantasma que recorre la Argentina: “a mi izquierda la pared”. El largo año electoral que pronto culmina no trajo grandes noticias para el FIT.

A nivel nacional, su cosecha se redujo: en las PASO de 2015 sacó 732.000 votos, en 2017 estuvo a punto de llegar al millón, y en este 2019 fueron 723.000. La explicación quizás haya que buscarla en el retroceso experimentado en algunas provincias donde consiguieron desempeños de dos dígitos, como Mendoza y Jujuy.

Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires el crecimiento es sostenido: 45 mil votos en 2015, 71 mil en 2017, hasta los 90 mil que lograron en agosto último, duplicando el récord de hace cuatro años. Lo que parecía un imposible, ahora luce díficil. Es un paso. Myriam depende del corte de boletas: es ella o el diputado amarillo Pablo Gabriel Tonelli.

 

¿No sentís que la izquierda tuvo un momento de mucho crecimiento y que a partir de 2017 quedó un poco descolocada?

MB: Para mí no está descolocada porque no la miro solo en términos electorales. La Izquierda tiene un enorme reconocimiento en la Argentina. Tiene una voz política que no se puede evitar. Y si bien es cierto que el Frente de Todos aglutinó la oposición a Macri, el hecho de que la Izquierda siga teniendo un buen porcentaje y cuente con posibilidades de acceder una vez más al Congreso de la Nación es una muestra de que tiene vitalidad. Hablo con la gente todos los días y el reconocimiento es increíble.

Uno hubiera esperado que con el macrismo la Izquierda creciera más, no solo en términos electorales sino también en las comisiones internas y en los sindicatos.

MB: En 2017 crecimos en el contexto del macrismo. Pero el crecimiento tiene que ver con el momento económico que estás viviendo; si te están despidiendo gente todos los días, es muy difícil que puedas avanzar en la organización. Eso de que “cuanto peor mejor” es una estigmatización que se hizo de la Izquierda y yo creo que es falsa, no lo veo por ese lado.

¿Y cómo ves el Encuentro de Mujeres en este contexto?

MB: Hubo grandes discusiones previas acerca de si iba a ser plurinacional, porque muchas no le querían cambiar el nombre; y el otro debate es si el Encuentro va a incluir a las disidencias o solo es para mujeres. Aunque parezca mentira costó muchísimo. Cuando hablamos de las comunidades en abstracto es una cosa, pero cuando hay que defender sus derechos y dejar de pensar en términos del estado-nación cuesta un poco más. Por otro lado, el aborto no figura para nada como un eje importante en el Encuentro, aunque haya sido la mayor movilización del feminismo en estos años. Yo creo que el voto negativo en el Senado fue una derrota; no se lo quiso denominar así, pero fue una derrota. Luego de que no pudimos conseguir la ley, ya no hubo marchas imponentes. Avanzó Manzur, avanzó Morales, hicieron parir a niñas... avanzaron los acuerdos con las iglesias, la bajada de línea evangélica a la policía de Larreta, la “Secretaría de Culto” en La Matanza. El Encuentro tiene que servir para volver a organizar esa fuerza de las mujeres.

¿Y creés que ese paréntesis en la fuerza del movimiento de mujeres tiene que ver también con la coyuntura electoral?

MB: Sí, claro, discutir el Movimiento de Mujeres te lleva a enfrentarte tanto con Manzur como con Morales. Y eso no se hizo. ¿Vos ves que se denuncia igual la política de Magario, en la Matanza, dándole el manejo de comedores a la Iglesia Evangélica y creando una secretaria de Culto, que el videito de Larreta con la policía? No es un problema de análisis mío, es la realidad objetiva. Vos me podés decir: “bueno, pero Magario la hizo bien porque sumó poder con esto para poder sacar a Vidal”. Ok, perfecto. Pero eso es lo que sucede.

¿No pensás que cuando asuma Alberto van a cambiar un poco las coordenadas y el contexto va a ser más favorables para las luchas?

MB: No tengo la bola de cristal, no sé qué va a hacer Alberto, sólo sé lo que dicen sus economistas y no dicen mucho. De todas maneras, no tengo una visión personalista de las luchas. El otro día en un reportaje me preguntaron qué opinaba sobre el Papa, y qué opinaba sobre Cristina. Prefiero que me pregunten qué opino sobre la relación entre Iglesia y Estado. En cuanto a cómo será el gobierno de Alberto, no veo una buena situación económica y sí percibo una enorme intensión de bajar las expectativas de las masas, mucha gente diciendo “no reclamen mucho, no salgan a la calle”.

En ese sentido, ¿qué impresión te dejó lo sucedido con Juan Grabois y su propuesta de reforma agraria?

MB: Escribimos una nota en La Izquierda Diario: yo creo que hay un intento de disciplinar a todo aquel que se corre mínimamente a la izquierda, incluso dentro de la coalición gobernante. Aquel que salga a la calle, el que se mueve un poco, le hace el juego a la derecha. Hace mucho que no escuchaba una cosa tan peligrosa, porque los empresarios se mueven todos los días; todos los días te están cagando, toman medidas, fugan plata, se llevan millones.

¿No pensás igual que es preciso tener cierta habilidad política para plantear los temas?

MB: No creo que tenga que ver con la habilidad. Sería injusto poner en la persona la responsabilidad. Él planteó la Reforma Agraria, expropiar 50 mil parcelas creo. Nosotros tenemos otra idea de como resolver el problema de la tierra en la Argentina. Pero discutir la propiedad de la Tierra es necesario. ¿Por qué murió Santiago Maldonado? Después todos marchamos por él, pero hay que escuchar el reclamo de Santiago. Salieron de todos lados a cuestionar a Juan con una impronta muy reaccionaria: “ay, ¿cómo va a decir Reforma Agraria?”. Peor es no decir nada. Se devaluó tanto el debate político en esta campaña electoral, se discute en un nivel tan superfluo, que si te corrés un cachito de eso te destrozan.

¿Estás haciendo hincapié en la cuestión ambiental, verdad?

MB: Me parece que es un movimiento enorme. Acabamos de ver una acción global que no se veía hace mucho, que recuerda las grandes movilizaciones contra la guerra de Vietnam, luchas que recorren el mundo y hermanan pueblos. Me parece maravilloso porque pone de un lado a los responsables de la crisis y del otro lado a los que la sufren. Es muy importante que tantos pibes y pibas estén diciendo que el problema es el capitalismo, sus corporaciones, aporta un montón a la discusión política que se mantiene siempre velada. Incluso en el movimiento de mujeres todavía tenés que dar una serie de pasos para asumir que mientras haya capitalismo van a seguir existiendo las divisiones de clase y de género. Las luchas ambientales de los jóvenes lo plantean directo: el capitalismo está llevando al mundo a un desastre ambiental irreversible. Y es notable que en Argentina todavía no haya tanta conciencia. Date una recorrida por el interior de la provincia de Buenos Aires donde las consecuencias del glifosato son brutales. Problemas de alergia, el agua contaminada en los pozos, total las consecuencias son para los sectores más desprotegidos, los más pobres. Creo que los jóvenes no van a soportar tan fácilmente esta vez a los extractivistas, que te juntes con la Barrick, que se señale a estas empresas como la vanguardia del desarrollo.

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