el estado sin sujeto | Revista Crisis
 la patria es del otro
el estado sin sujeto
04 de Septiembre de 2014
crisis #20
foto Emiliana Miguelez

El modelo económico vigente desde hace una década está agotado. Los síntomas de este agotamiento son abrumadores:
• El ajuste insinuado a comienzos de año por el Gobierno nacional y la injusta redistribución que supone el proceso inflacionario motivaron una caída del consumo popular con efectos recesivos.
• El empleo vuelve a flaquear como en la crisis internacional de 2008 y 2009, pero las espaldas del Estado para protegerlo no son las mismas.
• El sector externo dejó de ser la fuente eterna del optimismo para pasar a comportarse como una virtual y temible amenaza. La inversión privada no se recupera pese a los cumplimientos con el Club de París, Repsol, el CIADI y el FMI.
• La renovada hegemonía del capital financiero, a partir del bloqueo impuesto por los fondos buitre, pone blanco sobre negro los límites estratégicos del imaginario neodesarrollista.

Sin embargo, ni el oficialismo ni la oposición, ni el concierto mediático mayoritario, han sacado las conclusiones evidentes que impone esta (¿mala?) noticia. Se habla hasta el hartazgo de un fin del ciclo pero lo que se cuestiona son los modales de la gestión, nunca la arquitectura de los negocios.

Como sucedió a finales del siglo XX con el corset de la convertibilidad, la oposición se abroquela en denunciar corruptelas y promete soluciones técnicas a problemas que son políticos. Mientras tanto todos los caminos de la acumulación conducen al agro, la minería, la especulación inmobiliaria y a una Vaca Muerta vaporosa que se perfila al final del túnel como objeto de todas las plegarias.

Nadie cuestiona ese ¨núcleo de coincidencias básicas¨ que apodamos el consenso de los commodities.

Si al impulso redistributivo que tras la crisis del neoliberalismo se le hubiese sumado una estrategia audaz para superar la histórica dólar-dependencia del aparato productivo y la fatídica tendencia al estrangulamiento externo de la economía, el magnate Paul Singer no habría llegado jamás a la tapa de los diarios. Pero la apuesta por una ¨burguesía nacional¨ que mantuvieron Néstor y Cristina volvió a mostrarse impotente para liderar un proceso de desarrollo autónomo y sustentable.

Aun así la decisión argentina de rechazar la extorsión de los holdouts en los tribunales de Nueva York abrió un escenario de disputa con alcance global y un ventiluz de independencia resurge como posibilidad. Se trata de una reacción defensiva, casi de último recurso, como lo fueron la estatización de las AFJP y la de YPF, acaso las dos medidas más importantes y estructurales que introdujo el kirchnerismo.

La salida a tal encrucijada no la proveerá el juez Griesa ni los banqueros que se relamen con el regreso de la Argentina al redil de los pedigüeños, pero tampoco alcanza con la respuesta clásica de la izquierda consistente en el ¨no pago de la deuda externa¨. Es preciso ante todo comprender desde una nueva perspectiva crítica el diagrama de las fuerzas en pugna y calcular los costos a pagar por los distintos actores sociales.

El kirchnerismo ha sido consecuente con la dinamización del mercado interno inyectando sistemáticamente recursos, con un afán redistribuidor. Y seguirá con las botas puestas. Esa es su principal virtud. Pero existen viejas verdades que afloran, inevitables: sin democratización real de la riqueza, todo aumento del consumo popular tiene un techo bajo.

Se podría decir también que sin una tendencia a socializar los medios de producción no hay chances de disputarle el poder real a las clases dominantes. Y que las asimetrías distributivas que impone la estructura social agigantan la confianza en las capacidades del Estado. La hegemonía puritana desplegada por el kirchnerismo en esta fase lo convirtio prácticamente en un gobierno sin sujetos, es decir un kirchnerismo de puro Estado. ¿Pero alcanzó? El renovado protagonismo callejero de las fuerzas de seguridad indica que no. 

El peronismo se enfrenta así, otra vez, al desfondamiento de su imagen de justiciero social. En tales circunstancias su habilidad para construir hegemonías se agrieta o, más bien, se abre hacia un campo de derechización sin contrapesos ni aparentes contradicciones.

Hay que evitar el típico péndulo que condena a la historia argentina a los cíclicos embates represivos y excluyentes de los vencedores de siempre, los que también ganaron durante esta década.

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