Conversación con Antonio Berni | Revista Crisis
crisis eran las de antes / mayo de 1976 /
Conversación con Antonio Berni
En el #37 de mayo de 1976, el pintor argentino discute con Vicente Zito Lema sobre su visión del rol del arte como instrumento de transformación social. Berni detalla cómo es que llega a sus obras, cómo las aborda desde la técnica y desde lo documental. Una entrevista ilustrada por el propio artista.
25 de Noviembre de 2022

 

Usted me ha enseñado varias de las obras que, básicamente, dan carácter a su próxima exposición. Retomando en cierta medida aquel concepto de "conocer tu aldea es conocer el mundo" le pediría que, precisamente, me hablara de esa próxima muestra. Del sentido de la misma, especialmente de esa unidad temática que, al menos en un aspecto, sobresale en los cuadros que he mirado. Pienso que a partir de allí, o simultáneamente, sería factible conocer sus ideas tanto sobre la plástica como sobre la realidad en general...

-La muestra está casi completa, faltan muy pocos trabajos, especialmente una composición que contribuirá a lograr el sentido de unidad temática. Mi idea es dar una crónica de la vida social o de la vida contemporánea. Claro está que también estos cuadros tienen otras facetas, por ejemplo su tamaño: varios de ellos miden dos metros por dos. En estos cuadros grandes he comenzado por reflejar el mundo de los seres más humildes, postergados. La primer composición de la serie se llama "La familia del peón". Hay otra composición que a su vez he titulado "El gran mundo". Ahora bien, entre ambas puede darse, hay, una variante infinita de situaciones... Por eso, obligadamente, no he podido hacer más que una sintesis. Los extremos son, precisamente, el más humillado y el más encumbrado o satisfecho por excelencia. Las otras dos composiciones grandes, ya terminadas, las denomino "Los manequíes vivientes" y "Los Indiferentes". La primera tiene por tema ese mundo falsamente erótico, hoy en día muy explotado por la publicidad. He pintado -tal como usted ha visto- mujeres semidesnudas que exhiben artículos muy característicos: sombreros, anteojos, carteras, zapatos, etc. Están en el interior de una vitrina, encerradas y mostradas como animales de un zoológico. Y detrás, los rostros de los espectadores, de los curiosos. Podría ser esto en una calle de cualquier ciudad, la calle Lavalle en Buenos Aires o la Avenida des Champs Elysées. La otra composición -"Los Indiferentes"- Intenta caracterizar a esa juventud un poco "despiolada", en cierta medida irresponsable, cuyo único interés es divertirse, sin preocuparse de los demás. El quinto cuadro, el que tengo pensado realizar en estos días, tendrá como tema, por contrapartida, a la Juventud responsable. Claro está que esta obra me requerirá bastante esfuerzo. Especialmente por la multiplicidad de personajes, lo que exige un dominio muy riguroso de la composición. A la vez es necesario que el cuadro tenga consistencia como expresión artística, es decir, como expresión de color, de forma, etc. Por cuanto si no logro dar una equivalencia estética al tema la obra se me viene abajo.

 

O sea: el permanente conflicto entre una idea previa, un concepto y la necesidad de expresarlo, con su concreción plástica y su ajuste a un orden y a una necesidad de belleza (sin entrar ahora a juzgar la naturaleza de ese orden y de esa belleza, pero existente siempre...)

-Sí: estamos ante un riesgo cierto y frecuente que debe enfrentar todo artista honesto. Aunque en mi caso esa cuestión es tan sólo una parte -importante- de la concepción global que tengo del fenómeno artistico. Y la misma se basa en un hecho no por simple menos cierto: en un país como el nuestro la lucha principal, el objetivo, es la total independencia nacional, no sólo en la parte política y económica sino también en la cultural. De allí la vigencia en el arte, al menos en esta etapa, de una labor de denuncia. Me parece realmente deplorable que en este momento los artistas nos distraigamos en una expresión meramente decorativa. Además, parto de entender que el artista está siempre comprometido. Algunos de una manera manifiesta, otros en forma escondida o solapada. Es que aún el arte no figurativo, hoy en día, para mí contiene o implica un compromiso. Un compromiso con cierta clase social que sólo le interesa el artista en tanto hacedor de cosas agradables para sus ámbitos. O sea, se aprecia más, en más cómodo y hace a un sentido de lo "agradable" el canto de unos canarios flautas encerrados en su jaula de oro que otros cantos, que otras expresiones que, en un cierto momento, pueden ser de crítica, de protesta, de crónica de una parte negativa de la realidad. En definitiva: todo surge de que una parte de la sociedad la minoría- está muy cómoda, mientras otra parte la mayoría no lo está. Y quiérase o no, la cultura, el arte, se ve mezclada en esa situación. Aunque de una manera particular. Vale decir: yo tengo mi manera de "mezclarme". Con mi pintura. Que es mi lenguaje, mi manera de decir las cosas. No es la única, por supuesto, pero tengo conciencia de que es mi herramienta más eficaz.

¿Cree que la obra de arte incide en la realidad social? En tal caso, ¿de qué manera?

-Incide, pero no directamente. Aunque puede generar una reacción en cadena. O sea: el hecho artístico nace y se va extendiendo, poco a poco, pero muy ampliamente, como si fuera una "contaminación". Y cuando llega muy lejos, a la base social, parece que ya no hay concomitancia con el hecho creativo original; pero lo hay. Voy a dar un ejemplo para ser más preciso. Van Gogh provocó una revolución. Del color, de la forma, y hasta en la manera "El Gran Mundo" óleo sobre tela, 1973, de expresar un mundo que lo estaba rodeando. Pues bien, hoy en día esa sensibilidad se ha extendido, generalizado, "vulgarizado", casi me atrevería a decir. Incluso, por eso mismo, a veces se pierde conciencia de esa realidad. Y uno ve un determinado tipo de afiche, de fotografías, de objetos que poseen ciertos fenómenos cromáticos y no se da cuenta de dónde viene, no lo asocia con el artista que le dio origen. Sin embargo ese artista existió. Y ha influido en la realidad, en el desarrollo de la sensibilidad a nivel social. Pero también hay que tener claro que nunca el artista, tanto desde el punto de vista estético como ideológico, estás aislado del ámbito en que vive. Y de hecho, cualquier cambio profundo que se produce en el campo científico, técnico, industrial, económico o político, incide en la manera de pensar del artista y por ende en su obra. Por ejemplo, yo estoy viendo hoy imágenes muy distintas a las que veía un hombre del siglo pasado, ya sea en esta ciudad, en París o en Londres. Y eso influye, determina mi visión y expresión plástica.

 

¿Qué pretende con lo que pinta? ¿Qué lo determina? ¿Qué lo impulsa a la creación?

-Hago las cosas así como las veo y como las siento y obedeciendo a mis deseos de expresarlas. Nada más. No encaro un cuadro como si éste fuera un objetivo deliberado, para que actúe hacia afuera de tal o cual manera. Yo, al hacer un cuadro, a partir de mi visión crítica de la realidad, no hago más que concretizar un fenómeno. Que yo siento. Y el hombre de la calle, el espectador de mi obra, al encararla, va a descubrir un hecho que tal vez presiente, pero que todavía se mantiene en un plano oculto, como de misterio. Es como quien va a ver una obra de teatro y encuentra resuelto en escena un conflicto sentimental que lo afecta y cuyos verdaderos límites no podía percibir con la necesaria claridad.

¿Compartiría entonces la idea de Brecht cuando expresa que la función del arte es clarificar las relaciones sociales?

-Totalmente. Pero el artista en primera instancia debe clarificarse él, y en la medida que lo logra contribuye posteriormente a la clarificación de las relaciones sociales en las que, por supuesto, también él interviene.

Otro de los cuadros de gran tamaño que, según he visto, integran su próxima exposición, tiene por tema el mito de la Difunta Correa. ¿A qué responde esa elección?

-Andando por el norte, por Santiago del Estero, por Tucumán, Salta, vi el poder que todavía tiene la superstición en nuestros pobladores. Y no solamente entre campesinos y obreros sino también sobre la clase media. He visto muchas veces en la orilla de un camino, en un altar levantado a la Difunta Correa, parar un auto, un camión o una jardinera, y bajar hasta familias enteras para encenderle una vela a la Correa. Es un fenómeno que tiene su vigencia y es muy poderoso.

¿Y usted que pretende, rescatarlo o denunciarlo?

-Mi cuadro es un simple registro de una realidad. No rescato ni niego. Sólo registro. Aunque, claro está, creo que igualmente se trasluce un sentimiento, casi de fraternidad, por esos seres que recurren a un mito gulados por una necesidad cierta, por estar un poco a la deriva. En el fondo buscan una afirmación. Aferrarse a lo que sea para subsistir en un mundo que se les presenta muy hostil. Además, no logran vislumbrar otra salida.

 

Hábleme de esa obra -aún a realizar con la que piensa completar su muestra; me refiero a la que tiene por tema lo que usted llama "juventud responsable". ¿Tiene imaginada en su totalidad la obra? ¿Cuál es su mecanismo de trabajo?

-Tengo una idea general, nada más. Me faltan todavía los bocetos, que son, en mi caso, el primer paso para la concreción de un cuadro, más aún si es de cierta envergadura.

¿La idea que tiene de la obra es ya total, incluye los colores?

-La idea es también cromática, aunque en esta etapa no es una idea estática, definitiva. Es decir, al cuadro yo lo imagino en este momento, pero no en su estructura completa, sino de una manera desordenada. Tengo para mí cientos de imágenes, de las cuales, justamente, debo ir descartando las menos útiles, las que no condicen ni se acoplan con las demás. Hasta que me quedaré con diez o con doce, las que sean realmente necesarias, las que me van a ayudar en la expresión y concreción de la idea previa.

¿Esto lo logra en un proceso puramente mental?

-Mental y documental. Y la documentación la obtengo del natural o bien de fotos. Incluso a veces hasta de mis obras anteriores. De donde extraigo ciertos aspectos compositivos; también imágenes que retomo. O sea: recogo la mayor cantidad de elementos y luego separo los que considero más válidos.

¿Y ya afinada la idea pasaría a los bocetos...?

-Sí, empiezo a dibujarlos. Con sus proporciones, teniendo en cuenta todo el sistema compositivo...

O sea: trabaja por partes. ¿O también hace un boceto del cuadro total?

-Generalmente arribo a un boceto completo. Pero, por supuesto, ya sobre la tela hago modificaciones. A veces por problemas de superficie: no es lo mismo trabajar sobre tela que sobre papel. No es tampoco igual, por ejemplo, el efecto de una mancha de color en un plano pequeño que la misma llevada a una obra de dimensiones.

Pero junto a esos problemas de tipo técnico que inciden en los cambios, ¿la mecánica interna de la propia obra no incita a su modificación?

-Por supuesto. La composición en alguna medida siempre se va modificando. Agrego o quito cosas. Aún personajes. El cuadro tiene sus propias leyes. Como en la literatura. Hay toda una estructuración de situaciones y personajes que obligan a una constante variación. Aún a la forma de estructurar una frase. Lo total a lo particular. Y si lo particular no se sostiene cae todo el conjunto.

¿Siente necesidad de mostrar lo que hace? ¿Real necesidad?

-Sí. Empezando por la gente que me rodea, por los que amo, y después por el público en general. ¿Para qué si no pintar? Puedo satisfacerme yo mismo, es verdad, pero tan sólo en el momento creativo. Luego necesito la comunicación, simplemente porque somos seres humanos y vivimos comunicándonos, entregándonos unos a otros.

¿Le causa placer pintar?

-Por supuesto. Caso contrario no pintaría. Aunque no es un placer jocoso. Además, en esta etapa de mi vida mentiría si dijera que trabajo como lo hago, diez o doce horas diarias, porque lo necesito para vivir. Actúo por placer. Incluso porque si no pinto me aburro: eso es concretamente lo que me pasa.

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