el centro parakultural: lo que no tiene nombre | Revista Crisis
crisis eran las de antes / octubre de 1987 / un uruguayo en el under porteño
el centro parakultural: lo que no tiene nombre
En la primavera alfonsinista, en el Parakultural se gestaba un aquelarre creativo y contracultural en el que se fusionaban el rock, el teatro y las artes plásticas y daba que hablar porque allí ebullía un pulso creativo inédito. El compositor uruguayo Leo Maslíah, entonces un treintañero de ya exitosa carrera, paseaba por ahí y contaba lo que veía en la crisis #54.
12 de Noviembre de 2021

 

Calle Venezuela al 300. La boletería da a la calle. Formalicé los trámites y entré. Más tarde me dijeron que no me habrían cobrado entrada pero que la boletera era peruana y que por eso no me reconoció. Adentro estaba oscuro. Nadie me reconocía. Todos eran peruanos. Quizás alguien me diga "pero ¿a vos quién te conoce? ¡Gil! Tenés que escribir sobre el Parakultural, no sobre vos”... Es cierto, soy un imbécil. Lo reconozco. Es que no soy periodista y no sabía bien cómo empezar. Por eso opté por empezar por el principio. La continuación fue que encaré a las autoridades del local y les dije:

-Hola, este... yo... o sea... me mandaron de la revista crisis para... este... no sé si ustedes... es decir, yo tengo que... ¿Cómo se dice? Escribir algo en función de... bueno, no sé si ustedes quisieran informarme sobre lo que... en fin…

-En otras palabras, viniste por obediencia debida -me interrumpió una voz de mujer. Sentí una náusea. Iba a vomitar pero me contuve al ver que el piso estaba recubierto por aserrín (viruta de madera, más exactamente) y eso podía tornar más difícil la limpieza. Puede alguien haber pensado alguna vez que el Centro Parakultural nunca se limpia, pero no es verdad. Yo ese mismo día había estado, más temprano, y el lugar era un jaspe. La viruta la espolvorearon después, poco antes de la hora de inicio del espectáculo. ¿Y cuál es el porqué de la viruta? No sé. Me olvidé de preguntar. ¿Será por la humedad? O quizá para épater les bourgeois. Pero no, porque ahí no van les bourgeois. ¿Quiénes van, entonces? ¿Y qué se hace ahí? Son dos preguntas más para mi colección. Puedo contestar parcialmente una de ellas: por lo que veo hay dos baños, en cuyas puertas hay dibujos que representan respectivamente a un hombre y a una mujer. Una sombra se acerca a esta segunda puerta. ¿Cuál será el criterio parakultural? La puerta del baño de mujeres se abre y la luz que viene de adentro recorta la silueta de la persona que entra: no hay duda, es mujer.

 

-¿Y qué esperabas? -me pregunta un ladrillo de la pared- ¿Vos andás buscando algo diferente? Si estás buscando lo Diferente es porque estás demasiado metido en lo Igual. Y si estás tan metido en lo Igual no vas a poder comprender lo Diferente, porque sólo lo vas a comprender como opuesto a lo Igual, siendo que a él le puede importar un bledo oponerse a eso o no: él es otra cosa.

 -Repetímelo más despacio, por favor -le pido-. No pude tomar nota de todo.

 -No fue tu culpa. A él le gusta que no lo entiendan. Quiere vengarse de los intelectualoides -dice otro ladrillo.

 -¿Por qué? ¿Qué le hicieron? -pregunto.

-Ellos en sí no le hicieron nada -me contesta- pero él no quiere ver más esas caras. Él extraña al albañil que lo puso.

 -¡Sí! -solloza el primer ladrillo-. Snif, snif, se fue y nunca más volvió.

 -Cómo querés que vuelva, si la entrada sale cinco australes -dice el otro.

-No es por eso, estúpido -contesta el que llora-. ¿Acaso la cuota que él paga por mes por el televisor color que se compró no es bastante más que cinco australes?

-Justamente -dice el otro-. Tiene que ahorrar para pagar eso, y por eso no puede venir acá.

Esa discusión me cansa. Me aparto. Pasa un tipo de extraño look: tiene aros, pero no en las orejas sino en la camisa. Pasa una mujer de palco del teatro Colón. Pasa otro tipo peinado con raya, pero en el cuello. Luego pasan fantasmas, vampiros, sepultureros, anormales hiperquinésicos, pero son del conjunto musical "Los apestosos". Buen nivel. Bah, uno no es quién para hablar. Otro tampoco. Sigo caminando. En el Parakultural el público es móvil, y la "escena" también. Las paredes no. Todos mis intentos de moverlas fracasan. Tropiezo con un graffiti que dice "Nada en vano / todo en vino", caigo sobre otro que dice "Haz lo que quieras / igual hablarán mal de ti” y salgo despedido hacia otro que dice "Resuciten indios". También hay otro que dice "Resuciten indios". No me queda claro si se trata de una exhortación a los indios para que resuciten, o si es una exhortación a otras gentes para que resuciten indios. Más bien me inclino por lo último. Si no, sería con coma entre "resuciten" e "indios”.

 

El underground, el arte marginal, todo eso no está acá -habría de decirme más tarde un habitué del lugar, quizás en concordancia con aquella consigna-. Está en los Andes, en el sur, en el norte, allá donde nosotros no lo podemos ver.

-Sí -habría de acotar entonces otro, o el mismo pero tanto más viejo como tiempo había transcurrido desde su anterior alocución-, esto no es el underground, es la representación del underground.

Pero la canciller del Centro intervino y dijo que a ellos la prensa los "usa" como underground, pero que eso no debe cargarse a su cuenta.

-Por ejemplo una vez un diario no nos mencionó en su reseña anual de la actividad teatral, pero nos mencionó al día siguiente, en el marco de una entrevista a Dragún, porque él metió el tema, y ahí sí estaba todo bien, con nosotros.

 -Sí, nosotros queremos que se nos considere un lugar más en el que se hace teatro (claro que teatro no aristotélico) y pensamos articular la actividad de la sala en funciones "normales" de teatro (sin circulación libre del público), por una parte, y por otra la Dosis Parakultural.

Una mujer del hemisferio norte aplaude a "Los apestosos".

-Esssto es marravillosssso -dice.

Hay también aprobación de los del hemisferio sur, pero más vocálica.

-Todo esto que ves acá -me dice un secretario adjunto a la cancillería-, la forma en que está arreglado el local, tiene su cuota de propuesta estética pero también es una manera de resolver el asunto con pocos recursos, es el ingenio de un decorador pobre.

Hablando de pobreza, unas horas antes de todo esto yo le había preguntado al [bailarín-mimo-actor-y nada de esto-y todo a la vez] Olkar Ramírez, qué relación podía pensarse entre todos estos vientos artísticos del Parakultural y lo que fue el movimiento de los happenings y esas yerbas que florecieron en los sesenta. Él me había contestado algo así como que podía haber cierto parentesco exterior en cuanto al despliegue de imaginación de ambos fenómenos, pero que:

1) En lo de los happenings todo costaba mucho dinero, y ese dinero estaba ahí a la orden; en cambio acá no hay un sope.

2) Aquel movimiento era probablemente un reflejo o una sucursal de 10 que estaba sucediendo en otros países; en cambio la "línea estética" que bulle en el Parakultural tiene dos importantes afluentes en la situación actual del país. Uno es la crisis o el estancamiento del teatro tradicional, y el otro es la apertura democrática, que permite que estas cosas se hagan sin que los actores marchen presos.

El habitué que mencioné hace un rato me dijo luego algo que tenía que ver con esta cuestión de la exención carcelaria. Fue más o menos así:

"Lo que se hace acá no es nada nuevo; lo nuevo es que te lo dejen hacer".

¿Por qué no sería nuevo? Porque tendría mucho de lo que se vino haciendo desde hace años en la escuela de mimo Ángel Elizondo. Pero a esta gente le fueron prohibidos durante la dictadura varios espectáculos, como Apocalipsis según otros en el '80. Sin embargo eso de ir en cana no es ajeno a los tiempos presentes: el punk no puede andar por cualquier lado a cualquier hora, porque se lo llevan. El Parakultural parece ser de los pocos rincones en que aquel individuo puede andar sin que lo echen o lo denuncien. Y todo esto es cierto más allá de la ineludible -aunque aquí eludida- discusión sobre si en Argentina existen punks o no. El hecho es que si existen quedan arrestados, y si no también.

Estoy viendo y oyendo a Omar Viola llorando un tango. No lo canta sino que literalmente lo llora. Lástima que no lo vio José Sacristán, que hace poco en un reportaje dijo que le gustaba el tango porque era como un llanto, un lamento que le recordaba el espíritu de la música andaluza.

 

Oigo un rumor de voces en la pared. ¿Otra vez los ladrillos que hablan? No, esta vez es el barro en el que están asentados, quien se expresa.

-En el teatro hay dos clases de gente -dice-: están los que se matan años estudiando en escuelas y después para poder hacer algo necesitan obra, director, escenografía, vestuario, luces, etc., y están los que se inventan su propia onda y salen a mostrarla.

Tiene que ver. Hay gente que se dice por ejemplo "soy actor, a ver, ¿qué puedo representar?", o, “soy músico ¿qué puedo tocar?'', o "soy pintor, mamá, ¿qué pinto?" Hay por otro lado gente que no se dice nada acerca de lo que es, pero que necesita comunicar algo a sus congéneres y lo hace. Luego resulta que lo que hizo es música, o teatro, o cualquier otra cosa ya considerada como un género específico. Pero entre esta gente hay quienes salen haciendo algo cuyo género no tiene nombre todavía (y ojalá nunca lo tenga, porque entonces muchos hablarán de ese nombre y otros intentarán capacitarse para ver ese nombre asociado al suyo propio y con eso creerán que están llenos de cosas para ofrecer a sus semejantes, lo cual ya era cierto antes de producirse esa asociación, o no lo será nunca en materia artística, por supuesto).

Es el caso, por ejemplo (debe de haber muchos más, pero yo conozco poco y además en Buenos Aires hay gente que puede pasarse años haciendo cosas muy buenas sin que nadie se entere), de Olkar Ramírez, Las Gambas al Ajillo, Alberto Muñoz. ¿Qué es? ¿Música, teatro, baile, mimo, revista? O quizás una barrida de rótulos que replantea el hecho artístico en un medio social donde la etiqueta y el producto están más peleados que nunca aunque se obstinan en seguir conviviendo.

 El final de esta historia es que el reporteador terminó siendo reporteado por unos tipos que le preguntaban si era "coquinoco" (¿?) y otras cosas que sólo podrán ser contestadas cuando se termine de construir el último piso de la torre de Babel. Sin embargo en el Parakultural se cavan promisorios entrepisos. Bah, quise armar una frase linda para terminar y me salió una cagada.

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