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dragón vivo, vaca muerta
Pese a que el 80 por ciento del capital es de británicos y chinos, su comandancia la ejercen los empresarios más ricos de Argentina. Con un territorio que equivale 17 veces a la ciudad de Buenos Aires, el yacimiento petrolero más grande del país produce el 20 por ciento del crudo nacional entre conflictos sindicales y una tremenda estratificación de sus trabajadores. Lo hace amparado por contratos leoninos y surfeando en el violento lenguaje de la Patagonia.
Fotografía: Fernando López
04 de Agosto de 2012
crisis #10

 

Sin viento, estos 3 grados casi no se sienten. Son las 6 y media de la mañana pero aún es noche cerrada. En el colectivo de la empresa Etap viajan 34 hombres y dos mujeres. Los hermana la condición de petroleros. Todos usan anteojos oscuros y llevan puestas las capuchas de sus buzos. Necesitan dormir los 90 minutos que tardarán en recorrer los 75 kilómetros que separan a la ciudad del campo más los que hay que atravesar, ya dentro del yacimiento petrolero más grande de la Argentina, para llegar a sus puestos de trabajo. Cerro Dragón, ese puro presente que piensa cada día en 2047, el año en que habrá que revisar el negocio de Pan American Energy (PAE).

El chofer es el único que no usa anteojos y no tiene puesta la campera térmica. Sube y baja del micro con su camisa de jean. De rasgos orientales, lo apodan Pato. Conoce de memoria ese sendero desértico que, en los largos meses del invierno, emprende y desanda en la oscuridad de la noche. Sale a las 6 de la mañana, vuelve a las 7 de la tarde. En junio, el sol es una figurita difícil en Comodoro Rivadavia. Mientras avanza por la ruta nacional 26, el Pato piensa en el torneo mundial de karate que disputará en noviembre en Okinawa, el estado más austral de Japón, antiguo reino de Ryukyu. La radio le trae la voz de Cristina que afirma, entre aplausos en el Sheraton de Retiro, que los petroleros no pueden afectar la producción porque son los mejores pagos del país. El Pato casi no habla pero ahora dice que tuvimos suerte porque arriba, en el campo, hoy no está nevando. Buenos Aires es otro país: queda 1900 kilómetros cuesta arriba. No lo advertimos pero somos un eslabón de una caravana interminable de vehículos que se dirige hacia Dragón para dar inicio al cambio de turno. Es una culebra de diez kilómetros de luces que zigzaguea entre los cerros y se reedita en los horarios de ingreso y de egreso. Sin la convicción de otros tiempos, pero todos detrás del mismo objetivo: elevar la producción, cumplir con las metas, incrementar cada día los márgenes de rentabilidad, cobrar más.

En el ingreso, hay una cabina que parece de peaje pero es de seguridad. Baja una tanda de laburantes que tiene su base ahí nomás. Saludan, como si estuvieran asintiendo, y el colectivo sigue. Pero de repente alguien se da cuenta de que perdió la mochila con sus pertenencias y se desespera. Hay llamados cruzados, nerviosismo, fastidio. Pasan veinte minutos entre la somnolencia y la tensión hasta que una parte del alma vuelve al cuerpo. “Llamó el Dengue, ahí la encontró. Dice que cuides ese juguete”. La 22 estaba en el bolsillo de adelante, ostensible, los documentos también. Un error de principiante. El viaje continúa. En el campo y también afuera, el petróleo arma un mundo de reglas que es despreciado por la clase media y media alta que satura las cadenas de electrodomésticos en la ciudad de Comodoro. Son, sin embargo, dos mundos inescindibles.

Una vez que se atraviesa el control de vigilancia de PAE, se ingresa en una inconmensurable ciudad industrial que se halla en medio del desierto patagónico. Tres mil quinientos kilómetros cuadrados, un territorio que equivale 17 veces a la ciudad de Buenos Aires. Recorrerlo íntegro puede demandar hasta una semana. En este momento hay entre 6 mil y 8 mil personas trabajando acá, pero lo que menos se ve es gente. Sólo el movimiento de las 4 x 4 y los colectivos se atreven a desafiar el frío y el viento que petrifican lo que encuentran a su paso. La mayoría de los petroleros, incluso los que trabajan acá hace años, conoce apenas una zona del yacimiento. El ritmo constante de la extracción lo marcan los balancines, especie de mosquitos de hierro que le chupan la sangre negra a la tierra en forma mecánica, de día y de noche, los 365 días del año, en los 2200 pozos que explota la operadora. Estamos parados arriba de un océano de petróleo, en la cuenca del Golfo San Jorge. Todavía se pueden encontrar ostras petrificadas que hace millones de años habitaron un mundo submarino. De acá sale hoy la tercera parte del petróleo que produce Argentina. Hay un submundo que funciona en las profundidades, con perforaciones que llegan a los dos mil metros. ¿Quién se queda con todo esto?

 

Hola, operadora

PAE es la segunda productora de petróleo y gas del país y exhibe con orgullo algunos de sus números. En 2011, aportó el 20% de la producción diaria de petróleo y el 18% de la producción diaria de gas natural. En los últimos años, invirtió 7.600 millones de dólares en la exploración y producción de hidrocarburos, el más alto índice en la industria petrolera argentina. Aumentó en un 44% su producción de petróleo, de 80 mil a 114 mil barriles diarios, y un 100% su producción de gas natural, pasando de 10 a 20 millones de m3/día. 

En 2007, PAE obtuvo la renegociación soñada: 10 años antes de su vencimiento por 20 años con opción a otros 20, más la libre disponibilidad de los recursos, a cambio de un inversión de 3 mil millones de dólares en ese lapso. Firmada por el entonces gobernador de Chubut, Mario Das Neves, respaldada por el gobierno de Néstor Kirchner, denunciada por todo el arco opositor como emblema del saqueo. Uno de esos contratos renegociados bajo el precepto –tan cuestionado en este 2012– que considera al petróleo como un commodity y no como un recurso estratégico y con el marco jurídico de la Ley Corta de hidrocarburos, de 2006, que le brindó a las provincias la posibilidad de otorgar y prorrogar concesiones. La estatización parcial de YPF sugiere un cambio de paradigma inicial, pero no alcanza al resto de las operadoras. Mientras la Argentina importa combustibles por 10 mil millones de dólares al año, PAE es una de las operadoras que en 2011 exportó por 2 mil millones de dólares, de acuerdo a los datos que publicó en junio pasado el mensuario El Extremo Sur en base a la información de la Secretaría de Energía de la Nación.

Sus dueños son ingleses y chinos en un 80 por ciento. British Petroleum, desde que en 1999 le compró su parte (60 por ciento de las acciones) a la norteamericana American Oil Company (Amoco) y China Nacional Off Shore Corporation (CNOOC) desde que en 2010 se asoció con Bridas, la compañía de los hermanos Bulgheroni, y se quedó con el 20 por ciento. Los Bulgheroni son el centro de gravedad en ese ambiente: conservan apenas el 20 por ciento pero están a cargo del managment. Dice Forbes que desde 2011 son los más ricos de la Argentina porque atesoran 5.100 millones de dólares. Sobrevivientes de una de elite empresaria que hizo negocios con todos los gobiernos de los últimos cincuenta años. Toman las decisiones en Cerro Dragón. “Una vez sola vi a un chino. Si están acá, no se nota”, cuenta un jerárquico. Más tarde otro me dirá, con ojos saltones, que ha visto dos chinos.

La clave del éxito de PAE está en la técnica de recuperación secundaria, que demanda grandes cantidades de agua y genera el 50 por ciento del incremento en la producción, y en la estrategia de mirar por encima de las cabezas del resto. Dragón es un yacimiento maduro, ofrenda petróleo desde que en 1958, Frondizi lo cedió a Amoco. Si la YPF de Miguel Galuccio, la roca madre de Vaca Muerta en Neuquén y los yacimientos no convencionales pueden alumbrar el futuro en una década, Dragón y PAE son el presente que abruma pero no se discute.

 

El mundo interior

Cerro Dragón está dividido en distritos. El distrito 1, Dragón, tiene 908 kilómetros cuadrados, casi cinco veces la extensión de la comarca que reeligió a Macri. El 2, Valle Hermoso, 900 kilómetros cuadrados. El 3, Zorro, 603. El 5, Anticlinal Grande, 1066. Distancias abismales, referencias de cerros que atesoran pozos que rinden hasta 70 metros cúbicos día en seco. Tres picos, Valle Hermoso, Pampa de Castillo, Cerro Tortuga, Los Guanacos, Cañadón Pedro, Valle Martín, Las Flores. “De Dragón a Anticlinal son 30 kilómetros de ripio, una hora y media de viaje”.

Por todos lados, hay carteles que hablan del cuidado ambiental. PAE utiliza un sistema de información geográfico y un modelo digital de terreno para determinar el impacto ambiental y llegó a donar 83 mil dólares al Centro de Aplicaciones Bionucleares (CABIN). Eso no impide que las denuncias por los aumentos de los casos de cáncer en la zona apunten contra la operadora. La demanda de la Asociación de Superficiarios de la Patagonia (ASSUPA) por contaminación ambiental en la cuenca neuquina que tiene como eje a Repsol también incluye a PAE.

En ese interior, existe una galaxia absolutamente informatizada en la que se habla con el diccionario del nuevo milenio. Plantas de tratamiento, plantas de generación, puestos de control, inyectores, torres de perforación, pulling, perfilaje, manifold de producción, manifold de inyección, plantas de inyección de agua, tanques, free waters, compresoras, líneas, ductos, locaciones, caminos, excavaciones, zanjeos, movimientos de suelo. Lo único que se mantiene son los campamentos. Nada quedó de aquel tiempo en que los trabajadores de YPF salían a recorrer los pozos a caballo para testear su rendimiento, cuando los motores que suministran energía a los balancines funcionaban a gasoil o a gas. Hoy se impone el sistema pun off con motores eléctricos y cables de fibra óptica soterrados. PAE utiliza varios millones de litros de agua por día que provienen del Lago Musters.

Cada distrito tiene su sala de monitoreo. “Si hay problemas en un pozo suena una alarma y PAE llama a la empresa que tiene a cargo ese servicio”, cuenta un supervisor que prefiere resguardar su nombre. Es de los que se siente entre dos fuegos, el de la operadora que presiona para producir más y el de los trabajadores que resisten de la forma que pueden esa presión. Asegura que este año PAE no está llegando a cumplir con las metas que se propone ni con los compromisos internacionales que asumió en materia de exportaciones. Después, me explica que el gas no tiene olor, que el petróleo tiene temperatura y que la empresa desconcentró su logística para que los frentes de trabajo aumenten la producción. Y así como la operadora estableció campamentos por distrito, los trabajadores comenzaron a elegir delegados por distrito.

Todo eso puede verse en un mapa digital que la compañía monitorea en forma permanente. “Entrar al yacimiento es como si vos entraras a una prisión. Hay muchos controles de ingreso. Está todo monitoreado por cámaras de vigilancia, hay seguridades internas. Si no tenés un carnet de ingreso, no podés entrar. Ningún vehículo puede entrar ni salir sin tacógrafo y sin permiso especial. Las operadoras se hacen los dueños, pero son concesionarios. Se ha militarizado la cuestión. La Gendarmería está recorriendo los yacimientos, están construyendo cinco casas para los verdes por los conflictos sindicales. Y en Santa Cruz, es peor. Gendarmería anda en las camionetas de las operadoras y paran a las trafics para registrarle los bolsos.” El que habla a borbotones mientras no deja de fumar es Guido Dickason, 39 años, 1,90, rubio, campera inflable, rockero reo, nieto de ypefiano, descendiente de las 600 familias africaners que llegaron a Chubut en 1903 durante la presidencia de Roca, después de la derrota en la segunda guerra boer. Su tarea no es sencilla, es el secretario de prensa de Los Dragones, una fracción disidente de la UOCRA que irrumpió en la escena pública en junio de 2005 reclamando libertad sindical e igualdad de condiciones en el campo. Y lo hicieron, como se hace en la Patagonia, dispuestos a que todo vuele literalmente por los aires. Durante nueve días, en medio de la nieve de junio, coparon las cinco entradas del yacimiento –en la curva La Germana, en la entrada de Alma Gaucha- y paralizaron la producción. La UOCRA los dejó solos, PAE los aisló en el frío, el gobierno provincial los ignoró. Hasta que sus mujeres tomaron un colectivo en la ciudad y los fueron a rescatar allá arriba, donde dormían en un tolderío a la vera de los caminos.

Los Dragones representan a los empleados –soldadores, operadores de hidrogrúa– de una larga lista de empresas contratistas que hacen muchas veces la misma tarea que los petroleros pero cobran un 30 o 40 por ciento menos. Jornalizados que trabajan 44 horas por semana y cobran por quincena. Parias en una jaula de oro. Nacieron con el anhelo de ser petroleros, pero ahora están afuera de todo, por sus errores y por sus aciertos. Apoyaron a Das Neves justo cuando la estrella de Mario se apagaba.

Es que en este planeta helado, hay reglas y un orden interno. Mil quinientos empleados que pertenecen a PAE y ganan entre 18 mil y 21 mil pesos de promedio. Los “panamericanos” encarnan la aristocracia del hidrocarburo que representa aun el eterno Mario Mansilla, secretario general del sindicato del Petróleo y Gas Privado de Chubut. Mansilla. El “chilote” Mansilla también acredita un pasado combativo en el fondo del tiempo, pero ahora habla por lo general como si fuera un accionista más de PAE. Lo mismo que Carlos “El cabezón” Goméz, ex petrolero devenido en diputado provincial. Eficaces portavoces de las necesidades de la empresa, capaces de reclamar en público por los programas estatales Refino Plus y Petróleo Plus, que le permiten a PAE cobrar el barril de petróleo a 60 dólares.

Mansilla está orgulloso de haber obtenido la resolución 312 que preserva la paz social y otorga un plus a los petroleros para que, por ninguna razón, paralicen la producción. Sin embargo, en el piso 13 del edificio de PAE en Retiro, Bulgheroni y su gabinete lo llaman “el muchacho” y lo acusan de desagradecido. Algo se rompió con él en los últimos tiempos. Desde que Rodrigo Ramaciotti, vicepresidente de Recursos Humanos de PAE, fracasó en el intento de llevarlo ante la jefatura de PAE en Buenos Aires. Ramaciotti integra la Cámara de Exploración y Producción de Hidrocarburos (CEPH) y forma parte de una nueva camada de gerentes que desplazó a los altos mandos históricos que acompañaron a los Bulgheroni durante entre tres y cuatro décadas. El ingeniero Alberto Gil, el vicepresidente operativo de origen peronista al que todos añoran, el que en 2001 -cuando todo se venía abajo-tomó la decisión de invertir 50 millones de dólares para construir la planta de gas de Zorro 1 en Cerro Dragón. La señora Marta López Olaciregui (la mano derecha de Carlos Bulgheroni durante cuatro décadas), Horacio Grillo, el ingeniero Ricardo Srebernic, durante años gerente general de la Operación Dragón, Rafael Sekarich, Claudio Carrillo, hasta el colombiano Felipe Bayón, nombres que hoy se recuerdan con nostalgia. “Todos camiseteros”, en la jerga de un ex ejecutivo que me cita en un hotel de Buenos Aires. Esa clase de gerentes que cobra 25 mil dólares mensuales libres de impuestos. Una línea de comandancia en la que figuró también durante años Ricardo Gioja, el hermano del gobernador sanjuanino que se especializó en hidrocarburos. Ahora el CEO de Pan American es Javier Gutierrez y lo acompañan técnicos más jóvenes como el ingeniero Adrián Suárez, vicepresidente de Asuntos Públicos de la operadora. Implacables talibanes de country que deciden desde Buenos Aires y generan fastidio en el campo.

Lo cierto es que a PAE le gustaría que se diera una renovación también en el campo sindical. Un interlocutor de nuevo tipo para la etapa que se inicia. El liderazgo de Mansilla está en cuestión. La empresa piensa a mediano plazo y apuesta por una nueva conducción que le permita recuperar aire para los próximos 12 o 16 años. Una dupla sindical con menos desgaste que se alterne en la jefatura del gremio y le ofrezca previsibilidad a PAE. El primer paso debería darse en noviembre cuando haya elecciones en el sindicato. En Comodoro dicen que su compadre Jorge “Loma” Ávila puede ser el sucesor. El liderazgo se dirime con el lenguaje del Sur. Asaltos violentos en la casa de Mansilla, en la casa del revisor de cuentas, en la de su tesorero. Alguien está diciendo que algo no le gusta.

Sea como fuere, la voz de Mansilla –o la de quien lo suceda– deja afuera a un promedio de 5 mil personas que trabajan en Dragón. Están enrolados en la UOCRA o con Los Dragones, en el combativo sindicato de jerárquicos –ingenieros y técnicos especializados– y en el de los vigiladores. La desigualdad salarial gobierna las relaciones, fomenta rencores y el escalafón más bajo, cuando se hastía, puede hacer tambalear a este gigante. Inequidad que redunda en conflictividad, la palabra maldita que vuelve todo el tiempo. Como sucedió el jueves 21 de junio, cuando Los Dragones tomaron la planta de almacenaje de crudo de Cerro Dragón en rechazo al aumento del 12 por ciento que la UOCRA firmó con PAE, 11 puntos más bajo que el que obtuvo el sindicato de petroleros privados. Las imágenes de camionetas incendiadas llegaron a Buenos Aires, el grupo de Dickanson se hizo famoso, la empresa comparó a Dragón con Bagdad y se orilló el desabastecimiento.

 

Los hermanos

El menor de los Bulgheroni, Carlos, es Lucifer. Así lo define un colaborador que trabajó con él en treinta de esos cincuenta años. Es un elogio, claro. Él es el que diseña la estrategia de la petrolera con google earth sobre la mesa. En los noventa, fue un emblema del empresariado menemista. El que en 1991 decidió que debía poner un pie en Medio Oriente y convirtió a Bridas en la primera compañía de occidente que entró en una licitación en Turkmenistán, una de las repúblicas socialistas soviéticas que acababa de quedar librada a su suerte. El que negoció con el régimen de los talibanes para construir un gasoducto de 1400 kilómetros que uniría Turkmenistán con Pakistán y la India, a través de Afganistán. El que convenció a 200 gerentes argentinos de que había que mudarse a Asia Central y quedarse a vivir allí, pregonando entre los turkmenos por un tipo de organización eficaz que redundaría en beneficios para todos. Allí está todavía la foto de Bulgheroni sentado en el piso del desierto afgano junto a su director adjunto, Mario López Olaciregui, negociando con los jefes talibanes.
Todo por un área de producción gasífera en Yashlar, sobre el mar Caspio, y una de petróleo en Keimir. Ya entonces Bulgheroni quería llegar a China.

Ambicioso, activo, visionario, demanda que sus gerentes estén disponibles las 24 horas. Para él, los tiempos muertos equivalen a perder plata. Con el kirchnerismo tuvo un vínculo más bien distante pero muy redituable. Cuando le hizo la oferta a los chinos (3.100 millones de dólares por el 50 por ciento de su compañía) y se la aceptaron, pensó que estaba vendiendo barato. Bulgheroni juega en otra dimensión. Alguna vez dio una charla en la Facultad de Derecho hablando muy en serio sobre el vínculo con el mundo exterior. Vive entre Madrid, Nueva York y Buenos Aires. Capaz de organizar una reunión con 20 personas en la clínica Mayo, de Rochester, Minnesota, mientras estaba internado por su enfermedad de Hodgkin.

Lucifer vino dos veces a Cerro Dragón. En esta inmensidad hidrocarburífera, YPF es el nombre de una estación de servicio. Y en la provincia de Chubut, la petrolera que Cristina acaba de reestatizar en un 51 por ciento es una operadora más de un universo trasnacional. Eso explica que el sorprendente Martín Buzzi se haya convertido en una espada impensada para el oficialismo. Es que Buzzi depende de PAE. Es el ex militante de la Ucedé que conoció a Cristóbal López hace dos décadas, en las reuniones del Grupo Productivo en las que las fuerzas vivas de Comodoro Rivadavia trataban de elaborar estrategias para sobrevivir con el barril de petróleo a 12 dólares y la desocupación por las nubes. Con audacia y la venia de Cristina, durmió a todos sus rivales provinciales, al intendente de Comodoro Néstor Di Pierro, viudo de Kirchner, al ministro de Agricultura y Pesca, Norberto Yahuar, al ex intendente de Madryn, Carlos Eliceche.

“El tema de moda es YPF. YPF es Santa Cruz. YPF es Los Perales, un yacimiento que supo producir en algún momento 26 mil metros cúbicos día y ahora, cuando se lo sacaron, producía 2500, 3000 metros cúbicos día. Dragón está en 15 mil hoy. La desinversión que hizo Repsol fue a lo gallego, a lo bruto, a lo bestia. Acá YPF tiene Manantiales Behr y parte de El Trébol. Los 500 pozos que se van a hacer se van a hacer en Las Heras, Santa Cruz. Nuestra realidad es otra. Esta provincia es PAE”. El que habla es Diego Bukay, delegado petrolero de Skanska, 42 años, trabaja hace diez recorriendo campos petroleros del norte de Santa Cruz y el sur de Chubut, la cuenca del Golfo San Jorge. Es motobombista, se encarga del bombeo de petróleo por oleoductos y de la inyección secundaria, grandes cantidades de agua que van hacia lo profundo de los pozos en busca del petróleo remanente. Mientras cuenta, busca en su netbook, atiende su smartphone y deja sobre la mesa un scanner con forma de varita mágica que acaba de comprarse. Es el paradigma del petrolero digital. El que almacena datos que exceden lo que sucede, el que está atento a lo que se decide allá arriba. Bukay tiene un programa de radio en la FM de Sarmiento, el pequeño paraje en el que Alejandro Bulgheroni y su esposa Bettina Guardia invierten en viñedos.

Alejandro es ingeniero y le lleva dos años a Carlos. Suele ser la cara de la empresa. Su rol es operativo, conoce el negocio, dialoga con periodistas, participa en reuniones y debates públicos. Estuvo a mediados de junio en el almuerzo con empresarios en el Council de las Américas. Cuando se recibió de ingeniero, vivió unos años en Comodoro Rivadavia. Es el que va y viene a Punta del Este, el que invierte en ambos y bodegas allá y acá, el que siempre cultivó la relación con el radicalismo de todas las épocas. En Bridas dicen que es más sensible, lo que traducido significa que no todo lo que hace es para ganar miles de millones de dólares. Su esposa es abogada y tiene peso propio: fue la jefa de gabinete de Carlos Corach durante los primeros siete años del menemismo. Alejandro baja más seguido a Dragón y es el que participa en las fiestas anuales de PAE en el Liceo Militar de Comodoro.

 

Págueme la renta

“El barril sale producirlo diez, doce dólares como mucho. Cuando lo bajan en Bahía Blanca, 52, 54 dólares; con Refino Plus y Petroleo Plus, 60 dólares. Una renta impresionante. El precio del combustible tiene como base para calcularlo el precio del barril. Si yo produzco el barril acá, pago la mano de obra en pesos, pago impuestos en pesos, lo que valga en el mercado internacional no me importa. Yo como Estado puedo fijar un precio interno. Pero por decretos del 91 no se puede”. Desde Sarmiento, Diego Bukay apunta al nudo de la discusión con PAE, con Chevron, con Apache, con Exxon, con Sinopec, con Shell, con Oxy, con Total, con Petrobras. Por hacer ese tipo de razonamientos, ya le incendiaron el auto un par de veces.

Las petroleras se quejan por las retenciones del gobierno que se queda con unos 50 dólares por barril. ¿Cuánto se llevan ellos? ¿Cuánto dejan? ¿Cuánto les cuesta? En la Argentina post-datos, es poco lo que se sabe. Entre otras cosas, porque son las propias empresas las que saben con precisión de qué magnitudes se habla. PAE dirá que transformó el yacimiento más grande de la Argentina y que nadie invirtió tanto como ellos ni incrementó en esos niveles la producción y las reservas.

La última estimación disponible es de un estudio del Nuevo Proyecto Energético Latinoamericano (NPEL) en base a datos de la secretaría de Energía de la Nación y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). Con el barril WTI a 56 dólares de promedio, el aumento de la rentabilidad de las petroleras entre 1999 y 2006 era del 650 por ciento. Ganaban ese último año 41 mil pesos por minuto, 59 millones de pesos por día. Hoy el barril ronda los 90 dólares.

El balance que presentó la empresa en marzo ante la Bolsa de Buenos Aires indica que en 2011 registró una ganancia de $3.260.277, casi un 65% más que en el 2010, cuando obtuvo unos $2.111.253.

Cuando en 2010 Bridas se asoció con los chinos de CNOOC, la intención era comprar juntos el 60 por ciento del paquete de British Petroleum. Pero la operación naufragó por razones que no están claras. Lo cierto es que PAE piensa en 2047 y apunta a la exploración off shore. Los Bulgheroni se esfuerzan para impedir que a Cerro Dragón lo roce el cambio de paradigma inicial.

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